LA NUEVA SUDAFRICA / LAS CLAVES
Soweto mira al futuro tras una década sin cadenas
El Mundo, 14-08-2006Los distritos que fueron segregados por raza en Johanesburgo tratan de desembarazarse de la trágica herencia del pasado Los peregrinos extranjeros que acuden a Soweto tras las huellas de la revuelta estudiantil que fraguó en sangre el fin del apartheid suelen encaminarse hacia el lugar que albergó a dos vecinos destinados a cambiar la Historia: Nelson Mandela y el arzobispo Desmond Tutu vivieron puerta con puerta en la calle Vilakazi mucho antes de convertirse ambos en premios Nobel.
Sus casas se hallan próximas al museo erigido a la memoria de la primera víctima de la rebelión, Héctor Peterson, cuya muerte quedó congelada en una fotografía que conmovió al mundo hace 30 años.
Para llegar a ellas, los turistas deben pasar junto a dos enormes torres eléctricas. Ambas cobijaban en tiempos de la segregación racial a decenas de empleados negros encargados de una fuente de luz que iluminaba los barrios blancos dejando el suyo en penumbra. La electricidad tardó décadas en llegar a Soweto. En 1993, dejó de ser privilegio exclusivo.
En poco más de 10 años de transición, los South Western Townships (acrónimo del legendario nombre que aunaba los distritos segregados por raza al suroeste de Johanesburgo) tratan de desembarazarse – muy lentamente – de la trágica herencia del pasado. La brecha social entre los más pobres (negros) y la elite económica del país (en la que subsiste un predominio blanco) continúa siendo un abismo que engendra pobreza e inseguridad. La tasa de criminalidad de Sudáfrica alcanza las 40 víctimas por cada 100.000 personas y es uno de los problemas acuciantes de la nación.
Pero lo cierto es que las condiciones de vida comienzan a mejorar: por ejemplo, cientos de miles de nuevas casas se han construido en Soweto, donde viven alrededor de 4,5 millones de personas.
Cerca del hospital más grande del hemisferio sur (el Chris Hani Baragwanath) una mujer tocada con un estrafalario sombrero azul teclea sus datos en el cajero automático de una de las nueve sucursales portátiles que Absa – el mayor banco del país, perteneciente al grupo Barclays – ha instalado en una zona antes excluida del sector financiero por motivos raciales.
«Llegas y en un minuto tienes el dinero», se sorprende aún Cusaid Dladla, de 50 años. «La semana que viene me llega la tarjeta de crédito», anuncia una de las clientas que cada día abren 30 nuevas cuentas en una oficina en la que comienzan a pedirse préstamos para comprar coches o cultivar terrenos.
Entre 13 y 18 millones de sudafricanos se hallan fuera del sistema bancario. Desde el año cero de la democracia para el país, 1994, muchos ciudadanos han comenzado a emerger desde la economía sumergida hacia los circuitos formales. «Si la gente empieza a tener su propia casa, después comprará frigoríficos, muebles…», explica Errol Smith, ejecutivo de Absa. «De todo ello emergerá una estabilidad económica para el país. Tener una cuenta propia es el primer paso».
Potencial imprescindible
A pesar de los progresos llevados a cabo en tan corto lapsus, la sociedad sudafricana continúa caracterizándose por una renta que fluctúa en función de la oscuridad de la piel. A la injusticia que esto supone y contra la que se erigió el muro de una de las constituciones más progresistas del mundo tras el apartheid se añade la pérdida del potencial humano imprescindible para un país que aspira a sumarse al carro de gigantes como India o China y al que afluyen los cerebros africanos fugados en busca de mejores salarios.
De ahí el compromiso del Gobierno de Thabo Mbeki, heredero de Mandela, para promover la participación negra en todos los sectores empezando por el minero, que debe alcanzar por ley el 15% en la propiedad para 2009. Es el llamado Black Economic Empowerment (BEE, potenciación económica negra). El resto de los sectores no están sujetos a plazos por la ley, pero existen compromisos voluntarios.
«No hay incentivos para las compañías que incrementan la presencia negra en el control y la propiedad, pero están mejor valoradas en el mercado», señala Balbir Bassi, consultor y experto en BEE. El sector financiero, por ejemplo, se ha comprometido a alcanzar un 20% de directivos negros en 2008. Y contempla cuotas para mujeres, aún más exóticas en los puestos ejecutivos sudafricanos (en 2002 sólo representaban un 1,6%).
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