Más manos para construir mejor futuro en Miranda

Repunta a 110 personas el número de voluntarios de Cáritas, que aspira a seguir creciendo hasta alcanzar las cifras previas a la pandemia

El Correo, C. Ortiz, 05-12-2023

Que Miranda es una ciudad solidaria es una afirmación que viene refrendada por el peso que tiene el voluntariado. Un trabajo que conocen bien en Cáritas, colectivo que aglutina uno de los grupos más numerosos de gente dispuesta a dedicar su tiempo de manera altruista en beneficio de la comunidad. Son 110 las personas que, de su mano, en diferentes programas, trabajan en la ciudad en la entidad.

Un número que ha ido creciendo progresivamente en los dos últimos ejercicios tras el bajó provocado por el Covid, que situó el grupo por debajo del centenar, cuando un año antes habían alcanzado los 135. Ahora, aún en fase de ‘reconstrucción’, confían en ir consolidando el aumento y romper esa barrera anterior a la pandemia gracias al empuje de las mujeres y los mayores.

Y es que el voluntariado de la organización es netamente femenino. Ellas representan dos tercios del total de las personas implicadas en llevar adelante los múltiples programas del colectivo. El mismo peso que tienen los mayores de 65 años, pese a que reconocen que en los últimos tiempos se ha rejuvenecido, gracias, fundamentalmente, al apoyo de varias monjas que llegan a Miranda, al antiguo colegio de las Franciscanas, para completar su formación religiosa y apoyar la labor de la residencia en la que se atiende a las mayores de la congregación.

«En algunos programas nos ha venido muy bien», reconoció Richi García, delegado de Cáritas Arciprestal de Miranda; conscientes de las dificultades para avanzar hacia la paridad, porque en la iglesia y en los voluntariados la mayoría son mujeres. «Aún así, aunque nos gustaría que hubiera más, tenemos suerte de tener a bastantes hombres en algunas actividades. De todos modos creo que a ellas les llama más el voluntariado y, sobre todo, el social, el que es de acompañar».

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Tampoco es tarea fácil rebajar la edad media de quienes colaboran, porque se animan una vez jubilados o durante el periodo en el que tras acabar sus estudios están en búsqueda de empleo. «Mientras no tienen trabajo vienen temporalmente, sobre todo al programa de infancia y adolescencia», explicó.

El número de voluntarios también está creciendo en Miranda gracias a la implicación de los migrantes, personas que en un momento fueron receptoras de esa ayuda y que cuando cambia su situación deciden ser ellas quienes den su tiempo para que la rueda de la solidaridad siga viva.

«Es algo que nos alegra», reconoció García; consciente de que forman parte de un colectivo que «valoran más» el papel que juegan esos colaboradores que en un momento les ayudaron a superar cualquier bache del tipo que sea, soledad, alquiler, alimentos, búsqueda de trabajo. Empatizan más con las personas que lo necesitan».

«El contacto con la gente es muy enriquecedor»
Las religiosas de la ciudad forman parte de esa gran familia de voluntariado de Cáritas. Más allá de la tarea docente en Sagrada Familia y del cuidado de las mayores en la residencia del antiguo colegio de las Franciscanas, un grupo de seis monjas colaboran con la entidad tanto en el albergue de transeúntes como en el programa de alfabetización.

Entre ellas está Catalina Rojas, hermana de las Franciscanas, llegada hace siete años ya desde Colombia a la ciudad y para quien resulta muy satisfactorio poder colaborar y ayudar. «El contacto con la gente es muy enriquecedor. Es más lo que recibes que lo que puedes dar», aseguraba; sin olvidar el valor de «compartir con otra gente, en espacios donde puedes conocer a otros voluntarios, al tiempo que prestas un servicio, acompañar, escuchar…».

Además, agradece la buena acogida que tienen por parte de todos aquellos a los que tratan de ayudar, aunque a veces les sorprenda saber que son monjas. El hecho de que vistan de seglares hace que, en muchas ocasiones pase desapercibida su vocación religiosa. «Siempre he sido recibida con mucho respeto y cariño».

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