"He nacido en Inglaterra, pero me enterrarán en Pakistán"
En Walthamstow, donde vivían nueve de los detenidos, la segunda generación de inmigrantes reivindica sus raíces
El País, 13-08-2006LOLA GALÁN (ENVIADA ESPECIAL) – Londres
Imran Khan no reniega de Inglaterra, donde nació hace 24 años, pero quiere ser enterrado en Pakistán. Es casi unametáfora de los sentimientos que abrigan buena parte de los inmigrantes de segunda generación que pueblan Walthamstow, un suburbio al noreste de Londres donde la policía detuvo el jueves a nueve de los supuestos terroristas que pretendían hacer estallar varios aviones sobre el Atlántico. Como él, que acaba de traer a su esposa paquistaní al Reino Unido, miles de jóvenes británicos, hijos de inmigrantes asiáticos, reivindican con orgullo, y furia, las raíces de las que abjuraron sus padres.
Walthamstow, parte de un ayuntamiento donde viven unas 300.000 personas, tendría el aspecto de una barriada de clase media baja, algo deprimido, similar a cientos de otras en ese Londres multirracial, si no fuera por el ruido de las sirenas de algún coche patrulla que atraviesa la calle principal. Pero la aparente tranquilidad de este sábado de agosto está cargada de tensión. Basta girar en dirección a Albert Road, donde la policía monta guardia desde el jueves, para percibir una sensación incómoda. Junto a unos bobbys uno de ellos, con chaleco reflectante, dos jóvenes de piel oscura cambian la rueda pinchada. Ninguno quiere hablar. “Lo siento, estoy ocupado y, además, no tengo nada que decir”, dice uno enseñando las manos de grasa.
De un coche aparcado unos metros más lejos sale una música atronadora. El tipo al volante es joven, moreno y atildado. Viste una camisa blanca con pequeñas jaretas, y luce una discreta perilla. A él no le importa hablar. Baja la ventanilla y el volumen de la radio. Dice que su nombre es Imran Khan. “Sí, sí, me llamo igual que el político paquistaní y ex jugador de críquet”, gesticula con sus manos enjoyadas. En la izquierda lleva el anillo de compromiso, aunque ya está casado, y en la derecha, una sortija gigantesca. “Ésta es la bandera de Cachemir, y esta otra, la de Pakistán”, explica. ¿No se siente más británico? “Las dos cosas, pero de Pakistán son mis padres, y mi mujer, y allí volveré, porque mi religión dice que hay que ser enterrado en el propio país. Por lo tanto, es allí donde voy a pasar más tiempo, cuando muera”.
No es que tenga quejas del Reino Unido. Trabaja en las campañas publicitarias de grandes supermercados y aquí está su casa, en este barrio que empieza a volverse conflictivo. “No entiendo nada. No sé qué es lo que hacían esos chicos ni de qué se les acusa. Nadie explica qué pruebas hay contra ellos. También soy asiático y musulmán, pero en mi vida me he metido en problemas”. Eran chicos normales, asegura, que frecuentaban la pequeña mezquita instalada en un piso a espaldas de esta calle, en Queen’s Road. Ahora no lo recuerda, pero seguramente conoce de vista a Ibrahim (Oliver) Savant, de 25 años, detenido un poco más abajo en Folkestone Road, junto a su mujer, embarazada de seis meses. Y a Wahid Zaman, de 22, futuro bioquímico, que fue arrestado la misma noche en el domicilio familiar, unas manzanas más lejos. Ambos eran amigos y habían estudiado en Kelmscott, una escuela secundaria con un tercio de alumnos de origen paquistaní. Nada extraño en un ayuntamiento como éste, que se ve obligado a utilizar traductores de turco, somalí, francés (por los norteafricanos) y, sobre todo, de urdu, la lengua de los paquistaníes.
Aquí cerca, en esta misma zona del este de Londres famosa gracias a una serie de televisión Eastender, residían otros tres de los 23 detenidos (uno de los 24 arrestados inicialmente fueron puestos en libertad ayer), los hermanos Nabil, Tanvir y Umair Hussain, los tres expertos en informática y devotos musulmanes. Su padre, nacido en Pakistán e incapaz de hablar otra cosa que urdu, defendió su inocencia, con lágrimas, al día siguiente de las detenciones.
Pero no todos los eastenders pondrían la mano en el fuego por ellos. “La mayoría de los inmigrantes paquistaníes son gente tranquila, pero locos hay en todas partes, y ya hemos visto que hay fanáticos entre los cristianos, no hay más que ver a Bush, y entre los musulmanes”, dice Kat, una chica morena que se refugia un momento de la lluvia. Kat es hija de irlandeses y aparenta 10 años menos de los 47 que confiesa haber cumplido. Representa al sector de blancos de cultura más o menos anglosajona, que empieza a escasear en la zona.
Basta pasear un rato por la calle principal para comprobar la creciente implantación de negocios que reflejan otras costumbres. Escaparates donde se anuncia lo último en shalwar-kamaz duppatta, tejido típico de Pakistán, tiendas que venden productos del este de Europa, cafés con sugerentes nombres en francés donde se concentra la población masculina de origen argelino. “Aquí hay gente de todas partes”, dice Raschid, propietario de Le Palmier. “Muchos somos musulmanes, pero no asiáticos; por eso nos molesta que cuando hablan de los paquistaníes detenidos, digan que son terroristas islámicos. Nosotros somos musulmanes, pero no tenemos nada que ver con ellos”.
Raschid asegura que el barrio es tranquilo, pese a lo ocurrido, y la convivencia entre las distintas nacionalidades, razonablemente buena. “Cada uno está en sus cosas”, dice. El barrio, algo degradado, está en fase de rehabilitación; además, con una inversión prevista de unos 65 millones de euros. De momento, algo se nota en los precios de los alquileres en la zona. En el escaparate de la agencia inmobiliaria Abbey Move se ofrecen apartamentos de dos y tres habitaciones en dos de las calles marcadas por esta última operación antiterrorista, Cazenove Road y Albert Road, ambas a un precio de 210 libras por semana (unos 330 euros). Y eso pese al efecto negativo de la anterior operación antiterrorista en la zona, en Forest Road, hace un par de meses, cuando la policía detuvo a tiros a dos jóvenes musulmanes, y adonde regresó la madrugada del jueves.
“Los precios se han disparado el año pasado, por efecto de los Juegos Olímpicos que se celebrarán muy cerca de aquí, en Stratford. Pero la verdad es que el barrio no es tranquilo”, confiesa Michelle Volkovski, una surafricana de 38 años que llegó hace dos a Inglaterra con su marido y su hijo de seis años. “Vivimos en permanente inquietud y ni siquiera somos conscientes de ello. Todo por culpa de un Gobierno que no tiene el coraje de tomar medidas y hacerle frente a la situación. ¿Por qué sólo parecen unidos los musulmanes? Nosotros los cristianos no somos capaces de reaccionar”. Menos mal que el futuro le ofrece un pequeño escape. “Trabajo en un hotel de Essex organizando convenciones. Aquello sí que es bonito y tranquilo. En cuanto pueda nos compraremos nuestra propia casa, y nos mudaremos allí”.
El vivero de Omar Bakri
Walthamstow está lejos de ser una localidad nueva para los investigadores de las tramas del terror islamista en Reino Unido. En esta zona se hizo fuerte la organización Al Muhajirum, liderada por el extremista Omar Bakri Mohamed, y disuelta hace un año. Bakri reclutaba a los jóvenes musulmanes en un puesto del mercado local. Uno de sus colaboradores, Abdul Muhid, fue detenido por reclamar en una de sus intervenciones el asesinato de los soldados británicos en Irak. Respecto a los homosexuales, Muhid opinaba que debían ser arrojados desde lo alto de un acantilado.
Omar Bakri, expulsado a Líbano tras los atentados del 7-J, no ha dejado de estar vinculado a los sucesivos grupos que sucedieron a Al Muhajirum hasta su reciente desaparición. Los sucesos del 10 de agosto vuelven a poner en entredicho a este suburbio, poblado por inmigrantes paquistaníes a los que se han añadido en los últimos años magrebíes, albaneses y otros del este de Europa.
A la entrada del mall (centro comercial), un grupo de militantes marxistas difundía ayer octavillas reclamando la retirada de Israel de Líbano y solicitaba firmas de apoyo. Pocos vecinos se acercaban al puesto, más interesados en las rebajas de las principales tiendas, pero los que lo hacían eran casi invariablemente jóvenes de piel oscura; la mayoría, con una educación británica y dominio de la lengua, pero un rechazo total a las costumbres de la sociedad de acogida.
El ayuntamiento de esta zona, que engloba a varios distritos del noreste londinense, está liderado por un británico, aunque en las calles y en las tiendas de Walthamstow no se aprecia diferencia de clases entre la minoría anglosajona y los inmigrantes.
A partir de 2004, las autoridades han optado por una fórmula de estilo estadounidense para acoger a los nuevos ciudadanos, una vez obtenida la nacionalidad. Se trata de una ceremonia civil con juramento de fidelidad al nuevo país que los recién naturalizados celebran con entusiasmo. Un entusiasmo que se echa en falta entre los hijos de inmigrantes que han nacido en suelo británico y tienen por derecho propio esta nacionalidad.
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