l primer ministro británico se equivocó dos veces con Suella Braverman. Al confiarle la cartera de Interior y al tardar demasiado en echarla. Ahora, después de una gestión divisiva en la que impulsó la deportación de inmigrantes irregulares a Ruanda, amenazó con sancionar a las ONG que facilitan tiendas de campaña a las personas que viven en la calle y aprovechó la guerra en Gaza para tachar de «propalestina» a la Policía, Braverman trata de erigirse en líder de la facción más ultra del Partido Conservador. La carta incendiaria en la que dice a Rishi Sunak que «su plan no está funcionando» y le reclama «un cambio de rumbo con urgencia» sugiere que la recuperación de David Cameron para Exteriores no zanja la crisis del Gobierno ni la división interna de los ‘tories’. El supuesto centrismo en el que se ubica a Cameron, una figura bajo sospecha por convocar el referéndum del Brexit para permanecer en Europa y después perderlo, puede resultar insuficiente para atraer a los votantes moderados. Y aún más para un electorado preocupado por la inflación y la crisis de la vivienda. Con 20 puntos de desventaja respecto a los laboristas, a Sunak le queda un año agónico hasta las elecciones.