Gipuzkoa recibe las primeras llegadas de migrantes procedentes de El Hierro
Tres jóvenes senegaleses recalaron ayer en Donostia, en plena oleada de llegada de migrantes a las islas Canarias
Diario Vasco, , 07-11-2023A estas horas, puede que Aly Mbodj, Souley Gueye y Abdoulkorim Gueye estén abrazando su nueva vida en Francia. O que tropiecen con la opción más amarga y los controles en la muga trunquen sus planes para construir un futuro mejor, lejos del hambre, la guerra y la desesperanza que azota su país, Senegal. Temen volver a la casilla de salida después de jugarse la vida en el mar. Estos tres jóvenes senegaleses, de 23, 24 y 26 años, llegaron ayer a Gipuzkoa tras embarcarse, el pasado 21 de octubre, en el viaje «más duro» de sus vidas. Su historia se repite con otros nombres, que se suman a la mayor oleada migratoria desde la denominada crisis de los cayucos de 2006. Las llegadas a Canarias, y concretamente a la isla de El Hierro a través del Atlántico, no cesan y solo el pasado octubre llegaron más de 15.000 personas, alcanzando cifras sin precedentes: superan ya las 31.776 personas. Gipuzkoa, un punto caliente en la ruta migratoria, también espera recibir la llegada de «más migrantes» que sueñan con una nueva vida en Europa, según afirma Abdoulaye Sarr, técnico de atención del área joven de SOS Racismo. A él acudieron ayer estos tres jóvenes nada más poner un pie en la estación de autobuses de Donostia. «Les han dicho que había una persona que les podía ayudar a su llegada y acabo de encontrarme con ellos», cuenta este joven senegalés en el exterior de Tabakalera.
Habla en francés por el móvil. Al colgar nos cuenta las gestiones que está realizando para comunicarse con un familiar que les espera en la capital gala y ver las opciones de transporte. «Queremos llegar ya a París. Irnos cuanto antes. Aquí no conocemos a nadie ni sabemos el idioma», dice uno de ellos en pulaar, su lengua materna que traduce su compatriota. Cada uno porta una bolsa de comida y algo de ropa que les facilitó Cruz Roja cuando llegaron a El Hierro hace apenas dos semanas.
La ruta atlántica es el mortífero camino que tomaron desde Mauritania a Canarias en un cayuco que recorrió más de 1.000 kilómetros junto con otras 23 personas. «Están muy desubicados aunque al menos ya se sienten a salvo», comenta Abdoulaye. Les abruman las preguntas. No recuerdan con exactitud las fechas de llegada y les cuesta recordar dónde les acogieron en España.
Cuentan cómo pagaron a las mafias para viajar en un cayuco a cambio de «miles» de euros. Su paso por los servicios de acogida de Cruz Roja en El Hierro y Tenerife, después Barcelona y finalmente su viaje hasta Donostia. Souley habla con la mirada perdida en el infinito. Les preguntamos cómo han llegado hasta aquí, qué tal se encuentran, pero muchas veces se quedan en silencio y las respuestas se pierden por el camino. Parecen seguir en mitad de aquel océano, donde cada día resultó una eternidad. «Al principio estábamos muy contentos de poder salir de Senegal pero cuando pasan los días te entra mucho miedo, porque podíamos morir. Pero es mejor eso que quedarte en Senegal».
«Queremos llegar a París cuanto antes, donde vive un familiar. Aquí no conocemos a nadie, ni siquiera el idioma»
«En Senegal no hay trabajo ni futuro para los jóvenes. Preferimos coger un cayuco aunque pasamos mucho miedo»
La inestabilidad política y social de su país y la falta de oportunidades se traduce en un goteo incesante de embarcaciones y en muchas ocasiones, lamentablemente, en vidas engullidas por el mar. «Ahí no hay ningún futuro. No hay trabajo, ni ninguna esperanza. Quedarse es igual que morir», afirman estos tres amigos, nacidos en Fouta, una región situada en la frontera entre Senegal y Mauritania. En este último destino trabajaron durante dos meses «en barcos, como marineros para conseguir el dinero y poder coger el cayuco».
Fueron tres largas noches en guardia en mitad del mar, en la oscuridad más absoluta, y aún les cuesta digerir la pesadilla. El pasado 24 de octubre pisaron tierra firme. Saben que ellos han tenido ‘suerte’ y están «a salvo» pero «muchas embarcaciones no llegan y no se cuenta». La lista de personas que salen de la costa africana rumbo a España por la ruta del atlántico, una de las más mortíferas –fue la responsable del 60% de las muertes de migrantes en África el año pasado– es cada vez más numerosa. En el otro lado del océano, las familias esperan con angustia noticias de sus seres queridos.
«Cuando llegamos les llamamos para avisar que estábamos bien», dicen estos tres jóvenes que salieron de su país con lo puesto. Les rugen las tripas. Un paquete de galletas que sacan de la bolsa aleja el hambre, a ratos. Mientras Abdoulaye no para de hablar por teléfono. «El problema es cruzar la frontera. Luego una vez pasado Burdeos no hay problema», les explica. Uno de ellos le pregunta si pueden pagar a alguien para que les lleve a París. Sueñan con pisar suelo francés y «trabajar de lo que sea».
Luz verde en el Senado
Por otro lado, el Senado autorizó ayer el convenio firmado por Canarias y Euskadi para el traslado de 18 niños, niñas y adolescentes migrantes no acompañados entre ambas administraciones. Lo hizo después de rechazar por unanimidad una iniciativa de Vox que pedía revisar el pacto alegando que afectaba a competencias exclusivas del Estado. Canarias y el País Vasco habían acordado el traslado de menores migrantes en situación de desamparo y sin familiares que puedan asumir su guarda. Se había pactado el traslado de siete menores a Gipuzkoa, otros siete a Bizkaia y cuatro a Álava.
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