Aquelarre
Diario Sur, 11-08-2006UN policía más del Centro de Internamiento de Extranjeros, y ya son nueve, ha sumado su nombre al sumario cada vez más grueso de lo ocurrido allí: a éste se le acusa de obtener favores sexuales de una inmigrante enferma a cambio de una dieta blanda, titular demasiado frío sobre el intercambio nauseabundo de yogures y frutas a cambio de sacar a la mujer de su módulo y encalomarla de mala manera prevaliéndose de una posición que por sí misma convierte esos polvos consentidos en abuso. Todo lo ocurrido allí, aun presuntamente, ha superado ya umbral de la tolerancia intelectual. Sin privar a nadie de su derecho a la presunción de inocencia, hay sombras cada vez más lóbregas sobre ese lugar ya enteramente bajo sospecha, donde había como mínimo un clima degradado de impunidad en la relación de unos funcionarios no ya inmorales sino desalmados y unas inmigrantes desesperadas capaces de cualquier cosa, tickets de ida y vuelta para esas noches tórridas de aire siniestro retratadas en los teléfonos móviles con policías descamisados, comida rápida, sexo, botellas, carcajadas, juguetes rotos, puesta en escena ruin que por sí misma, al margen del Código Penal, constituye una vergüenza colectiva.
Sin duda para la policía debe ser torturante el goteo de titulares con abusos innobles protagonizados por esas ovejas negras puestas en el lugar inadecuado en el momento inadecuado que dan una imagen esperpéntica del cuerpo, como en los espejos del Callejón del Gato de Valle Inclán, en vez de dar ésta los dos policías que se arrojaron al interior de un casa en llamas de Fuengirola para salvar vidas perdidas o el nuevo grupo especializado en delitos informáticos de pornografía infantil o el sondeo que sitúa a la Policía como institución más valorada en Málaga por delante incluso de la Universidad. Ya se sabe: ‘good news, no news’. Esta catarsis amarga del Centro de Inmigrantes, sin embargo, acabará por fortalecer a la Policía, no ya por depurarse sino por haber sabido evitar la tentación de la ley del silencio expedientando con todo rigor a los suyos; mientras los dirigentes políticos recurrían indecorosamente a la táctica del avestruz para no asumir responsabilidades políticas inevitables en una democracia higiénica por lo ocurrido en el CIE, ya que ese infierno estaba anticipado en varios informes internos. Ahora, en el aquelarre para sacar todos los demonios de ahí, su silencio les delata.
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