El doloroso éxodo de los palestinos: «No puedo ver a mi mujer e hijos morir ante mis ojos»
Cientos de miles de personas huyen al sur de Gaza tras la orden de evacuación del norte dada por Israel
Diario Vasco, , 17-10-2023«Nos dicen que dejemos nuestras casas, que nos vayamos, que van a empezar los bombardeos y nadie estará a salvo. ¿Que nos vayamos a dónde? No hay lugar a donde ir». Este testimonio de un gazatí, recogido por la agencia Reuters, describe muy bien la cruda desesperación del éxodo que están viviendo los, al menos, 400.000 palestinos que han huido o tratan de escapar hacia el sur de la franja de Gaza desde el norte.
Muchos de ellos tienen la intención de cruzar la frontera a Egipto por el paso de Rafah, aunque anoche permanecía cerrado, dejando bloqueados a palestinos y ciudadanos de diferentes nacionalidades, en especial estadounidenses. Fuentes de El Cairo indicaban que la resolución de la cuestión mediante cualquier éxodo masivo de palestinos resulta inaceptable.
Las familias escapan, en medio del caos, con lo poco que han podido llevarse: mantas, colchones o simplemente con lo puesto, pero sin saber muy bien si tendrán la posibilidad de huir realmente. Las autoridades establecieron dos corredores, uno de ellos la denominada carretera de Saladino, la vía principal de salida, y una ruta que lleva desde Daldul y Al Sana hasta Jan Yunís siguiendo la línea de la costa.
Mientras, la gente seguía llegando al extremo sur de Gaza en coches, camiones, motos, grúas, carros tirados por animales e incluso a pie. Y expuestos a los ataques aéreos o de artillería. Al menos 70 personas murieron el viernes cuando varios proyectiles israelíes alcanzaron un convoy que se desplazaba hacia el sur, según las autoridades palestinas, mientras desde Israel se hace responsable a la propia Hamás, que pidió a la población que se quedara en sus casas. Las mezquitas transmitían el mensaje: «Aferraos a vuestras casas. Aferraos a vuestra tierra».
«Vivimos una noche de horror. Israel nos castigó por no querer abandonar nuestra casa. ¿Existe una brutalidad peor que ésta?», explicaba este sábado desde el hospital un padre de tres hijos. «Prefiero morir y no irme, pero no puedo ver a mi mujer e hijos morir ante mis ojos. Estamos indefensos».
«No sabemos a dónde ir, no hay lugares seguros en este momento en la Franja», decía una joven palestina
«Están atacando directamente a civiles que se van, a la misma gente a la que han obligado a irse», denunciaba una joven palestina. Otro gazatí, en la misma línea, señaló «que el ejército de ocupación pidió a los civiles que se dirigieran hacia el sur y les dijo que podían hacerlo con seguridad. Es mentira. ¿Para qué irse? Prefiero morir en mi casa».
La certeza de que esta zona no es mucho más segura que el norte ha llevado a muchos habitantes de Gaza a no acatar la orden de evacuación. También temen que si se van de sus hogares no se les permitiera regresar, como sucedió en 1948, «cuando no nos dejaron volver». «La muerte es mejor que marcharse», aseguró Mohammad, de 20 años, frente a un edificio destrozado por uno de los ataques aéreos israelíes.
El cruce fronterizo de Rafah seguía este sábado cerrado.
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El cruce fronterizo de Rafah seguía este sábado cerrado. Ahmed Tawfeq/APA
Sin embargo, éste no es un sentimiento compartido por todos los gazatíes. «Todos mis vecinos y sus familias están dejando sus casas», declara a la BBC la joven Farida Adel, residente en la ciudad de Gaza. «Pero no sabemos a dónde ir. No hay refugios, no hay lugares seguros en este momento», se desespera. Farida cuenta cómo «no hay electricidad y la comida y el agua están empezando a faltar. Si nos quedamos, no estamos seguros, no sabemos lo que va a pasar».
En Jan Yunís, en el sur de la franja asediada, Mariam al-Farra, de 36 años y madre de dos hijos, contaba este sábado que las personas desplazadas estaban hacinadas sin agua, electricidad ni conexiones a internet. La falta de cobertura mantiene separadas a miles de familias que no logran comunicarse por móvil con los allegados que se han dispersado durante el éxodo. Otras veces es la ausencia de energía, aunque una voluntaria se encarga de recargar teléfonos con la ayuda de unos paneles solares. La masiva llegada de refugiados impide además llevar un registro concreto en los campamentos. «La gente se limita a decir que todos nos vamos al Sinaí, que nos van a desplazar a la fuerza», señalaba Mariam. «Pero no queremos saber nada de eso. Sólo queremos vivir en paz».
«Esto es un genocidio»
Medios como ‘The New York Times’ o ‘The Times of Israel’ recogen decenas de testimonios en los que se refleja la incertidumbre, el miedo y la desesperación por la falta de alimentos, agua y, sobre todo, una salida. «Hay una crisis de electricidad, una crisis de alimentos, una crisis de agua, una crisis de todo», dice Eyad Abu Mutlaq, de 45 años, también desplazado a Jan Yunís. «Ya sólo Dios puede resolver esto», añade, tras confesar que ha visitado cuatro panaderías y solamente ha encontrado largas colas y falta de suministros.
Esta ciudad, situada a unos 12 kilómetros del paso de Rafah, con una población estimada de unos 247.200 habitantes, ya acogía miles de refugiados antes del inicio de esta guerra. Ha sido usada como punto de lanzamientos de cohetes por Hamás, lo que eleva el miedo de los palestinos a que se convierta en un objetivo potencial de los israelíes. Los desplazados se refugian en casas de parientes, escuelas, hospitales o duermen en plena calle.
Las personas desplazadas están hacinadas sin agua, electricidad ni conexiones a internet
«Pasé la noche tumbado en el suelo fuera del hospital, junto a mi padre porque no había camas disponibles dentro», declaraba a la BBC Adam Aburok, quien afirma que «he tenido que desplazarme ya cinco veces» para estar a salvo. La búsqueda de víveres se ha vuelto crucial. Una vecina relata cómo «he estado buscando alimentos básicos, huevos, arroz, comida enlatada e incluso leche para los niños, y no he podido encontrar nada. Así es como Israel lucha contra nosotros. O mata a los niños con bombas o pronto los matará de hambre». «Lo que ocurre aquí es una lucha por la vida», zanja Zeina Ghanem, una mujer que acaba de llegar a un centro dirigido por Naciones Unidas en el que se hacinan 500 personas en un único espacio. «No hay comida. No hay agua. No se puede dormir», resume.
Las frases
Secretario general de la ONU
António Guterres
«La evacuación es extremadamente peligrosa, y en algunos casos simplemente no es posible»
Jefe de la diplomacia europea
Joseo Borrell
«Los civiles deben ser avisados de operaciones militares para que puedan marcharse, pero las advertencias tienen que ser realistas»
Presidente de Estados Unidos
Joe Biden
«Trabajamos con Israel, Egipto y Jordania para paliar los efectos de los desplazamientos»
Amnistía Internacional
Agnès Callamard
«Han sembrado el pánico y han dejado a la población durmiendo en las calles, sin saber a dónde huir»
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