El rincón de las palabras
La Verdad, 10-08-2006A caso esto del lenguaje suponga una mejora en el nivel de vida, pero también una forma de ver las cosas de manera muy finolis. Y un modo de ir eliminando palabras de los textos, para mantenerlas reducidas, si acaso, al lenguaje coloquial, que sigue siendo, afortunadamente, el más realista y auténtico.
Ahora no se escribe en los papeles que un hombre ha muerto ahogado, sino que ha fallecido por síndrome de inmersión. Y cuando alguien la espelecha achicharrado, resulta que, en realidad, ha sufrido un golpe de calor. Si nos acercamos a la ordinariez del día a día, en el lenguaje oficial ya no existen los albañiles, sino los obreros de la construcción. Tampoco se ven por la Gran Vía hombres de raza negra, sino procedentes de países subsaharianos. La palabra moro es un insulto, cuando se la aplicamos a marroquíes o argelinos, además de un condenable modo de provocar la xenofobia, el racismo.Y no me quiero adentrar por otros pagos de más sentida humanidad: a los subnormales hay que llamarlos deficientes psíquicos o mentales; y al cojo, que nadie le llame renco, sino persona que sufre deformidad física.
Si rondamos las cercanías del sexo, el cambio ha sido tan drástico, que pronunciar ciertas palabras se ha convertido en pecado social y atentado contra los derechos humanos. Por muy gay que cualquiera se confiese y se reconozca, que nadie lo llame sarasa o maricón; y para una lesbiana, publica y notoria, ¿ay de quien la insulte con aquello de tortillera! Y no se olvide que la ramera es mujer de vida pública, que no prostituta o puta.
El relevo de los vocablos socialmente malsonantes se realiza en un afán oficialesco por eliminar la maldad y la suciedad que las propias personas hemos aplicado en el uso del lenguaje; y tal relevo es una memez, porque el paso del tiempo y el uso serán los encargados de cebarse y maltratar los nuevos términos. Si las personas no cambian los conceptos sobre mis queridos niños tontos, sobre mis esforzados y sacrificados hombres negros, sobre mis numerosos amigos homosexuales, sobre la mujer que perdió el brazo derecho en un accidente…, dentro de poco habrá que cambiar el vocabulario imperante para determinados grupos – o colectivos – de la sociedad.
Creo que lo que fastidia es comprobar que son numerosas las palabras de musicales sonidos y de precisas calificaciones que permanecen arrinconadas en los diccionarios, porque se les aplica su sentido de autenticidad.
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