¿Adiós al amigo polaco?
Diario Vasco, , 04-10-2023a reciente asamblea general de la ONU nos ha dejado algunas imágenes de interés para la situación internacional. Pero, sin duda, una de las más potentes ha sido la presencia de Zelenski, vestido con su habitual traje verde oliva. Con independencia de su alocución anti-rusa, han llamado mucho la atención sus palabras dedicadas a algunos de sus aliados, refiriéndose a una fingida solidaridad. Por supuesto, todas las miradas se han dirigido inmediatamente a Polonia, un claro defensor de la causa ucraniana desde el comienzo de la invasión. Es conocida la poca habilidad diplomática del presidente ucraniano, pero en esta ocasión ha cruzado una línea roja inadmisible para las autoridades de Varsovia. De hecho, no se hizo esperar la respuesta del primer ministro polaco al afirmar que dejarían de entregar nuevo armamento a Kiev. Es evidente que la intervención de Zelenski ha sentado muy mal, habida cuenta de que Polonia fue el primer estado en socorrer a los cientos de miles de huidos ucranianos en los primeros meses de la guerra. Sus fronteras quedaron colapsadas y los cooperantes de medio mundo acudieron allí para prestar su ayuda humanitaria. Hoy Polonia alberga 1,3 millones de refugiados y sigue siendo un centro de distribución de armas clave para Ucrania. No parece, por tanto, que las diatribas de Zelenski hayan sido muy meditadas, especialmente, si consideramos que Polonia se puso a la vanguardia de la UE frente a Rusia.
La clave de esta situación está en la entrada de bienes agrícolas ucranianos sin pagar aranceles. Sus cereales, por ejemplo, a precios bajos, no sólo han inundado determinados mercados, sino que han hundido a los agricultores locales. De ahí que hace unos meses Polonia, Rumanía, Hungría, Eslovaquia y Bulgaria pusieran veto a estas mercancías ucranianas, en contra de la postura oficial de Bruselas. Su sector primario se estaba viendo muy afectado y los productores locales pedían medidas al respecto. Tampoco debemos olvidar que la fatiga de la guerra empieza a hacer estragos. Desde el estallido de la crisis, Hungría ha mantenido una actitud discrepante con las políticas sancionadoras hacia Rusia diseñadas por la UE. Orbán, que ganó las últimas elecciones sin mayores problemas, siempre ha mostrado una actitud próxima a Putin. En el caso polaco, no debemos olvidar que hay comicios el próximo 15 de octubre y que el voto del campesinado puede ser decisivo para que el partido gubernamental, Ley y Justicia, se mantenga en el poder, una vez que la formación ultraderechista Confederación aspira a tener unos buenos resultados, en cierta medida, cuestionando el coste de la asistencia dada a Ucrania y no invertida en Polonia. Sin duda, es el mismo alegato que se ha encontrado Zelenski en su visita al Congreso de Estados Unidos por parte del ala trumpista del Partido Republicano. Como se sabe, la UE está siendo víctima de una fuerte subida de la inflación, acentuada por mor de la conflagración, lo que está generando un importante malestar.
No sabemos bien el alcance de la decisión de Varsovia, pero lo que está claro es que puede contribuir a abrir grietas entre los aliados, lo que supondría un claro desastre para Ucrania. En ello está, por ejemplo, la propaganda rusa, con cierto predicamento todavía en las repúblicas ex soviéticas. Si bien no parece que este discurso vaya a hacer mella en Polonia por razones históricas. Las desavenencias entre polacos y rusos vienen de muy atrás, de la época de los zares, y se acentuaron con los soviéticos. ¿Acaso no se repartieron Polonia Hitler y Stalin? Poco después, el final de la Segunda Guerra Mundial fue desastroso para Polonia, que vio cómo sus fronteras se alteraron sensiblemente. Sus pérdidas territoriales fueron ganadas por la Unión Soviética a través de las Repúblicas Socialistas Soviéticas de Lituania, de Bielorrusia y, principalmente, de Ucrania. Cabe recordar, asimismo, que en Ucrania y Polonia se dio una auténtica limpieza étnica. Los partisanos ucranianos mataron a unos 90.000 polacos, por unos 20.000 ucranianos asesinados a manos polacas. Entre 1944 y 1947, prácticamente 1,2 millones de polacos fueron expulsados de suelo soviético, en su mayoría de Ucrania. Los polacos respondieron echando a más de 482.000 ucranianos. Estas cifras, aportadas por Keith Lowe en ‘Continente salvaje’, no dejan de ser estimaciones bastante conservadoras. El odio a lo ruso se convirtió, durante la Guerra Fría, en odio a lo soviético, realidad en la que se encontraba incluida lo ucraniano. Parecería que estas heridas estaban ya superadas, pero es difícil saber si han cicatrizado bien o aún hay ciertos resquemores en parte de la sociedad polaca que sufrió los horrores que se han comentado. ¿Es la economía la única causa de esta decisión o hay detrás alguna otra explicación adicional? ¿Puede esta nueva postura de Polonia forzar otras decisiones en el resto de naciones europeas?
Con frecuencia voy a un garaje donde hay un tipo maduro, canoso, con barba recortada, pulcro y vestido con un mono azul de los de antes. Está sentado en una garita donde no cabe un calendario, es educado y correcto pero no se mata, saca la mano para darme el recibo sin apenas levantar la vista de un libro; de eso se trata, del libro, siempre le encuentro leyendo. Con el tiempo nos saludamos y, a veces, charlamos: así supe que, de niño, en la escuela el maestro había comunicado a su padre que no servía para estudiar, que no se concentraba; hoy hubiera seguido en el cole, seguro. Nunca perdió su amor por la lectura. Hace unos días día le pregunté qué leía, me quedé anonadado, estaba con Montaigne, yo estaba superado y sorprendido, qué capacidad y qué envidia. Estaba obsesionado con él, qué hubiera podido ser de haber podido estudiar; una mañana me armé de valor y le dije con mucho tiento, y sin faltar, que con su capacidad todavía podría aspirar a un trabajo mejor, de otro nivel; me miró un rato pensativo y sin atisbo de duda me dijo: «Sí, claro, pero cuándo iba yo a leer».
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