Ella, la niña de las botas de color rosado

Más de 60.000 niños han cruzado la terrible selva panameña de Darién; algunos, se han quedado huérfanos

La Vanguardia, CARMEN CARRASCO, 27-09-2023

Ella es la niña de las botas de color rosado, aún no sabe, ¿por qué está allí?… Más de 60.000 niños han cruzado la selva de Darién, muchos acompañados por sus padres, algún familiar cercano y otros han tenido la mala suerte que su acompañante y protector se los devoró la jungla.

Y, entonces, solo le quedan dos opciones: morir o ser adoptado en la travesía por un inmigrante para poder llegar sano y salvo al primer puerto.

Es la historia de esa niña que representa la historia de otros niños que dejaron de juguetear con sus amigos en sus ciudades y pueblos para jugarse la vida en la selva.

Ella no es Alicia en el País de las Maravillas del autor Charles Lutwidge Dodgson y en la que narran sus grandes aventuras; ella es una niña que su gran episodio fue soltar su mochila antes de ser tragada y morir ahogada mientras atravesaba el caudaloso río. Perdió sus cuentos de hadas, perdió sus fotos y sus recuerdos.

Ella no es la Cenicienta, la de los cuentos de hadas, ella no perdió uno de sus zapatos al asistir al baile de palacio, uno de ellos lo engulló el espeso lodo de la selva. Y, jamás será encontrado por su soñado príncipe azul.

Ella no es la Cenicienta, la de los cuentos de hadas, ella no perdió uno de sus zapatos al asistir al baile de palacio
Ella no sueña, ella tiene pesadillas. Vio a su paso cadáveres de los que idealizaron encontrar la tierra de la libertad. Ella no mira, solo observa a su alrededor el dolor y la miseria. Busca y no encuentra en la muchedumbre un rostro que le sea familiar. Sus trenzas, de varios días, se ha convertido en un enjambre de nudos.

Ella forma fila, pero no para ingresar al colegio, es para ser entrevistada por un funcionario de migración panameño a quien le proporcionará su nombre, nacionalidad y señas de algún familiar en su lejana tierra que pudiera reclamarla.

Ella no llora, está deshidrata y tiene hambre, pero los dolores abdominales son más fuertes que su necesidad de alimentarse. Está invadida por amebas del agua que bebió de los ríos y charcos.

Ella se mantiene en pie, como el mejor de los soldados, su único pasaporte son sus fuertes piernas que no le fallaron en la larga travesía.

Ella se mantiene en pie, su único pasaporte son sus fuertes piernas
Ella, con su vestido, el dominguero, el utilizado para ir a misa, humedecido, le ayuda a protegerse del infame calor y de los mosquitos insaciables.

Ella esta allí, con sus pies invadidos de lodos. Un soldado panameño al verla le entrega un par de botas color rosado. Ella le agradece el gesto y con su voz infantil le dice:

- “Muchas gracias, las usaré cuando pueda limpiarme bien los pies. No quiero ensuciarlas”.

Ella, la niña de las botas de color rosado solo quiere regresar a la tierra de sus padres y de sus abuelos. Y volver a jugar y despertar con la sonrisa que alguna vez le robaron. La jungla del Darién no es el camino para llegar a Disneylandia.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)