El temor a represalias de Azerbaiyán lleva a casi 7.000 armenios a salir de Nagorno Karabaj

La mayoría de los refugiados está en la ciudad de Goris, cerca de la frontera, tras ser «forzados» a abandonar el enclave

Diario Vasco, Rafael M. Mañueco Corresponsal. Moscú, 26-09-2023

Desde este domingo, el flujo de refugiados procedentes de Nagorno Karabaj que están entrando en Armenia no ha cesado y, según el Gobierno armenio, se acerca ya en tan sólo 24 horas a las 7.000 personas, de 120.000 que quedan en el enclave. Las imágenes son idénticas a las que se vieron a principio de los años 90, cuando los que huían eran los azerbaiyanos que vivían en Nagorno Karabaj o a las de los georgianos expulsados de Abjasia y Osetia del Sur. La diferencia es que entonces el éxodo era para escapar directamente de la muerte y ahora, según ha estimado este lunes el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, «hay esperanza de que se instale la paz» en Karabaj.

Lo cierto es que, salvo las víctimas habidas durante la operación militar lanzada por las tropas de Bakú la semana pasada, que en Ereván cifran en 200 muertos y 400 heridos, sin hacer distinción de militares y civiles, ahora mismo en el área de Stepanakert, en donde los armenios desde el otoño de 2020 son protegidos por fuerzas de paz rusas, no está habiendo ninguna matanza ni tampoco combates o bombardeos.

Es cierto que hay miedo, de ahí la estampida de refugiados, y no es para menos porque durante décadas, con razón o sin ella, tanto Armenia como Rusia, pueblos ambos cristianos de fe ortodoxa, han estado agitando el temor a un desquite de Azerbaiyán por la limpieza étnica que los armenios llevaron a cabo durante y tras la guerra de finales de los 80 y comienzos de los 90. Esa política de demonización del Azerbaiyán musulmán, junto con el recuerdo del genocidio que los turcos, también musulmanes, perpetraron contra los armenios a comienzos del siglo pasado, impidieron resolver el contencioso por la vía diplomática. Y así hasta que Azerbaiyán decidió optar por el uso de la fuerza en la guerra de hace tres años y en la ofensiva del pasado martes para terminar de poner bajo su control todo Nagorno Karabaj, territorio que la comunidad internacional reconoce como azerbaiyano.

El pasado jueves, tras la rendición de los armenios karabajíes, tuvo lugar una primera reunión de sus representantes con las autoridades azerbaiyanas en la localidad de Yevlaj. Este lunes, según la agencia azerbaiyana Trend, las conversaciones para la «reintegración» se han trasladado a Jodzhali, población que, según Bakú, fue escenario, a finales de febrero de 1992, de la mayor masacre de azerbaiyanos habida durante la primera guerra que libraron ambas etnias y que ganaron los armenios. Perecieron en dos días más de 600 civiles azerbaiyanos.

Ahora, el presidente de Azerbaiyán, Ilham Alíyev, promete que no habrá venganza. «Los habitantes de Nagorno Karabaj, sea cual sea su etnia, son ciudadanos de Azerbaiyán. Sus derechos serán garantizados por el Estado azerbaiyano», aseguró este lunes Alíyev en Najicheván (enclave situado en el extremo suroccidental de Azerbaiyán) en una rueda de prensa en compañía de Erdogan.

«Proceso de reintegración»
«Confío en el éxito del proceso de reintegración de los armenios de Karabaj a la sociedad azerbaiyana», agregó el presidente azerbaiyano. Los dos líderes se reunieron para hablar de la nueva situación en Karabaj y para buscar la manera de conectar sus respectivos países a través de Najicheván, territorio que, al estar aislado del resto de Azerbaiyán, necesitaría el visto bueno de Armenia para que pueda materializarse el nexo.

El grueso de los refugiados armenios evacuados de Nagorno Karabaj se concentra ahora en la ciudad de Goris, situada cerca de la frontera, nada más atravesar el corredor de Lachín, y llegan la mayoría a bordo de autobuses. Las televisiones rusas les muestran cansados, irritados, muchos de ellos llevando lo puesto, y afirmando que les «forzaron» a abandonar el enclave en donde tienen sus casas. Todos los hoteles de Goris están abarrotados de karabajíes.

Pero, en Jodzhali, representantes karabajíes y azerbaiyanos con Ramín Mamédov al frente, el delegado enviado especialmente por Bakú para negociar, han acordado la entrega de ayuda humanitaria, el despliegue de servicios sanitarios, el restablecimiento de los servicios mínimos y la reparación de las infraestructuras dañadas. El viceprimer ministro azerbaiyano, Shahín Mustafáyev, dirigirá un grupo de trabajo para «estudiar las necesidades sociales, humanitarias, económicas y de infraestructura». En Jodzhali se ha pactado también organizar visitas de armenios a Bakú y a otras ciudades de Azerbaiyán «para crear una plataforma de diálogo de la sociedad civil y adoptar medidas que posibiliten la generación de confianza».

Por su parte, el Ministerio de Exteriores ruso ha respondido a los reproches que lanzó contra Moscú el domingo el primer ministro armenio, Nikol Pashinián, calificándolos de «inaceptables». Según la Cancillería rusa, «con declaraciones antirrusas, Pashinián pretende eximirse de su responsabilidad por los fracasos de su política exterior e interior echando la culpa a Rusia». Según el comunicado, «Ereván está cometiendo un grave error al intentar deliberadamente destruir los vínculos con la Federación Rusa y convertir su país en rehén de los juegos geopolíticos de Occidente».

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