“No soy una mala persona, no pensaba que acabaría en un lugar así. Y no pensaba que un lugar así pudiera existir en Italia”, dice Dhahbi Khlifi, un joven tunecino de 30 años que, tras cruzar el Mediterráneo, fue trasladado a un de los centros de repatriación de migrantes (CPR por sus siglas en italiano) repatriados por Italia, criticados durante décadas por organizaciones de derechos humanos. Al calor del pico de llegadas registrado en la isla de Lampedusa, el Gobierno de Giorgia Meloni ha aprobado esta semana la construcción de más CPR, uno por cada región, y el aumento del tiempo máximo de encierro.