Voluntariado
Gara, 09-08-2006Hace unas semanas se anunció a bombo y platillo que el número de incendios había disminuido. Especialmente en Galicia. Alguien oyó, leyó el dato y se puso manos a la obra. Tenemos incendios en territorio con bi y tri partito encabezado por los socialistas. Así son las casualidades. En todos los incendios que ahora nos televisan se nos asegura que existe voluntariedad, que han sido provocados. Es una canción triste con diversos ritmos, pero que nos colocan ante una realidad incontrovertible: el humo ciega demasiado los ojos. Y como siempre se alza la voz de la caverna para meter el dedo en el ojo chamuscado. El fuego es utilizado como arma política partidista. Es la sinvergonzonería absoluta.
Cada vez vemos escenas más conmovedoras. Los incendios se están convirtiendo en un género televisivo. Los fondos de bosques envueltos en una nube de humo. Los primeros planos de los fuegos tocando casas o pueblos. El trasiego de camiones y personal armados de mangueras o simples ramas. Protegidos por máscaras y cascos o por trapos. Lo que vamos presenciando se podría llamar El voluntariado a la fuerza. Vecinos, afectados que colaboran de manera irreversible para apagar los incendios que asedian sus propiedades. Nos hablan que en Portugal, otra tierra de incendios televisados, los bomberos son voluntarios. Aquí son profesionales. Pero deben buscar apoyo de los voluntariados más cercanos de la catástrofe, porque la mano criminal que enciende los bosques se ha multiplicado y ha creado un cerco insuperable.
Es como esa nueva modalidad de turismo solidario sobrevenido que se ha implantado en algunas playas canarias. Llegan los cayucos a las arenas con sombrillas de los viajes T.I. y los turistas se convierten en un voluntariado improvisado. Dan agua, cubren con sus toallas los cuerpos ateridos por la hipotermia de esos jóvenes africanos, utilizan sus móviles para avisar a las asistencias. Se repiten cada día, y es que la marea de inmigrantes se está haciendo incontenible. Parece que en el Atlántico hay unas rutas completamente saturadas de barquichuelas cargadas de esperanza que se convierten televisivamente en escenas de lo insufrible. –
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