Y la tierra tembló
La Voz de Galicia, , 12-09-2023«La desgracia ya no está tanto en lo que les sucede, sino en las condiciones en que los tienen y en las soluciones que les aportan». No recuerdo ahora mismo dónde lo habré leído. O igual me lo inventé, no estoy seguro. La vida se ha subido al circuito virtual y uno ya no distingue bien la escena de la realidad. Además, las desgracias nunca vienen solas o, lo que es lo mismo, siempre llegan dobladas. La tierra tembló y sembró la tragedia en los aledaños de la cordillera del Atlas. Y la sembró entre los más humildes, los más olvidados y los más necesitados. Gentes que tienen que escombrar a sus muertos a pico y pala y enterrarlos a golpe de azada. Contaban entre lágrimas cómo tuvieron que arrancar a un niño de cuatro años sin vida de los brazos de su madre, también cadáver. Allá por Taurir y otros pueblos aislados, los supervivientes tienen que cubrirse por la noche con sacos de pienso o con plásticos. Los niños se distraen jugando al fútbol con pelotas de papel. La maldita fractura de la placa tectónica dejó a los más débiles sin hogar y sin futuro. Como si escogiera el lugar idóneo para repartir muertos. Es la otra cara de la desigualdad, con casas de adobe y ladrillo que se vienen abajo con el soplo del lobo del cuento de los tres cerditos. Son personas que aún están fuera de las agendas de sus mandatarios, que incluso se dan el lujo de rechazar la ayuda de los países que no son de su cuerda. Eso sí, recomiendan los rezos oportunos. Y aquí, entre nosotros, aún hay borrachos de racismo que se regodean con la desgracia. Estamos en un tránsito deplorable de la humanidad, una muestra palpable de que el futuro se tambalea. Las tragedias no tienen patria.
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