La playa del Sueño Africano
La Verdad, 08-08-2006Mi amigo Ricardo defiende que la justicia no existe. Yo creo que la Justicia, con mayúsculas, queda lejos de las posibilidades de cualquier mindundi como nosotros, pero cada día te asalta a la cara la posibilidad de ser justo, de aplicar la justicia en tu casa, en tus dominios, y sus efectos pueden ser asombrosos. Ser justo, un propósito tan subjetivo y grandilocuente, puede transformarse en algo tan simple como compartir una magdalena a la orilla del mar.
Acostumbrados a empujar las lentejas con un bombardeo de imágenes de violencia en cada sobremesa, aún te puedes emocionar viendo cómo decenas de bañistas se lanzan a socorrer a 88 subsaharianos que desembarcan de un cayuco moribundos en la playa tinerfeña de La Tejita.
Me quedo con una imagen: un chaval, ataviado con el absurdo gorro estilo corresponsaldeguerra que todos hemos lucido alguna vez, la piel tostada de tanto sol y con un bañador subidito de color abraza a uno de estos inmigrantes con dulzura, apoyando su exhausto cuerpo contra su pecho. Con paciencia le da migajas de una madgalena para evitar que se atragante, animándole a masticar y mirándole con lástima y perplejidad: «¿Para esto venís aquí?», debía pensar este samaritano con look de surfero.
Vienen para veranear, vienen para ser un españolito medio más que en invierno, deprimido por el frío, acosado por la cuenta de la Visa y cansado de tanto currar, sueña con sus vacaciones; se motiva con saber que todo ese esfuerzo servirá para tumbarse en La Tejita de Tenerife o en la playa del Puerto de Mazarrón. Ese plan, a primera vista poco ambicioso, es el sueño africano. ¿Los africanos se juegan la vida por pinchar la sombrilla en Lo Pagán? No, los africanos mueren a diario por saber qué es tener las necesidades básicas cubiertas: un empleo, una seguridad económica para sus familias, unos estudios para sus hijos, una oportunidad de prosperar, una cuenta con fondos en el banco, una asistencia sanitaria, una convivencia social sin violencia, un techo en propiedad… Porque cuando todo eso sea normal en su vida, cuando ese sueño inalcanzable en su país de origen se transforme en su cotidianidad, veraneará. Será un occidental más. No hay efecto llamada más persuasivo que el hambre.
Impulsivamente los bañistas de aquel día se abrazaron y aplaudieron cuando acabó su labor. Fue su oportunidad de ayudar, y la presión de saber que su aportación sólo será una gota de agua en un mar de injusticias no les frenó. La Tejita siempre será para ellos la playa del Sueño Africano; la playa del día que fueron justos.
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