Refugiados

Zaporeak, un hogar para miles de refugiados

La organización guipuzcoana reparte diariamente 2.200 raciones entre la población del campo de Kara Tepe

Diario Vasco, Estrella Vallejo Enviada especial a Lesbos, 04-09-2023

Llega la una de la tarde y voces de ‘please, sit. Lunch time!’ intentan abrirse camino entre los diferentes ambientes que se generan en el centro ‘When we band toghether’ que lleva tres años operando en Lesbos y con el que Zaporeak colabora en la isla griega. A la voluntaria de esta organización le cuesta hacerse oír entre un grupo de niños que está tirándose por una de las txirristras a una piscina hinchable. Es día de reparto de ropa, y en el interior de la nave, un grupo de mujeres elige qué meter en sus bolsas. Mantas, pantalones, ropa de bebé… Se superan los 30º en la isla griega pero hay que ir teniendo provisiones para el invierno.

En otra zona, varias adolescentes afganas miran el móvil, mientras Kifah, una joven somalí, juega con su pequeña de siete meses. En el exterior, otro grupo de niños de entre 5 y 10 años colorean un Mario Bros y juegan a cartas. Ríen, juegan y olvidan por un momento el terror que les hizo huir de su país, la incertidumbre en la que se encuentran, y su condición de refugiadas. «Aquí no hay etiquetas, solo somos personas que venimos a pasar un rato agradable», apuntan.

Zaporeak reparte alimento y sonrisas en Kara Tepe
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Estrella Vallejo
La furgoneta de Zaporeak empieza a descargar el centenar de raciones que entrega diariamente a esta organización, cuyo objetivo es crear un espacio seguro para mujeres y niños que viven en el campo de refugiados de Kara Tepe, proporcionándoles un espacio en el que poder ducharse con la certeza de que ningún hombre va a interrumpirlas; recurrir al servicio de lavandería del que carece el campo; o simplemente, permitiéndolas estar. Estar tranquilas, seguras y libres. A generar esa burbuja en la que sentirse protegidas también contribuye la organización guipuzcoana, garantizando una alimentación saludable para ellas y sus hijos. «Zaporeak cuida el estómago y nosotros nos encargamos de cuidar el alma», dice Stravos Mirogiannis, coordinador de la ONG y exgerente de Kara Tepe entre 2015 y 2019.
Y entre tanto, el tiempo en los fogones de Zaporeak no se detiene. Cada día a las ocho de la mañana se levanta la persiana de las cocinas de la organización guipuzcoana en Lesbos. Arrancan cada jornada con el mismo ritmo frenético. Estos días los fogones de la ong guipuzcoana cuentan con un refuerzo de personal gracias a la comitiva vasca que se ha desplazado a la isla griega para mostrar su respaldo al proyecto. Pero en un día, diez personas cocinan 2.200 raciones de comida, una alimentación que teóricamente es complementaria a la que proporciona el Gobierno griego en el interior del campo, pero que en la práctica supone para muchas de estas personas su única ración diaria. El objetivo es alcanzar las 3.300 y llegar a toda la población refugiada.

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El drama se cronifica en Lesbos
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Las imágenes de la solidaridad.
Las cocinas de Zaporeak, ubicadas a unos veinte minutos de la capital, Mitelene, han dado un cambio considerable en los últimos años. «Hemos pasado de jugar a las cocinitas a tener una infraestructura profesional», explica Peio García Amiano, fundador de Zaporeak. La última incorporación son las máquinas donadas por Fagor que funcionan con vapor. «Así no tenemos que usar las ollas con las que cocinábamos con gas. En verano se alcanzaban 65 grados y cada diez minutos había que salir de la cocina», comenta El’mar Shabani, un joven turkmenosirio que trabaja en la ong guipuzcoana desde hace años.

Dentro del campamento
El menú de este viernes era ensalada de garbanzos. «Hacen falta 80 kilos de legumbre», señala Hadi, otro refugiado que es de los veteranos de la cocina. Mientras la consejera de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales del Gobierno Vasco, Nerea Melgosa, y el director de Migración y Asilo, Xabier Legarreta, ayudan a los voluntarios a cortar la lechuga, los tomates y la col, otros se encargan de elaborar el pan de pita que desde hace unos años preparan diariamente. A continuación, las raciones son emplatadas y trasladadas para su distribución. La mayoría se entrega dentro del campo de refugiados de Kara Tepe, y 800 raciones se entregan a otras organizaciones con las que colabora Zaporeak para que efectúen las entregas en sus centros. La consejera Melgosa pone en valor la labor de Zaporeak. «Incidiremos en la necesidad de desarrollar políticas para que las ongds que trabajan con los refugiados implementen la visión de género y tengan también un enfoque de protección de la infancia», asegura.

Kara Tepe es un lugar al que solo se puede acceder como voluntario, con estrictas medidas de control. «Para nosotros fue un avance que nos permitieran hacer el reparto dentro del campamento», reconoce Peio. Las personas que hacen cola para recoger su ración son refugiados en situación de vulnerabilidad, en su mayoría mujeres y niños. «Los médicos nos dicen que las mejoras son evidentes, como en el caso de personas con diabetes que gracias a una alimentación adecuada han pasado de tener que pincharse insulina tres veces al día a hacerlo una», ejemplifica.

Zaporeak llevaba años cocinando 1.500 raciones diarias, pero el aumento paulatino del flujo de refugiados en Lesbos a consecuencia del terremoto en Turquía les empujó a incrementar su productividad. «Ves tan cerca poder alimentar a todo el campo que quieres lograrlo, pero hemos llegado a nuestro tope», apunta Zazpi García Amiano, otro de los fundadores del proyecto guipuzcoano, quien asegura que cuentan con la infraestructura para llegar a las 3.300 personas que viven en Kara Tepe, pero les faltan medios económicos.

Testimonios
«Es horrible verte en una lancha estropeada en mitad del mar»
Testimonios
Zakiah Mohamedi | Afganistán
«Es horrible verte en una lancha estropeada en mitad del mar»
Zakiah Mohamedi tiene 27 años y lleva siete meses en la isla. Ella y sus tres hijos, de 7,5 y 3 años, lo consiguieron a la tercera. En los dos primeros intentos «la lancha se pinchó y, en el segundo, el motor no funcionaba. Verte en esa situación en la mitad del mar con niños tan pequeños es horrible», relata. Esta joven de 27 años huyó de su país tras la llegada de los talibanes. «No había otra opción que huir. Aquí me siento bien, me siento segura y es un lugar mejor para mis hijos». No obstante, subraya la dureza del viaje hasta llegar a Grecia. «Y es más duro para las mujeres, porque siempre estamos más expuestas que los hombres, y se dan casos de violaciones», confiesa.

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