Mil rumanas por semáforo

La Verdad, 07-08-2006

Como ayer era domingo, el ejército habitual de rumanas sin papeles, pero con toda una cubertería de plata distribuida al libre albedrío por entre las encías de las bocas de pedir, que cada día hacen guardia pretoriana en los semáforos varios que conducen a mi casa, se ve que se tomaron el día libre para salir a navegar, practicar top – less en el más distinguido club de regatas o deglutir una mariscada fina aprovechando que la cubertería de plata ya la llevan puesta, que no creo que ni una cosa, ni la otra, ni la de más allá. Pero el caso es que se han pirado las sin papeles del ejército rumano de todas las edades y condición física – las hay embarazadas y ancianas, descalzas, una esquelética y algunas con muy mala sombra – , y han dejado a los semáforos y a nosotros en paz por unas horas.

Nos hemos ahorrado así un rosario de manos tendidas, otro de golpecitos en los cristales, una insistencia maratoniana en sacarse algunos euros y esa especie de sensación pegajosa que te provoca el saber que si pudieran estar de crucero por Cerdeña o viviendo dignamente en sus tierras no andarían ahí corriendo el riesgo de una insolación o un atropello y con la dentadura de plata hirviendo, las jodías.

Como son ya tantas y es tanto ya el tiempo en que han hecho de los semáforos su dulce hogar y su oficina de trabajo, además de que hay que reconocer que las pobres tienen la gracia y el salero donde Cristo perdió el gorro, el caso es que yo no veo a un prójimo soltar un céntimo, un chavo, un cheque al portador. Así es que las del ejército rumano de rumanas cuando las ves a primera hora tienen cara de malas pulgas, pero cuando te las encuentras ya de regreso, están que echan fuego por la boca y rabia por los ojos, furia por los gestos con los que te reclaman atención y algo suelto, y rostro en general de muy pocos amigos. Y tú te dices:

¯¿Qué tendrán estos semáforos que no tengan otros? Y aguantas el temporal de calor y de miradas asesinas, porque a lo mejor si fuésemos usted o yo los que estamos ahí clavados todo el día bajo el sol, con la cubertería de plata a cuarenta grados entre unos pocos dientes que aún quedan sanos, todavía tendríamos más malos modos, más malas pulgas y ácaros y peores intenciones. Hoy estarán ahí de nuevo, cada una con la foto de un hijo pequeño al que tienen que alimentar, que por cierto es ¿el mismo niño en todas las fotos! Otro misterio. (aarco@laverdad.es)

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