Diplomacia

El Correo, 07-08-2006

Sigue la Alianza de Civilizaciones anunciada por Zapatero y ya podemos apreciar algunos espectaculares resultados. Eso sí que es éxito y no lo de otros. El propio Zapatero se pone un pañuelo palestino y por poco no sólo no arregla la guerra sino que nos lleva a ella contra Israel. No hemos acabado por los pelos a tortas con los judíos gracias a los denodados esfuerzos diplomáticos de Moratinos, que la verdad es que hizo lo que pudo para conseguirlo dándole grititos a Mauricio Hatchuel. Por si fuera poco el integrismo islámico no parece ablandarse ante estas concesiones porque sigue reclamando la propiedad de todo el territorio español y para colmo de males en las Canarias andan unos declarándole directamente la guerra a la civilización romana ni más ni menos, asegurando en su ‘Estatut’ particular que no tienen que ver nada con ella ni con su obra civilizadora y reivindicando a la par sus raíces étnicas como población protohistórica de origen norteafricano, o sea poniéndoles a los marroquíes los dientes largos mientras a esas islas llegan pateras y pateras con las que el Gobierno no sabe qué hacer. La verdad es que si uno fuera canario no andaría jugando con las cosas de comer y no se daría esas alegrías étnicas que nos podemos permitir los vascos y los gallegos desde aquí arriba, desde el Cantábrico y el norte de España. No es lo mismo hacerse el indígena y el espécimen racial en Donosti o en Vigo que en el norte de África teniendo al lado a Marruecos. La verdad es que eso era ya lo que nos faltaba: que la Alianza de Civilizaciones termine con Mohamed VI organizándonos – como su padre – una ‘marcha verde’ o una ‘marcha fucsia’ sobre Tenerife. Sería un lindo final.

Para meterse a un oficio uno debe saber si tiene o no las dotes necesarias. No se puede ir por la vida de pacificador si se es un revanchista vocacional o un patoso que habla todo el día de la Guerra Civil. Yo, por ejemplo, tengo un pariente que es la antidiplomacia en persona, el ser capaz de rememorar en el momento menos oportuno las viejas afrentas que todos habíamos logrado olvidar. No le haría ministro de Exteriores. Si la paz entre EE UU y la extinta URSS hubiera dependido de él habríamos tenido guerra nuclear. Habría sabido hallar las palabras precisas para desatar la hecatombe. Pienso en Zapatero y en su abuelo fusilado. Pienso en Aznar poniéndose las gafitas de Unamuno para decir en aquella universidad americana que el odio del Islam a España no es de ahora sino de hace siglos. Buena teoría para hacer amigos. No sé quién le hizo esa conferencia a Aznar pero me lo imagino. Sospecho que es el mismo genio de la diplomacia que estos días ve resucitar en la sociedad española el antisemitismo de 1492.

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