Una afamada pianista ucraniana se refugia en Sopela y busca trabajo para dejar de vivir de la caridad

El Correo, Ane Ontoso, 17-07-2023

La famosa compositora, pianista y organista ucraniana Iryna Aleksiychuk (Donbass, 1967) tuvo que salir de su país por la guerra. Guiada por la intuición, lo hizo dos días antes de que Rusia invadiese el territorio en compañía de sus dos bulldogs franceses, Airis ‘La Perla Azul’ e Ilana. Se fue «sin nada». Pero no se equivocaba, desde el «24 de febrero de 2022», una fecha que tiene grabada a fuego, ha perdido a muchos amigos y vecinos. «Ocurre cada día. Mi Facebook parece una necrológica», lamenta.

Lo cuenta a EL CORREO, en perfecto castellano, desde Sopela, el pueblo que le ha acogido con los brazos abiertos. A ella y a sus mascotas. «Con perros no puedes participar en el CEAR (Comisión Española de Ayuda al Refugiado)», explica. Pero encontró a Andone, una sopeloztarra que «ni preguntó». Y después a Laura, de Urduliz, a la que considera «una hermana». Se siente «muy agradecida» hacia todas las personas que le han apoyado, «desde Cruz Roja, a la Iglesia o Cáritas».

Reconocida con el galardón de Trabajadora de Honor de Arte de Ucrania, Iryna también ha recibido premios de prestigio. Siguió los pasos de su padre, Borys, director de coro profesional y barítono, y con tres añitos empezó a tocar el piano «de oído», con cuatro hizo su primera composición y con siete dio su primer concierto solista.

Como profesora asociada de la Academia Nacional de Música de Ucrania, en Kiev, sigue enseñando composición, instrumentación y lectura de partituras «en línea» a su alumnado «para no parar el proceso y puedan obtener sus títulos. No hay otra posibilidad, bombardean día y noche. No hay un lugar seguro». Su madre está allí, se niega a salir del país. «Tiene 80 años y tiene allí la tumba de mi padre y a sus amigos y vecinos de toda la vida», relata.

«Feliz de estar viva»
Desde que en 2014 comenzase la guerra en Donbass, su lugar de origen, Iryna se convirtió en voluntaria para «a ayudar a nuestros ejércitos con todo lo que podía». Continúa haciéndolo con su sueldo como docente. También lo emplea para alquilar un piano vertical y poder practicar, gracias al espacio que le prestan. Pero su salario son «unos 300 y 350 euros al cambio». Y aunque, de manera puntual, ha ofrecido conciertos en el Palacio Euskalduna y en la iglesia de Sopela, necesita «algo fijo, no puedo vivir toda la vida con Laura».

¿El problema? La escasez de ofertas, así como la homologación de sus títulos. «Es complicado. Tengo miedo de mandar los documentos originales a Ucrania. E ir personalmente a ponerme debajo de una bomba, es peor». Pese a todo, se siente «feliz de estar viva».

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