«Mira cómo juego a los cayucos, abuela»
La llegada de pateras es tan habitual que los niños imitan sus
La Razón, 06-08-2006Madrid – «¿Qué haces metida en esa caja de cartón?». «Es un cayuco, abuela;
estoy jugando a los inmigrantes». En Tenerife, los niños ya no quieren
balones ni muñecas, sólo piden cajas de cartón y cestas de la compra para
«jugar a los cayucos».
Claudia tiene cinco años y en su
casa ya no saben cómo explicarle que no se tiene que meter en «barcos de
papel» porque lo que ve cada día «no es un juego». Sus padres y su abuela
la intentan decir que «eso es una cosa muy seria», que se trata de vidas
humanas y que hay niños como ella que lo pasan muy mal en sus países y que
por eso tienen que venir hasta España. Sin embargo, los adultos cuentan
que ya es complicado explicar a sus hijos que este panorama no es normal
cuando lo ven cada día por las imágenes de la televisión. «Se han criado
con ellas y muchas veces ya no sabes qué decirles cuando te hacen
preguntas», dicen.
A María del Carmen la situación le pudo la
semana pasada cuando un cayuco llegó a la playa donde estaba con su hijo
de cuatro años. Le dijo: «Vamos a por mantitas a casa, mamá, que es lo que
hacen en la tele cuando llegan los de los barcos». Ella se puso a llorar.
Eran las nueve de la noche y estaba en la Playa de Las Galletas, al sur de
Tenerife. «Tengo 33 años y es la primera vez que les veo llegar con mis
propios ojos a la playa. Mi hijo los ha visto y sólo tiene cuatro años,
¿hasta dónde va a llegar esto?». Han pasado varios días, pero aún se
emociona cuando cuenta todo lo que vio aquella tarde. Se trataba de una
embarcación con 94 personas. «Cuando los ves tan de cerca te impacta»,
explica. Le llamaron la atención sus caras, sus miradas perdidas, su olor
a mar, sus labios hinchados por beber agua salada, su piel helada, la
gente haciéndoles fotos. Todo el mundo intentaba ayudarles. Les quitaban
sus ropas mojadas y les ponían las suyas, les envolvían con sus toallas,
les daban fruta y mucha agua.
Pero no todos reaccionan de la misma
manera. Elena cuenta que se le «rompió el alma» cuando vio cómo algunos,
los menos, se acercaban hasta la zona acordonada por la Guardia Civil para
insultarles y gritarles que se fueran a sus países porque ya no cabían más
inmigrantes en la isla. Elena estuvo en la playa La Tejita la semana
pasada cuando llegó otra embarcación. «Bajaron del cayuco a tres hombres.
Les tenían que ayudar porque no podían ni tenerse en pie. Les tumbaron en
la playa y se murieron allí mismo. Era la primera vez en mi vida que veía
un muerto».
Samuel trabaja en la Cruz Roja de Las Palmas y aún
no se acostumbra a la sensación de ver los cadáveres cuando ayuda a los
inmigrantes a pie de playa. Hace dos lunes recogió dos cuerpos. «Llevaban
ya varias horas porque llegan con el cuerpo rígido. Sus compañeros nos
contaron que habían tirado por la borda otros cuatro y que algunos de
ellos se tiraron vivos al mar porque ya no aguantaban la desesperación de
estar a la deriva sin agua y sin comida», explica. Ayer tuvo más suerte y
los 92 inmigrantes que recogieron a las 9:30 de la mañana en el muelle de
Arquineguin de Las Palmas estaban en «buenas condiciones». No había niños
como le ha ocurrido otras veces. «Los más pequeños te miran muy raro
porque primera vez en su vida ven a una persona blanca a su lado y se
asustan», dice.
Sin embargo, en Lanzarote la situación fue más
trágica, ya que las olas arrastraron hasta la Caleta del Mero el cadáver
de un hombre de origen magrebí. El cuerpo, cuyo aspecto denotaba que el
hombre llevaba ya varios días muerto, apareció sólo a unos 200 metros del
lugar donde se halló varada en la madrugada del pasado martes una patera
cuyos ocupantes no pudieron ser localizados. Se sospecha que el fallecido
debió ser uno de los miembros de dicha expedición.
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