«Ha sido emocionalmente duro pero gratificante, y quiero volver»
Hace días que llegó de Canarias, pero sigue con la mente en las islas, formó parte del voluntariado que ofrece asistencia a los inmigrantes
Diario Vasco, 06-08-2006Marta Bermejo Lázaro, tiene 33 años y es oñatiarra. Lleva 12 años ligada a la Cruz Roja, además de trabajar en Santa Águeda. Ha estado ocho días en Canarias ayudando a los inmigrantes que llegaban en cayucos a la isla. Y aunque reconoce que la experiencia ha sido dura, quiere volver en septiembre.
– ¿Cómo surgió el viaje a Canarias?
– Mandaron un comunicado a todas las oficinas locales y provinciales, yo mande mi currículum, me admitieron, y ellos han tramitado mi viaje, hospedaje y manutención.
– ¿Tenían previsto este llamamiento, o lo hicieron por la llegada masiva de inmigrantes que estaba teniendo lugar?
– Como llegaba el verano y hay más afluencia de pateras y cayucos hicieron el llamamiento para reforzar. Y también porque la gente que está trabajando allí necesita un descanso.
– ¿En qué consistía la labor de su equipo?
– Es un equipo que se llama ERIE (Equipo de Respuesta Inmediata de Emergencia) está compuesto por un equipo multidisciplinar, un médico, una enfermera y luego voluntarios. Mi labor era como enfermera, cuando llegan los inmigrantes hacen un cribaje, valoran qué persona necesita ir al hospital de campaña o bien a la otra tienda de campaña que es para hidratación y cambiar de ropa. Una vez allí, se les da lo que necesiten, hidratación por vía parenteral, curas sobre todo de úlceras, por estar mucho tiempo en la misma posición, quemaduras por el sol, muchas urticarias por el agua de mar y el salitre, problemas gastrointestinales, etc.
– ¿Cada día a cuánta gente atendían, cuánta gente llegaba?
– Yo llegué un lunes, y el mismo lunes a las 16.30 horas en el aeropuerto nos avisaron que la patrulla marítima había salido a alta mar a recoger un cayuco, con 48 varones, llegó a las 19.15 horas. Venían con problemas de deshidratación y tuvimos que curar a muchos. Pero no había ningún muerto. Y el miércoles por la tarde llegó otro a la isla de Gran Canaria, esta vez eran 46, y también todos varones. Éstos venían en mejores condiciones.
– ¿De dónde suelen ser los inmigrantes?
– La mayoría son de Mauritania, Senegal, y alguno de Gambia.
– ¿Cuánto tiempo suelen permanecer en el mar?
– Depende, antes solían hacer escalas, pero ahora para evitar los controles que hacen en la costa hacen los viajes directos. Eso conlleva que muchas veces salen sin el combustible suficiente, y cuando se quedan sin él, se quedan a la deriva. Si tienen suerte los radares los captan antes de que les pase algo mayor. Los que atendimos el lunes llevaban once días en el mar, y cuatro o cinco sin comer ni beber, más que su propio orín.
– ¿Qué suele pasar con ellos desde su llegada?
– En cuanto llegan, la Policía esta esperando. Lo primero que se les hace es quitarles la ropa, secar y ponerles ropa limpia y seca, porque vienen fríos. La Policía se los lleva a comisaría y allí están hasta 72 horas. Se les toma la declaración se les pregunta por qué han venido, cuánto han pagado, de qué país vienen, cuál era su objetivo al llegar aquí y después de ese tiempo se les monta en un autobús y se les lleva a un centro de reclutamiento que está en Las Palmas, en la capital de Gran Canaria. Es un centro militar, en un alto que antiguamente era una prisión, allí tienen montadas unas tiendas de campaña. Cuando yo estuve el miércoles había casi 400 personas. Y hacía cuatro o cinco semanas había habido hasta 1.200 inmigrantes sin papeles. Allí pueden estar un máximo de cuarenta días. Al que no repatrían, porque muchos países no aceptan la repatriación, se quedan aquí, los montan en un avión y los traen a la península, bien a Madrid o a Barcelona, los dejan y allí cada uno se busca la vida como puede.
– ¿Son conscientes de lo que les espera o vienen engañados?
– Muchos vienen sin ningún tipo de documentación, otros muchos tienen familia en Europa y traen números de teléfono, contactos. A través de la Cruz Roja la trabajadora social se pone en contacto con esa familia y le dice que su familiar ha llegado y así se consigue que tengan un enlace. Pero hay otra gente que viene sin documentación y no conoce a nadie.Yo he estado en África, en Gana, pero ellos no son conscientes, están engañados, por su propia gente, y por los medios de comunicación, porque lo que te muestran de Europa no es toda la realidad. Aquí no llueve dinero, hay que trabajar y ellos creen que hay más facilidades y que tendrán un futuro mejor. Una persona de aquí no llega a comprender que para que alguien deje su país, tiene que estar en situación límite.
– Hace poco se vieron unas imágenes de cómo unos turistas ayudaban a unos inmigrantes. ¿La gente de a pie se implica?
– Antes llegaban más sin previo aviso a las costas, pero ahora con los radares, se captan en alta mar y se les sale a buscar. Lo que pasó en Tenerife no es lo habitual. Pero de vez en cuando es bueno que eso pase porque la gente se humaniza más y hace del problema su problema. No es lo mismo que te lo expliquen por la tele, o estar allí y ver cuándo llegan y cómo llegan, porque son incapaces de ponerse de pie.
– ¿Cuántas organizaciones trabajaban allí?
– Allí en el muelle aparecen Protección Civil, la Guardia Civil y Cruz Roja, pero es una labor mayoritariamente de Cruz Roja. Se debe estar localizable 24 horas, cuando se preveé que va llegar algo te mandan un mensaje y te activan, normalmente con un margen de una hora para que te dé tiempo a bajar al muelle y montar el sistema operativo. Se monta una tienda de campaña, que es un hospital, para que cuando lleguen esté todo preparado y se les pueda dar la asistencia que necesitan.
– ¿Le sorprendió lo que encontró?
– Se les da la mejor asistencia que se les puede dar, pero se te queda la duda de hasta qué punto tu labor ha sido válida, porque a los 40 días se ven en la calle desamparados, sin un techo.
– ¿Quién tiene la clave para encauzar esta situación?
– Los políticos y los gobiernos de los distintos países, que son los que manejan el poder adquisitivo, son ellos los que tienen que hacer algo, porque no se ve que vaya a parar. Yo en una semana he tenido dos actuaciones de dos cayucos, pero hay veces que en un día llegan dos.
(Puede haber caducado)