Los franceses se movilizan en apoyo de sus alcaldes frente a la violencia
Macron mantiene 45.000 policías en la calle pese a que los disturbios remiten
La Voz de Galicia, , 04-07-2023Por toda Francia se organizaron este lunes manifestaciones como respuesta a la llamada del presidente de la Asociación de Alcaldes, David Lisnard, que la víspera había pedido una «movilización cívica» para denunciar las violencias que sufren los regidores desde el comienzo de los disturbios provocados por la muerte de un menor por el tiro de un policía.
Se trataba de denunciar especialmente la agresión que sufrió la familia del alcalde de L’Hay-les-Roses, Vincent Jeanbrun, atacada mientras él estaba en el ayuntamiento para evitar que el edificio fuera saqueado. La mujer tuvo que huir de la casa con sus dos hijos al ver que unos desconocidos arrojaban un coche en llamas, y resultó herida, así como uno de los niños.
«Jamás hubiera imaginado esto», dijo Vincent Jeanbrun ante un numeroso grupo de líderes de su partido, Los Republicanos, y vecinos de la localidad. «Atacan la democracia, todos sus símbolos: sus representantes, los profesores, las fuerzas del orden, los servicios de socorro… todos están a diario en el punto de mira, y los policías ya no entran en algunos barrios. Esto no puede seguir así». «No creo que me hayan atacado personalmente», confió el alcalde tras la ceremonia, «sino que atacan el símbolo, porque el drama es que esa gente no se reconoce dentro de la República».
En París, Elsa, de origen franco-italiano, quiso asistir a la manifestación para apoyar al conjunto de alcaldes. Para ella, los disturbios que vive Francia estos días tienen una explicación. «Hemos dejado que llegue una inmigración magrebí y subsahariana, entre la que se encuentran algunos que no quieren integrarse», dijo mientras insistía en que no se le calificara como alguien de extrema derecha. Para Arlette, que había acudido con dos amigos, resulta «más que necesario» apoyar ahora a la República francesa en esta situación que considera «vergonzosa e inadmisible», y aunque comprende los primeros estallidos de violencia «cuando el policía mató al joven, de acuerdo», no entiende el resto: «No, stop a toda esa violencia, ese saqueo». Michel, por su parte, lamenta que la mayoría de los agresores sean «franceses muy jóvenes, a los que solo les interesaba romper por romper, sin ni siquiera evocar la suerte del pobre Nahel asesinado», y piensa que es «vergonzoso lo mal que se ocupan de ellos los padres y los responsables».
Llamada de Macron
Vincent Jeanbrun recibió una llamada de Emmanuel Macron que le manifestó su «confianza» y «apoyo» y le prometió que iban a «construir juntos las soluciones», según el Elíseo. El presidente galo quiere que el Gobierno mantenga un alto nivel de presión sobre el terreno, con una presencia masiva de las fuerzas del orden, 45.000 agentes, pese a que desde la noche del domingo los disturbios van disminuyendo.
Al mismo tiempo desea «comenzar un trabajo minucioso y más a largo plazo para comprender» las razones que hay detrás de este estallido de violencia. Numerosas voces reprochan a Macron el haber tenido entre sus manos un valioso informe que él mismo había encargado al antiguo ministro de Urbanismo Jean-Louis Borloo, pero que permanece desde el 2018 olvidado en un cajón. Por eso, el líder de las senadores verdes Guillaume Gontard le ha respondido que «el tiempo del análisis ha pasado». «[Ahora] necesitamos acción», dijo.
Barriadas donde se cocina el descontento social
maría rego
El código postal en Francia pesa muchísimo. No es lo mismo crecer en el centro de París, Lyon o Toulouse que hacerlo en sus banlieues, en esas impersonales barriadas levantadas en los suburbios de las grandes ciudades donde se disparan las tasas de desempleo, de pobreza infantil o de abstención en cada cita electoral. Y de violencia. La muerte del joven Nahel hace una semana en Nanterre, en la periferia parisina, ha vuelto a incendiar estas zonas desfavorecidas que, según el Instituto Nacional de Estadística y de Estudios Económicos (Insee) galo, suman unos 5,2 millones de habitantes en el país, el 8 % de toda su población.
Las banlieues comenzaron a levantarse en los años sesenta, con Charles de Gaulle al frente de Francia, a las afueras de las grandes urbes, por ejemplo, en antiguas áreas industriales. Sin ningún interés por mimar su estética, con enormes bloques de hormigón en forma de colmena para aprovechar cada metro cuadrado al máximo, la idea es que acogieran a los obreros. Hoy son el hogar, sobre todo, de inmigrantes (magrebíes y africanos, especialmente). Un 23,6 % de sus vecinos han nacido en otros países, mientras que en otros rincones ese porcentaje se reduce al 10,3 %. En el departamento de Seine-Saint-Denis, a las afueras de París, se concentran muchas de estas barriadas y un 30,9 % de su censo no tiene origen francés.
Allí saben bien lo que es que las protestas, el fuego y los saqueos arrasen sus calles. En el 2005 soportaron tres semanas de disturbios sin control después de que dos adolescentes murieran electrocutados dentro de una subestación en Clichy-sous-Bois donde se escondían de la Policía. Los más jóvenes protagonizaron también entonces los altercados en unos suburbios que arrastran en el día a día numerosos problemas, incluso por la raza. El Defensor de los Derechos galo advierte de que un chaval percibido como árabe o negro tiene una probabilidad veinte veces superior de ser sometido a un control por los agentes.
El Gobierno francés contabilizaba hace una década unos 1.514 «barrios prioritarios para la política de la ciudad» y desde entonces se ha esforzado por su rehabilitación, con 12.000 millones de euros invertidos por la Agencia Nacional de Renovación Urbana entre el 2004 y el 2020. En unos 600 de estos vecindarios pobres, por ejemplo, se demolieron torres de viviendas deterioradas —de gran altura, con decenas de apartamentos por planta— y en su lugar se construyeron edificios con menos pisos y un diseño más amable. La intención del Ejecutivo es destinar otros 12.000 millones hasta el 2030 para que los habitantes de las banlieues salgan de su particular agujero social. El reto se antoja complicado si se tiene en cuenta que ahora, calcula el Insee, el 43,3 % de los residentes en los barrios más desfavorecidos sale adelante bajo el umbral de la pobreza —el triple que en el resto del país (14,5 %)— y su tasa de desempleo (18,6 %) dobla la media nacional (8 %).
En estas zonas, que apenas cuentan con espacios de ocio o rincones verdes con otra función que no sea la de servir de barrera arquitectónica con el otro lado de la ciudad, entran unos 13.770 euros anuales por hogar, mientras que el ingreso medio en las urbes de su entorno alcanza los 21.730. Más de la mitad de los niños (56,9 %) que se crían en las banlieues, y que en muchos casos representan el descontento social más radicalizado cuando llegan a la adolescencia, viven en la pobreza (la media metropolitana en Francia ronda el 21 %).
La desconexión de las banlieues con las ciudades que las rodean se evidencia incluso a la hora de votar. En los comicios presidenciales donde Emmanuel Macron salió por primera vez vencedor, en el 2017, un 48 % de los electores que residían en estas zonas deprimidas de Francia se quedó en casa o ni siquiera aparecía en las listas electorales.
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