Nahel quería ser mecánico
Diario de Noticias, , 04-07-2023Nahel tenía 17 años. Vivía en el distrito de Nanterre, un suburbio de París, en barriadas de viviendas sociales conocidas como banlieue donde se hacinan africanos y árabes. Hijo de inmigrantes argelinos, vivía con su madre, su padre los abandonó nada más nacer y no tenía hermanos. Había jugado al rugby y formó parte de un programa de integración para adolescentes con dificultades en la escuela.
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Trabajaba como repartidor de comida y estaba formándose para ser electricista porque quería ser mecánico. No tenía antecedentes penales. Recibió un disparo mortal en el tórax, un disparo a quemarropa, al volante de un automóvil Mercedes por darse a la fuga durante un control policial de tráfico. No era el único control al que fue sometido. No tenía carnet y el coche estaba alquilado. Quiso enseñar seguramente a sus amigos ese Mercedes que algún día tendría después de arreglarlo. No pudo ser. Ser joven y negro en los suburbios de Francia significa “estar sujeto al racismo, la violencia y la discriminación racial a diario” (testimonio de la BBC). La similitud del caso con la muerte de George Floyd es inevitable. No sólo por la brutal muerte del adolescente sino por el intento de ocultar los hechos. Pero más allá de la violencia policial y, tras ella, la ira social desatada el tema ha puesto en evidencia que los suburbios o guettos son un polvorín donde la combinación de pobreza, confinamiento, marginalidad y delincuencia tiene consecuencias. Son los barrios olvidados. Junto a La Defense, la zona más moderna de París, hay barrios de miseria y ratas. Y son la segunda, tercera o cuarta generación de inmigrantes de la Francia colonial.
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