INMIGRANTES / YA HAY MILLONARIOS
LI-TIE YA NO ES VENDEDOR CALLEJERO
El Mundo, 06-08-2006LLEGO como un chino pobre. Han pasado 14 años y es dueño, con su padre, de un imperio con 2.500 empleados. Con él y el rumano Sorín Melinte, un gigante de los conciertos, cerramos la serie dedicada a los inmigrantes que se han hecho ricos aquí Dos mil quinientos empleados. Cinco millones de bolsos y carteras vendió el año pasado. Cinco naves industriales en propiedad, de 6.000 metros cuadrados la más grande. Uno de ellos es el China Center, un centro comercial en pleno Fuenlabrada. Esto entre Madrid, Alicante, Málaga, Elche y Guandong. Acaban de terminar su primer gran edificio en Shanghai. Tres más están en obras.Cuatro fábricas en funcionamiento. El Grupo Long – La Muralla Long es un emporio que late entre Occidente y Oriente.
Me siento frente a Li – Tie, el director gerente en España, uno de los dueños. He llegado tarde. Tiene 29 años. Camisa y pantalón blanco, zapatillas plata. Su español tiene jerga del sur de Madrid.Lo habla sin errores. Recibe una llamada cada minuto o aún menos.Selecciona a quién responder. Selecciona qué contestar. Su padre y él son los representantes del crisol chino en la península Ibérica. «Te has perdido, macho, es normal», me dice por el retraso.Sus oficinas son un cubo de plata en el centro de Cobo Callejas (Fuenlabrada) que, hasta el sábado por la tarde, tiene tráfico de camiones. Nadie sabe dónde quedan las calles por su nombre.Su BMW Serie 7 gris no se ve pequeño al lado de las bestias.
Li – Tie y su padre Ru – Long eran parias errantes. Iban en busca de una nueva patria. Salieron de su natal Zhejiang buscando un permiso de residencia en Europa. Primero salió Ru – Long con su mujer en 1989, después de la revuelta de Tiananmen. Su primera parada fue Francia. Los amigos le contaban que la vida era buena.«Todos regresaban al barrio como triunfadores», cuenta Li – Tie.El primer trabajo de Ru – Long fue en un taller de bolsos; con un horario laboral de 16 horas.
La llegada de Li – Tie en 1992, lo impulsó más. El rencuentro con su hijo mayor – 15 años entonces – le dio fuerzas para continuar.Ru – Long formó parte de una familia de campesinos durante la revolución cultural. Lo crió su abuela. Fue un huerfano más, destinado a obrero, en el mejor de los casos. Contra lo que su sino marcaba, pudo fundar una empresa en 1983; cuando tenía 30 años. Fabricaba piezas para coches y llegó a tener un pico de éxito. Hasta que la economía china se hundió y lo perdió todo. Mientras cosía bolsos en París, pensaba que el tiempo no había pasado. Ni imaginaba que esta experiencia sería decisiva.
Entre 1991 y 1993, padre e hijo, estuvieron como nómadas. Habitaban un apartamento de 15 metros cuadrados. Lo ocupaban seis personas.Era imposible montar un negocio propio allí. «No obteníamos el permiso de residencia. No podíamos hacer nada».
Se fueron a España en el invierno de 1993. Ambos comenzaron a vender a los puestos de los rastrillos. «Yo vendía con mi francés, tío, y no sé cómo me entendían; así vendía». Eran riñoneras de piel, bolsos y zapatos traídos de Francia. «Cuando quedaba demasiada mercancía, yo me sentaba, ponía una manta y hasta que la policía llegara». Ahorraron años hasta que pudieron alquilar su primer local.
Pronto comenzaron a vender por miles. Ru – Long, el padre, invirtió en su país. Vio la ola del movimiento de la economía mundial, sin ser plenamente consciente, y surfeó en ella. Con capital obtenido en España, regresó a montar su primera fábrica de bolsos y zapatos. En 1994. Lo que otros empresarios hacen con doce años de retraso con respecto a ellos.
Hacia 1996, la factoría de Guandong les permitía negociar y comprar propiedades en España. Cuando llegó el euro, en 2002, la situación se invirtió. Su fortuna consiguió permanecer anclada y sólida en ambos países. «China ya no valía nada comparado con España, pero era un buen lugar para producir. Nos vendíamos a nosotros mismos para redistribuir aquí». Una de las claves fue entrar en el negocio inmobiliario vendiendo y alquilando naves industriales.Cuando se pregunta al discreto – e inaccesible – colectivo chino sobre los más ricos, surge primero su nombre.
Hablar con Li – Tie es como hablar con un gurú de la economía mundial.«No digas eso, macho». Y apenas terminó la secundaria. Aprendió español en una academia gratuita para inmigrantes de tres meses. Luego, comenzó a practicar leyendo revistas y libros baratos.La pronunciación la aprendió en los garitos de Fuenlabrada. Sentado en su sillón parece más bien un emperador new age. Sentencia Long. «En estos momentos, cuando todos están poniendo fábricas en China, nosotros estamos evaluando ponerlas en otros lugares y cambiar el ritmo de nuestros negocios».
Su explicación es aplastante. «Con el crecimiento económico, ya nadie en las grandes ciudades quiere ser obrero. Quieren ir a la universidad. Por ejemplo, nosotros el año pasado subimos el 30%, ¡el 30!, los sueldos de todos nuestros trabajadores y aun así se han ido varios. Imagínate, sólo nace un niño y tiene dos padres y cuatro abuelos; piensa en cuánto se gastan en cada muchacho». La próxima incursión del Grupo Long estará entre Africa o Brasil. «Allí se mantiene el interés por nuevas industrias, especialmente en las zonas menos desarrolladas, ya que son necesarias y nadie se atreve».
Su modestia es abrumadora. Casi no quiere hablar de dinero. La palabra «millonario» lo aturde. Confiesa que nunca ha pensado en el monto real de su fortuna. Considerando el aumento del capital inmobiliario en China y España, por este ámbito, su familia tendría propiedades por 30 millones de euros.
No planea dejar su casa del centro de Madrid. «Sólo aquí hubiera podido tener a mis tres hijas. Si fuera por las otras leyes, dos de ellas no existirían. Mi niña más pequeña tiene 24 días».Tiene milimétricamente estudiado el futuro de ellas. «Hablarán castellano, mandarín, el dialecto que habla mi familia, el inglés, el francés y, si quieren, el alemán».
Su padre ha regresado a su patria definitivamente. Ahora se codea con los líderes políticos y, entre las fotografías que Li – Tie nos enseña en su portátil de última generación, está sonriente, en un encuentro de empresarios, dándole la mano al presidente Ju Hintao. Ahora Li – Tie comparte poder con su hermano menor Bruce, que poco a poco coge el ritmo. «Ha estudiado más, ahora mando yo, pero pronto será distinto».
Fashion in motion. Eso se lee en el letrero que está encima de Li – Tie. Sus ojeras permanentes le han marcado. Es el esfuerzo de ser parte de un engranaje. Explica el funcionamiento de su familia con una comparación. «Somos como un coche, la estructura tanto interior como exterior es mi padre, él sabe mostrar el rostro preciso. Mi madre es el volante; ella impulsa las decisiones.Los hijos somos los motores; los que llevaremos la empresa a su destino».
EL RUMANO DE LOS CONCIERTOS
SORIN MELINTE huyó de Ceucescu y terminó como el gran agente de conciertos de España. Factura 10 millones al año
«No escuché el ruido del accidente. La armonía, que me había acompañado siempre, no estaba». Se miró y no pudo pensar en nada más. Quería mover el brazo para probar que seguía allí. Vio como su húmero, que había atravesado la piel, ya no le obedecía y era como un columpio después del paseo de un niño. Internamente, su bazo había explotado. Las piernas se habían partido y las rótulas apuntaban al sentido exactamente opuesto al de su nariz.Sorín Melinte, con su tranquilidad habitual, no podía gritar, susurró. «Soy pianista, soy pianista». Los médicos estaban pensando en amputarle el brazo, por un nervio que se había partido y la sangre que salía como de un grifo. Se desmayó. Según el parte policial, 14 de octubre de 1988, el señor Melinte se estrelló frontalmente contra otro coche en el kilómetro 181 de la Nacional IV; perteneciente al Ayuntamiento de Manzanares, Ciudad Real.Durante su letargo, el pianista recordó…
Acababa de recibir el permiso de asilo permanente. En el momento del accidente, ya no huía de los agentes secretos de Ceucescu.Iba al concierto 601 de los últimos cinco años. Durante esos años había utilizado el seudónimo de Christian Bosch. Su carrera como solista era esperanzadora, pero tocar y escapar le resultaba extenuante. Probablemente se había quedado dormido.
Después de seis años, en 1994 Sorín era ya el mayor agente de conciertos de España y uno de los cinco grandes de Europa. Nunca se recuperó por completo y se retiró ese año. «Un oído no entrenado no puede darse cuenta de mis carencias», cuenta mientras toca una pieza de Beethoven. Para Elisa suena delicada y meláncolica.El dedo medio va sobre las teclas, arrastrado. Vive en Santander, en El Sardinero, el mismo barrio de Emilio Botín, en un chalet color vainilla con su esposa e hijos.
Se ha diversificado y tiene un tour operator creado para trasladar a las orquestas. Ha consolidado un joint venture con la empresa Old & New Montecarlo para negociar conciertos a escala mundial.Ha comprado y vendido producciones con artistas como Mstislav Rostropovich, Plácido Domingo, Riccardo Muti y José Carreras; orquestas como la Scala de Milán, la New York Philarmonic o la Royal Philharmonic Orchestra of London. Sus tarifas van desde los nueve mil hasta el medio millón de euros por los que se exhibió el Fidelio de Beethoven en Génova.
El actual estreno en Santander y Madrid de La Traviata, firmada por Franco Zefirelli, es gracias a él. Sus perfectos modales hacen que aplauda con mesura. «Bravo», dice bajito.
…Recordó en su letargo a sus padres, los únicos seres que había llegado a necesitar hasta ese día. Era hijo de un fiscal y una maestra de Bacau, región de la Moldavia rumana. Nació en 1957.A los cinco años lo sentaron frente a un piano. No lo dejó hasta que lo quitaron entre llantos. Los padres no lo pensaron. Ese instrumento podía ser su pase a la libertad. Los artistas y los gimnastas eran los únicos que salían del país en la dictadura.Cuando iba a cumplir seis, le regalaron un piano de cola, el equivalente a los sueldos de ambos por dos años. El empeño, en realidad, era de por vida. Comenzó a recibir clases. Salió en la televisión pública meses después. Gracias a eso, sus padres pudieron ir a Bucarest para que él fuera a uno de los epicentros de la cultura musical del orbe: el Liceo de la Música.
En la mesa de operaciones, cuando le reconstruían el cuerpo, él sólo quería recuperar el movimiento de los dedos. Le pusieron placas de titanio en el cuerpo. «Seré una suerte de robot», reflexionó.Ir a Bucarest significó para ellos existir en niveles infrahumanos.Sin caldera, a treinta grados bajo cero.
El infante Melinte recibió una educación severa; en una institución que tenía mil alumnos y quinientos profesores; cada curso se expulsaba a la mitad de los alumnos. Después de 17 años de estudios, egresaban solamente 20 titulados. Él fue uno de ellos. Durante ese tiempo ganó concursos, becas, premios diversos. Era el niño mimado. Una de las promesas del régimen para difundir lo grandilocuente de su cultura.
Después de su letargo, supo que no podría volver a tocar. «El diagnóstico señalaba que no era manco de milagro». Como no quería alejarse del mundo de la música, luchó y fundó una asociación de músicos en 1989. «Éramos baratos, buenos y cumplíamos los compromisos, porque lo único que importaba era tocar». Los dedos se movían ya. Excepto uno que perdió la fuerza. «Era bastante, pero sin el dedo medio pocas piezas puedo ejecutar». La asociación devino en empresa. «Era paradójico, ganamos mucho dinero, pero cuando perdíamos daba la cara yo; así que decidí eso». La bautizó: Armonía. Por su amor al arte, o por un carisma que comenzó a desarrollar a partir de ese día, se transformó de tímido pianista a negociador. «Ayuda mi dominio de seis idiomas y que soy músico.Entiendo los caprichos de las estrellas».
Cada año organiza 300 conciertos y eventos. También ha entrado con Armonia Cars en el negocio del transporte de lujo – ha transportado, entre otros, a Vicente Fox y a la hija de Mitterrand – . Lidera proyectos de inversión en hoteles y construcción en Rumania.El otrora desahuciado Sorín también tiene inversiones en nuevas tecnologías.
Su primer y único encuentro con Ceucescu fue frío. Finales de 1983. Tenía a todos los artístas de Rumanía al lado. Anunció el despido del 70%. Nunca más podría salir del país. Perdería su pasaporte. No tuvo tiempo de pensarlo. Salió de Rumanía en el coche de unos amigos alemanes. Tenía 300 dólares en el bolsillo.El 2 de febrero de 1984 pidió asilo político en España. «Era la tierra prometida, Santander, su mar». Rechazó toda ayuda económica, la que le correspondía por su condición. «No seré una carga para este país. Sólo quiero tocar el piano. Es lo único que sé».
LOS QUE NO ENTREVISTAMOS
En esta serie omitimos a estos personajes por formar parte ya del ateneo empresarial español. Sin duda, son los grandes precursores del gran éxito de empresarios inmigrantes. Un ejemplo a seguir.
Isak Andic. Es el fundador de Mango. Hijo de turcos – judíos que llegaron a Barcelona en los cincuenta. No se conocen fotografías suyas. Figura en la lista Forbes como uno de los hombres más ricos del mundo, con 1.800 millones de dólares. Comenzó vendiendo camisas hippies en un mercadillo.
Ram Bhavnani. Dueño del 10% de Bankinter. Gestiona 650 millones de euros. La mayoría ganados en la Bolsa. Nació en la India.Es de origen Sindhi. Conoció a su padre a los 17 años. Éste vivía en Tenerife. Lo fue a visitar en 1964, en ese tiempo regentaría un bazar de toallas. Se quedó. Es amigo de Emilio Botín.
Max Mazin. Nació en Rusia y tiene origen judío. Obtuvo primero un puesto en el banco Ron Invesment. Fue accionista del Tryp – Sol Meliá. Fue fundador, en abril de 1976, de la Agrupación Empresarial Independiente, que luego sería la todopoderosa CEOE (Confederación Española de Organizaciones Empresariales). Lo han intentado de matar un par de veces. Actualmente, es consejero de FCC.
Plácido Arango. Mexicano, de la zona de Tampico. Fundador del Grupo Vip’s, 120.000 clientes diarios, que encadena los Vips, los restaurantes Gino’s, Spaguetti Western, Taruffi, Laeñe, Friday’s, Starbucks, Rugantino, El Bodegón, Iroco y el Teatriz. Un playboy que conquistó a Alicia Koplowitz y Carmen Posadas. Retirado.
Leopoldo Fernández Pujals. Cubano. Presidente y accionista de referencia de Jazztel. Fundador de Telepizza. Siempre se dijo que tenía el toque de Midas. A la empresa de Internet no consigue levantarla y enfrenta una gran crisis. Además acaba de perder su gran batalla contra Telefónica: pedía 750 millones de euros de indemnización y el juez decidió que serán 695.000 euros.
Píes de fotos tituladas
EL CHINO DE COBO CALLEJAS. En la sede del Grupo Long en el polígono de Fuenlabrada, este empresario de 29 años es el más joven de esta serie.
EL REINO DE SORIN. Sorín Melinte ha logrado traer «La Traviata», firmada por Zeffirelli, al Palacio de Festivales de Santander.
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