Babacar, la historia del menor inmigrante que inicia una nueva vida en Canarias
Canarias 7, 05-08-2006
Santa Cruz de Tenerife
Ser mecánico, carpintero o futbolista son algunos de los sueños de los menores inmigrantes africanos acogidos en un centro de Tenerife, quienes arriesgaron sus vidas a bordo de cayucos para buscar lo que creen que es una vida mejor para ellos y para las familias que dejaron atrás.
Babacar tiene 16 años, quiere trabajar de mecánico en España y el dinero que gane lo enviará a su familia a Senegal, país al que desea volver en unos años y del que llegó a la costa sur de Tenerife a bordo de un cayuco.
La historia de Babacar es similar a la del resto de los 49 menores, de entre 13 y 17 años, todos varones, que conviven en el centro de menores inmigrantes que la Consejería de Empleo y Asuntos Sociales del Gobierno de Canarias ha abierto en La Montañeta, en el municipio tinerfeño de Garachico, y que es gestionado por la Cruz Roja.
El joven africano lleva dos meses en Tenerife y cuenta con interés que su intención es enviar dinero a la familia que allí dejó, sus padres y un hermano de 4 años, y recuerda que pasó mucho miedo en la travesía porque el mar estaba muy bravo.
Babacar sirve de anfitrión a la Agencia Efe en la visita realizada al centro de La Montañeta, abierto provisionalmente el pasado mes de mayo ante la llegada masiva de inmigrantes a Canarias.
Su amigo Oussin afirma que trabajaba de albañil en Dakar, capital de Senegal, profesión que quiere continuar en España, y al igual que sus compañeros, procedentes de Senegal y Mali, recibe clases de español.
Su mayor deseo es aprender bien la profesión, poder trabajar y ganar dinero para enviarlo a su familia.
La directora del centro, Lourdes Guerrero, destaca las ganas de aprender que tienen estos jóvenes y lo receptivos que se muestran y resalta que a pesar del rechazo inicial por parte de un sector de vecinos de Garachico, que relaciona con el miedo a lo desconocido, los jóvenes han sido plenamente aceptados en el entorno.
Ejemplo de ello, y de lo que fue testigo la Agencia Efe, fue el regalo de un vecino de la zona de varias cajas de ciruelas y la participación de estos jóvenes en actividades comunitarias como las fiestas del pueblo.
Durante el mes de julio los menores han entrenado a baloncesto invitados por un club de Icod de Los Vinos y han acudido a cursos de natación promovidos por el Ayuntamiento de Garachico. “Tienen gran facilidad para hacer amigos y para integrarse con el resto de la sociedad”, subraya Lourdes Guerrero.
Se muestra convencida de que cuando se les conoce se terminan los prejuicios que puedan existir contra ellos y señala que aunque son menores muchos de ellos tienen la responsabilidad de mantener a toda su familia.
La directora del centro de La Montañeta considera que estos jóvenes, que suelen ser los más valiosos de su entorno, tienen otra dimensión de la vida porque, aunque no dejan de ser niños y adolescentes, sorprenden sus reacciones de adultos, que se traducen especialmente en las ganas que tienen de aprender.
Ese es el caso de Silma de 15 años que lo que quiere es “ir al colegio” para ser profesor y el de Adama de 17 años, que afirma que quiere aprender mejor su profesión de mecánico de coches para ganar dinero y enviárselo a su familia.
Los padres de Assan murieron, pero su hermano de dos años vive con su abuela y para ellos quiere trabajar, aunque, al igual que a Diambar, le gustaría ser futbolista y parecerse a Fernando Torres.
El más joven de todos, Mohamed Mbaye, tiene 13 años, quiere aprender la profesión de carpintero metálico para ayudar a su madre enferma y a sus dos hermanos menores.
Lourdes Guerrero afirma que sorprende que estos jóvenes puedan tomar la decisión de montarse en un cayuco sin saber a dónde pueden llegar, ya que muchos de ellos desconocían con anterioridad la existencia de las islas, y la referencia que tenían de España era Madrid o Barcelona por los equipos de fútbol.
“Tienen la idea de que venir a Europa es triunfar y desconocen todo el proceso”, asevera la representante de Cruz Roja.
Durante su estancia en este tipo de centros, los jóvenes, además de clases de español, también recibirán enseñanza profesionalizada con el fin de que cuando tengan 18 años puedan encontrar un empleo que les permita ampliar su permiso de residencia.
Guerrero afirma que cada vez son mas conscientes de que en España no pueden conseguir un trabajo sin tener formación y considera que queda una tarea muy importante por hacer, especialmente con los más jóvenes, a los que se puede preparar profesionalmente para que puedan cumplir con sus expectativas.
Aunque reconoce que la ubicación del centro, rodeado de vegetación, es ideal para el verano, confía en que pronto tengan una nueva ubicación más cercana a un núcleo urbano.
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