Cuando llegaron de Colombia hace un año todo se les hacía grande. Ahora, en cambio, Aida Luz Flores ve que sus dos hijas «se mueven con otra seguridad por la calle». Sus palabras de agradecimiento se dirigen a dos jóvenes estudiantes que durante este tiempo han acompañado a sus ‘niñas’ a aprender a desenvolverse en su nueva vida. Karen Rocío y Laura Xiomara han participado en el programa de mentoría social ‘Urretxindorra’, que nació hace diez años en Gipuzkoa de la mano de SOS Racismo y que se ha extendido al resto de Euskadi con la participación de Fundación Ellacuría y Zehar Errefuxiatuekin. Este sábado sus organizadores celebraron en Anoeta con una fiesta el fin de curso.

Una vez a la semana, Karen Rocío y Laura Xiomara han quedado con una joven que les ha servido de guía. «No quería irme de Colombia y al comienzo no quería quedar con nadie, veía que no entendían por qué estaba aquí», cuenta Karen Rocío. «Mi mentora me ha ayudado a ver la ciudad de otra manera. Si alguien está en mi situación que lo pruebe, porque te dan ganas de intentar seguir aquí».

Su hermana Laura Xiomara está «muy contenta» con la experiencia. «Hemos podido relacionarnos y movernos más con sus indicaciones. Quedábamos para hablar, para pasear o para ir al cine. Nada especial, pero me ha servido para ser más fuerte», comenta. Aida Luz las mira con satisfacción. «Se manejan mejor que yo por las calles», reconoce. «Hay cosas sencillas, que pueden parecer una tontería pero que nos daban miedo porque en mi país funciona distinto. Esos recelos te hacen quedarte en casa. Les ha venido muy bien la ayuda de Bea».

«No se trata de un refuerzo escolar sino de que los menores migrantes tengan un referente al que acudir»
‘Urretxindorra’ ha formado más de 300 parejas de jóvenes estudiantes mayores de 18 años con menores de entre 10 y 14 años desde su puesta en marcha. «Veíamos que cuando trabajábamos con personas en un proceso migratorio y cubríamos sus necesidades básicas había vacíos de atención con niños y jóvenes en cuestiones que pueden parecer menores pero que no lo son, como el ocio, por ejemplo», explica Imanol Legarda, de SOS Racismo. «Teníamos menores que eran migrantes o que podían haber nacido aquí pero de padres migrantes que parecían no tener problemas o que no los causaban, especialmente en el caso de las niñas, pero que en realidad lo estaban pasando francamente mal en temas de socialización». Legarda deja claro que este programa no es «un refuerzo escolar». Se trata de que los jóvenes mentores se conviertan en «referentes» para esos pequeños. «No significa que sus familias no estén ahí, muchas tienen una situación laboral muy precaria y no tienen el tiempo que les gustaría para dedicar a sus hijos. Creamos de manera artificial una persona de referencia para que desarrollen habilidades posteriormente».

«Seguiré quedando con ella»
Maïmouna Fofana se ha estrenado este curso como mentora. «Estudié graduado social en Deusto y forma parte de una asignatura», comenta. «Con mi niña de 10 años he estado quedando todos los viernes. Nos íbamos a jugar al fútbol, a escuchar música, o a jugar a cartas, según el día». Cree que ella también ha salido reforzada por la experiencia. «En muchas cosas que le pasan me he visto reflejada. Yo también soy extranjera y he vivido una situación de bullying en el colegio», cuenta. «Me dice que quiere estudiar como yo, y le animo. Le digo que a pesar de su historia puede conseguir muchas cosas, ser una persona grande. Me ha gustado enseñarle esa perspectiva de sí misma porque le hacía mucha falta». Pese a haber acabado el programa anual, Maïmouna asegura que seguirá en contacto con ella. «No sé si tendré tiempo para otra mentoría el curso que viene con mis estudios. Ya veremos qué puedo o no puedo hacer».