Desolado. Así contemplaba ayer por la mañana Luis Gambay la montaña de escombros bajo la que yacen sus pertenencias. “Lo he perdido todo. Lo poco que había conseguido desde que vivo en España estaba ahí dentro”, señaló este colombiano de 33 años que residía desde hace cinco en la segunda planta del edificio siniestrado. Compartía el piso con los ecuatorianos John Enríquez y Nancy Rivas, ambos de 26 años y casados, y con un matrimonio colombiano propietario de la vivienda.

Luis volvió de trabajar por la tarde ignorando que su casa había saltado por los aires, y cuando vio a tantos periodistas se lo tomó “a cachondeo”. Se puso a bromear con un empleado del taller de motos del barrio, pensando que el revuelo mediático se debía “a la procesión de la Virgen”. Cuando el mecánico le puso al corriente del desastre, no se lo podía creer. “Grité: ¡Pero si esa es mi casa! Nunca te imaginas que te vaya a pasar a ti”, comentó resignado. Al igual que Luis, John y Nancy pasaron la noche en un hotel. “Nos hemos quedado sin ropa, sin documentación… no sabemos qué nos pasará”. Sólo llevaban un mes en el piso.