Guardias gallegos en Mauritania

La Voz de Galicia, 04-08-2006

A mediados de mayo pasado, la patrullera Río Duero abandonó, con dos gallegos y seis andaluces a bordo, su base de operaciones en Marín para poner rumbo a Mauritania. Su meta: contribuir a frenar la inmigración irregular.


En estos poco más de dos meses, la embarcación de la Guardia Civil ha intervenido en el rescate de más de setecientas personas, que en algunas ocasiones habían quedado a la deriva a merced de los elementos.


La primera intervención se produjo el 28 de mayo. A escasas dos millas al suroeste de Cabo Blanco se detectó la presencia de un cayuco que presumiblemente había puesto rumbo hacia Canarias. Viajaban 38 personas, entre las que se hallaba el patrón.


Dos días después, los agentes gallegos y andaluces tuvieron que acudir en auxilio de otra embarcación que se mecía peligrosamente entre olas de dos metros de altura y entre vientos de fuerza seis y hasta veinticinco nudos de velocidad. La celeridad con la que actuaron los agentes del instituto armado permitió poner a salvo a los veinticinco senegaleses, que presentaban un muy débil estado físico.


Similares condiciones meteorológicas se registraban el 7 de junio, cuando la Río Duero tuvo que volver a protagonizar una espectacular intervención en alta mar, en este caso, a unas veintiséis millas de la costa marroquí.


Aquel día, los guardias civiles tuvieron que emplearse a fondo y con alto riesgo para su integridad física durante más de una hora, ya que la única manera que tuvieron para poner a salvo a los 41 inmigrantes irregulares y a los dos patrones fue el subirlos a pulso hasta la patrullera.


Pero no siempre las intervenciones de esta patrullera tienen como objeto el interceptar cayucos que se dirigen a territorio nacional. La tripulación gallega – andaluza ya se ha granjeado la simpatía de muchos mauritanos, y no sólo de las autoridades de este país, al llevar a cabo acciones como la que tuvo lugar el mismo 7 de junio.


Tras más de cinco días fondeados en ninguna parte y con el motor averiado, tres pescadores mauritanos escaparon a un funesto destino. Fueron socorridos y, una vez a bordo de la embarcación del instituto armado, atendidos y alimentados.


Jornadas después se sucedieron las localizaciones de cayucos y el rescate de las personas que iban en ellos. Esta labor recibió un importante impulso con la llegada, en el marco del proyecto Atlantis, de un helicóptero de la Guardia Civil.


La colaboración de la aeronave permitió poner fin, el 4 de julio, a la travesía que iniciaron 75 personas en un pesquero. Los días posteriores volvió la rutina de los cayucos, caso de la barcaza interceptada el 12 de ese mismo mes con ochenta inmigrantes irregulares a bordo.


La Guardia Civil mantiene que estas actuaciones de la Río Duero «en aguas mauritanas aumenta considerablemente las posibilidades de que los inmigrantes sean rescatados en mejores condiciones físicas, ya que la travesía recorrida es menor». Sin embargo, la muerte sigue siendo habitualmente un pasajero más de las barcazas que se atreven a realizar la travesía hacia Europa.

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