VALE, sí, de acuerdo, los insultos racistas son intolerables. Cómo no van a serlo si el mismo racismo es un insulto… a la humanidad, una negación de los derechos humanos, una apostasía de la raza humana. Vale, sí, de acuerdo, sobran en los estadios. Y no sólo. ¿Sabían que un partido ha pegado en el metro madrileño carteles contra las ayudas al alquiler para inmigrantes? ¿Recuerdan al que cuestionaba la RGI? ¿Sabían que alguno de los del Frente Atlético detenidos por colgar en enero el muñeco de Vinicius de un puente tenía antecedentes… y huellas en los archivos policiales? El arresto ha costado cuatro meses. ¿Que el año pasado hubo 630 denuncias por racismo y solo 27 condenas? Vale, sí, de acuerdo, los insultos son violencia y la violencia es intolerable. Cómo no va a serlo si sólo engendra violencia y, Martín Luther King dixit, crea más problemas que los que resuelve. Vale, sí, de acuerdo, es imprescindible erradicarla del fútbol. Y no sólo. ¿No habría que erradicar asimismo la arrogancia, la parcialidad, el despotismo y el abuso? ¿No son insultos, violencia a erradicar, expresiones que se escuchan hasta en el Congreso o “de campaña”? ¿No insultan el desprecio, la indiferencia, la ignorancia de la desigualdad? ¿No engendra crispación, violencia, su explotación socioeconómica? Vale, sí, de acuerdo, Vinicius es la víctima. Pero no sólo. Decía Sartre que la violencia, sea cual sea su forma, es un fracaso. Y hay tantas…