Vinicius y tú vivís en un país racista

Público, NAGUA ALBA, 23-05-2023

22/05/2023

Vinicius Junior, jugador del Real Madrid, en un momento del partido contra el Valencia en Mestalla.- EUROPA PRESS
“No era la primera vez, ni la segunda, ni la tercera. El racismo es normal en LaLiga […] Una hermosa nación, que me acogió y a la que amo, pero que accedió a exportar al mundo la imagen de un país racista. Lo siento por los españoles que no están de acuerdo, pero hoy, en Brasil, España es conocida como un país de racistas. Y desafortunadamente, para todo lo que sucede cada semana, no tengo defensa. Estoy de acuerdo. Pero soy fuerte y llegaré hasta el final contra los racistas. Aunque sea lejos de aquí.”

Vinicius Junior estalló la noche del domingo en Twitter tras sufrir insultos racistas en el estadio de Mestalla, señalar con el dedo al aficionado que le hacía gestos de mono y acabar expulsado tras golpear a Hugo Duro, que previamente le había sujetado con bastante violencia del cuello por detrás. El debate está servido. No soy yo muy ducha en cuestiones futbolísticas, pero lo que pasó durante el partido del Valencia contra el Real Madrid va mucho más allá de lo deportivo y ha dejado en evidencia dos problemas graves, o más bien, dos derivadas de un problema grave que tenemos como sociedad.

Thank you for watching

La primera tiene que ver con el trato (social, comunicativo y formal) que se da a las víctimas de agresiones racistas en este país (y en casi todos). Lo sucedido me ha recordado a cuando tenía 7 u 8 años. Un día, en la fila para acceder al comedor del colegio, mis compañeros y compañeras de clase encontraron un buen entretenimiento para aligerar la espera y distraerse del hambre tras una larga mañana de clases: cantarme la canción de los conguitos. Probablemente nadie sabía por qué lo hacía, yo tampoco entendía por qué sentía que con ello me estaban agrediendo. Tardé muchos años en desbloquear ese recuerdo y darme cuenta de que era racismo. Mucho antes de ello, un día, de forma inesperada incluso para mí, le di un tremendo sopapo en la cara a una de mis mejores amigas, mientras vociferaba aquello de “vestidos de chocolate con cuerpo de cacahué”. No me hizo sentir mejor, ni siquiera recuerdo si eso acabó con la rutina musical (diría que no). Me alegré de que mi amiga no se chivara a las profesoras, que no habrían comprendido el porqué de mi reacción y me habrían castigado severamente por violenta.

Las reacciones a lo sucedido en Mestalla no han sido pocas, los programas deportivos se han llenado de tertulianos (señores blancos en un 90%) que condenan el racismo desde las posiciones y lugares más surrealistas: desde quienes piensan que Vinicius, pobrecito, tendría que haber respondido con más mesura; a quienes consideran que Vinicius, pobrecito, debería haberse retirado y abandonado el campo como forma de denuncia; pasando por los que opinan que Vinicius, pobrecito, lo que pasa es que no se ha enterado bien de cuáles son los protocolos para combatir el racismo que de manera tan sumamente eficaz (no hay más que ver la horda de aficionados profiriendo cánticos insultantes a coro) se están aplicando en La Liga. Respondía Tebas a Vinicius, vía Twitter, lo siguiente: “Antes de criticar e injuriar a La Liga, es necesario que te informes adecuadamente. No te dejes manipular y asegúrate de entender bien las competencias de cada uno y el trabajo que venimos haciendo juntos”. Vamos, que el problema no es que lo insulten por negro, es que es tonto y no se entera (probablemente porque es negro, ¿a que sí, Tebas?). También preguntaba a Klopp, entrenador del Liverpool, un periodista en rueda de prensa si no creía que Vinicius tiene una actitud “provocadora” en el campo, insinuando que en realidad era éste el responsable de las agresiones recibidas. Vinicius, pequeño salvaje, se pone nervioso, es agresivo y exagera, cuando lo que debería hacer es desaparecer y no generar tanto jaleo. Vinicius es una mala víctima.

Otras miradas – Bertín, supéralo
Otras miradas – Bertín, supéralo

Porque la buena víctima, la única que merece respeto, consideración, piedad y algo de paternalismo, es aquella a la que insultan y pone la otra mejilla, a la que vuelven a insultar, agacha la cabeza y llora un poquito para demostrar lo muy mal que lo está pasando. Todas las demás, las que alzan la voz, las que se cabrean y dicen basta, son muy incómodas (y, probablemente, algo habrán hecho). En este país se sigue poniendo sistemáticamente el foco en la actitud de quienes sufren el racismo en vez de en quienes cometen agresiones racistas y el sistema económico, político y social que lo condena de boquilla mientras lo legitima y auspicia en la práctica.

Esto nos lleva a la segunda derivada del problema que ha aflorado con toda esta polémica. Lo señala el propio futbolista en su tuit: España es un país racista. Y lo siento por todas aquellas personas que leen esta frase con escándalo y se llevan las manos a la cabeza ofendidas porque ellas tienen un amigo negro, les encantan las películas de Will Smith, votaron por Famous en la final de Operación Triunfo o tratan muy bien al camarero de origen chino de la cafetería de su esquina (aunque no tienen ni pajolera idea de cómo se llama). Lo que ha pasado en Mestalla, lo que pasa sistemáticamente en los estadios, es solo un síntoma de lo que sucede en nuestras calles, bares, oficinas, casas y colegios cada día, todos los días. Y mientras no entendamos que no estamos tratando con un grupo de aficionados sino con la sociedad de un país entero, no avanzaremos. Esto no se arregla simplemente con la expulsión del orangután (él sí que lo es) que hacía gestos detrás de una portería, esto se resuelve con políticas antirracistas: garantías de acceso a la ciudadanía en condiciones de igualdad, derecho a votar, a residir y a trabajar y medidas educativas. Y para lograrlo, el primer paso es entender que aquí racista es todo Chus, amiguis, que esto es un problema estructural, no solo de cuatro nazis que se sienten orgullosos de serlo. Que Vinicius, tú y yo vivimos en un país racista, y esto hay que cambiarlo de una vez.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)