Que se preparen

La Verdad, 03-08-2006

PEDRO SOLER/

Uno es tan flojo, que hasta tiene la mente aguacheada. Y no hay ganas de complicarse la existencia, sino de dejar que las horas pasen en su monotonía, a la espera del bienestar espontáneo, conseguido sin esfuerzo alguno.

Por esto, esta columnita, en la que algunos aparecemos, de mañana en mañana, está colmada – creo – de intrascendencias. Es lo mejor para no complicarse; pero cuando, en la lectura rápida del periódico, aparecen propósitos que rayan en la nulidad o en la bobada, renace la inquietud. Por ejemplo, ese aserto de Consuelo Rumí, secretaria de Estado de Inmigración y Emigración: «Todos los extranjeros que lleguen de manera irregular serán expulsados antes o después». ¿Firmeza, sí, señora!

No deseo dudar de sus palabras, pues me gusta atender con delicadeza cualquier expresión femenina. Lo que sucede es que ha destrozado mi apatía veraniega y me ha corroído el interés por saber cuándo y cómo. Sobre todo, cómo.

Sucede que los inmigrantes llegan a diario por centenares. Y hasta ahora, la solución (?) de riada tan constante no es más que recibirlos, y, pocas fechas después, soltarlos – estilo perruno – en cualquier descampado. Así, cada cual elige su camino aunque nadie sepa a dónde le conduce. Ya los tenemos en casa; ahora falta recuperarlos para llevar a buen puerto su expulsión.

¿Que metodología piensa utilizar la señora Rumí? ¿Se hará público un bando, que reclame a los inmigrantes irregulares su presencia voluntaria en el páramo preciso en el que se les desamparó? ¿O serán los inmigrantes legalizados los encargados de soplar a las fuerzas vivas dónde viven o se ocultan sus irregulares compatriotas? ¿Formarán los distintos cuerpos de policía, debidamente coordinados, estrechos cercos sobre cada ciudad, para que no escape ni uno de los expulsandos? ¿Corresponderá a la policía local la responsabilidad de comprobar, en mitad de la Gran Vía, o donde fuere, la situación de tantos sospechosos? ¿O se recurrirá al otrora eficaz método del lazo, que utilizaban los funcionarios de la perrera municipal, para cazar perros famélicos y vagabundos?

Tanta pregunta es un martirio que me incita a la desesperación. Tengo mis derechos a no vivir agobiado por la duda en soluciones tan eficaces, como la prometida por una personalidad clarividente y convencida como la señora Rumí. Le agradecería una pronta respuesta. En estos días veraniegos sólo pretendo la despreocupación.

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