Guerra de Ucrania
Ganna Vinall, la ucraniana que llegó a Ávila con los palos de golf huyendo de la batalla
Al día siguiente de la invasión rusa, la golfista profesional y su marido se escaparon y, tras un periplo de película, terminaron refugiados en Candeleda
ABC, , 16-05-2023Hay veces que la realidad supera a la ficción, pero cuando el final es feliz se suele matizar lo malo sufrido antes. Es el caso de la golfista ucraniana Ganna Vinall (39) y de su marido Jeff (55), de nacionalidad estadounidense, que escaparon a las bravas de Kiev al día siguiente de la invasión rusa. Muy a su pesar, metieron sus pertenencias en el coche (evidentemente, con sus bolsas de palos entre ellas) para huir de lo que llevaban unas semanas temiendo.
«Aunque había muchos rumores y la situación estaba enrarecida, nunca piensas que pueda suceder una cosa así porque estamos en Europa en el siglo XXI», comenta la campeona de larga distancia. De manera que, con bastantes reticencias por su parte, fue su esposo quien tomó las riendas para dejar su hogar con la mayor celeridad.
Ganna y Jeff, en Candeleda (Ávila) F.HERRANZ
Él se encargó de llenar el depósito de gasolina y, en cuanto se escucharon los primeros bombazos en la capital, salieron corriendo de allí. «Yo tenía muchas dudas, porque toda mi familia está allí, pero en cuando estalló la guerra ellos mismos me convencieron para irnos», recuerda. «Yo llamé a mi embajada y me preguntaron que por qué seguía todavía allí, que me marchara lo antes posible, y eso fue lo que nos salvó», apunta Jeff, que aprovechó que su domicilio está en el camino que lleva a Polonia para iniciar sin demora un éxodo de película.
El Club de Golf de Kiev, antes y después de la invasión rusa ABC
Con colas interminables en las gasolineras y una velocidad muy lenta por la constante interrupción de la vía por vehículos militares, llegaron a la frontera después de las peores seis horas de su vida. «No paramos ni para ir al baño, porque luego costaba mucho reincorporarse a la vía, y llegamos con la reserva encendida», relata Ganna aún con horror.
Afortunadamente, la previsión de su marido les hizo recoger las bolsas en su club unos días antes, porque luego este quedó totalmente destrozado por la barbarie de los invasores. Primero lo bombardearon y luego minaron los hoyos, con lo que cualquier remota esperanza se seguir ejerciendo allí como profesores de golf se esfumó al momento. Debían reinventarse y fue nuevamente la iniciativa del californiano la que les salvó.
Buscar hoyos
Después de unas semanas realizando ayuda humanitaria en la frontera, llegó un momento en el que se les acabó el dinero y tuvieron que empezar a buscar trabajo de lo suyo. «Yo estaba en estado de ‘shock’ y sólo quería ayudar a mis compatriotas, que estaban sufriendo tanto como yo. Pero Jeff mantuvo la frialdad y empezó a buscar campos de golf europeos que necesitasen profesores para ofrecernos» rememora con una sonrisa. Y no tuvieron difícil la elección, ya que a través de la PGA Europa, que agrupa a todas las asociaciones profesionales continentales, pidieron venir a España, un lugar que ya conocían por haber estado antes aquí de vacaciones.
Imagen principal – Los hoyos minados del Club de Golf de Kiev, donde también se ha levantado una trinchera.
LOS EFECTOS DE LA BARBARIE EN EL CAMPO DE GOLF Los hoyos minados del Club de Golf de Kiev, donde también se ha levantado una trinchera. ABC
Gracias a la gestión de la Federación Española, que habló con el campo de Candeleda, terminaron en esta localidad abulense que les abrió las puertas en todos los sentidos, tanto en el de poder satisfacer sus necesidades laborales como las vitales. «En ese momento estábamos buscando profesores para nuestra academia y surgió todo rodado; no lo dudamos en ningún momento porque era una doble ganancia para nosotros, al cubrir nuestras necesidades y darnos la ocasión de cumplir con una acción humanitaria», relata Andrés Pan, presidente del club. Se les firmó un contrato y el pueblo se volcó con sus nuevos vecinos.
Profesores
«Estamos encantados, la gente es súper amable y el entorno es precioso. Nuestros alumnos también nos han acogido muy bien y nos sentimos como en casa, aunque sabemos que es una situación provisional». Esto lo dice con lágrimas en los ojos, porque reconoce que lo que más le gustaría es poder regresar a Kiev cuanto antes, aunque ahora la situación está más normalizada que hace 15 meses, cuando la abandonaron. «Podemos hablar casi a diario con mi familia y, aunque la guerra continúa, al menos han pasado los primeros momentos de incertidumbre. Todos esperamos que esta locura acabe pronto y que en cuanto se concrete más a fondo la ayuda internacional puedan liberarnos de este horror», dice esperanzada.
Para conseguir sus fines primero debían ponerse ellos a salvo y, luego, auxiliar a los demás. «Los primeros días en Polonia fueron muy duros, porque yo quería echar una mano a mis compatriotas que estaban sufriendo. En esos momentos los recibíamos como podíamos y mentalmente fue devastador, pues todo se me hacía poco. Los hombres ucranianos estaban luchando en el frente y ojalá hubiera podido serlo yo también para acompañarlos. Mas, lamentablemente, ni soy hombre ni sé disparar», resume de la primera etapa de su escapada.
Ahora bien, desde que está en España ha encontrado otra forma de colaborar con la causa. «Organizamos torneos benéficos para la Cruz Roja, para que puedan enviar fondos a nuestro país. Y también participamos en actos informativos con los que concienciamos de nuestra situación», concluye Ganna.
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