Cayucos

La Voz de Galicia, 31-07-2006

LA casualidad quiso que mientras escuchaba la noticia de la llegada de un nuevo cayuco con subsaharianos estuviese leyendo En las orillas del Sar de Rosalía de Castro, detenido en dos versos tremendos que contienen una exclamación: «¡cuánto en ti pueden padecer, oh patria, / si ya tus hijos sin dolor te dejan» . Ayer éramos los gallegos los que nos íbamos y Rosalía, con su extremada sensibilidad y su incomparable percepción, nos contaba la última noche entre los suyos del que se marchaba: «la noche de las tristes despedidas» que, sin embargo, no eran tristes ni tenían lágrimas. «¡Llorar! ¿Por qué? Fortuna es que podamos / abandonar nuestras humildes tierras; / el duro pan que nos negó la patria, / por más que los extraños nos maltraten / no ha de faltarnos en la patria ajena. / Y los hijos contentos se sonríen, / y la esposa, aunque triste, se consuela / con la firme esperanza / de que el que parte ha de volver por ella».


De repente, los cayucos se me llenaron de gallegos de antaño, de aquellos que acababan encerrados en el campo de acogida de Tiscornia, en La Habana, después de una larga travesía como falsos polizones. Y pensé en lo familiares que les resultarían los versos de Rosalía a los subsaharianos que ahora llegan a Canarias (y que pocos días después vagan por nuestras ciudades). Quizá tampoco ellos han llorado al partir. Quizá, al igual que los gallegos emigrantes de Rosalía, han salido «como el criado que deja / al amo que le hostiga», y acarician con ilusión su sueño de que el futuro, por malo que sea, nunca superará las penurias del pasado. Con esa fe se suben a las endebles barcas y se la juegan. Es su apuesta triste, sí, pero con la pupila serena, sin lágrimas, «casi con la emoción de la alegría». Rosalía leyó hace mucho en otros corazones iguales. Y yo, con ella, me pregunto ¿dónde está la diferencia? Y sólo veo geografías absurdas.

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