Galicia

La diáspora gallega en el extranjero: «Sigo a la espera de algún día poder volver a mi tierra para cerrar el círculo»

Decenas de personas comparten con La Voz sus historias de emigración: solo dos de cada diez se plantean regresar

La Voz de Galicia, Manuel Varela, 17-03-2023

«La puerta que no se cierra nunca es la de la morriña». Apenas acaba de cumplir 18 años y lleva solo seis meses en Bélgica desde que dejó Valdoviño para estudiar música, pero Jorge ya comparte el sentimiento de los miles de gallegos que viven en el extranjero. Porque «morriña» es la palabra que más veces se repite entre las cerca de doscientas respuestas al formulario publicado este miércoles en la edición digital de La Voz para conocer qué opina la diáspora. Galicia cuenta con la mayor comunidad de España en la diáspora, con más de medio millón de personas nacidas aquí o descendientes del enorme éxodo migratorio del siglo pasado hacia América y Europa. Entre estos últimos, escribe un hijo de emigrantes gallegos residente en Francia, cuyos padres «siempre quisieron regresar», pero nunca pudieron hacerlo: «Yo sigo a la espera de que algún día pueda volver a mi tierra para cerrar el círculo».

Las historias llegadas a través del formulario dibujan una comunidad muy heterogénea en el exterior. Hay jóvenes que se marcharon solo por disfrutar la experiencia lejos de casa, otros que se fueron a estudiar y terminaron encontrando allí trabajo. También a los que no les quedó más remedio que hacerlo para desarrollar sus carreras, encontrando donde ahora residen las oportunidades que no les brindaron aquí. Personas de más edad, que salieron sin prácticamente nada y acabaron prosperando en sus trabajos, encadenando ascensos y formando familias. Asentados, la idea de retornar no les pasa ya por la cabeza. «Para nosotros, ahora Galicia es un lugar de vacaciones o para una jubilación ideal, pero no es un buen lugar para desarrollarse profesionalmente», escribe Cristina desde los Países Bajos, de donde marchó junto a su marido e hijas hace más de quince años. Así, a la pregunta de si se plantean volver pronto a la comunidad, solo un 21 % responde que sí, frente a un 34,5 % que lo valora y un 44 %, casi la mitad, que rechaza regresar.

La gran mayoría hicieron las maletas en busca de trabajo. Siete de cada diez reconocieron hacerlo por este motivo, mientras que el 14 % lo hicieron por motivos familiares. El caso es que muchos de quienes se fueron para encontrar empleo acabaron también dando con una pareja con la que formar familia. «La situación no estaba muy bien económicamente en España y decidí tomarme un tiempo y practicar inglés mientras trabajaba de au pair. Encontré a una familia en Reino Unido, y poco después conocí a mi pareja aquí. La situación laboral era mejor para los dos en Inglaterra y decidimos asentarnos en Essex, cerca de su familia», cuenta Cristina.

En Inglaterra se asentaron muchos de los gallegos que respondieron a la encuesta, casi todos emprendiendo largas carreras allí. «Me vine a hacer un posdoctorado de dos años, pero las oportunidades de trabajo aquí hicieron que los dos años se hayan convertido en doce», reconoce un emigrado que cuenta ya con nacionalidad británica. «Ahora soy un poco de todas partes, como tantos otros gallegos», añade.

Hay historias de personas que empezaron sirviendo cafés y terminaron dirigiendo grandes proyectos. Es el caso de Juan, que se fue con 27 años a Londres, adonde habían emigrado ya sus familiares. Empezó en hostelería, a los tres años consiguió un trabajo en una compañía de inversión, «escaneado documentos», y aprendiendo «todo lo que hacían». «Unos meses después estaba trabajando en uno de los equipos de gestión de ofertas de licitación y, a los trece años, me habían ascendido cuatro veces. Ahora, 24 años después, soy jefe de equipo de licitación internacional, algo que nunca hubiera soñado», relata.

Paco López, junto a su mujer e hija, frente al puente de Bristol, en Inglaterra.

Paco López se graduó como ingeniero civil en Lugo hace nueve años. «Imagino que mi historia es similar a multitud de jóvenes gallegos», asegura. Al terminar la carrera tuvo varias entrevistas de trabajo, pero el sueldo no lograba cubrir gastos: «Harto y sin ninguna oportunidad real de lo mío, decidí probar suerte en Reino Unido». Llegó en abril del 2015, al mes tuvo una entrevista y ya en junio empezó de delineante en una empresa.

«He tenido muchas oportunidades desde entonces, y después de cinco ascensos, estoy supervisando a un equipo de cinco personas en diseño de carreteras. Estoy muy agradecido a Reino Unido de darme las oportunidades necesarias ya que mi trabajo y dedicación están recompensados, como desearía que ocurriese en Galicia», dice Paco, a quien se unió su mujer en octubre de ese año, también procedente de A Coruña e ingeniera de estructuras. «Tuvimos la gran suerte de poder permitirnos una boda en Cambre, comprar una casa y hace ocho meses tuvimos a nuestra niña», continúa. Volver a Galicia sigue estando en los planes de la familia, pero admite que «mucho debe cambiar la situación para que eso ocurra».

Ignacio Araujo, junto a su mujer e hija, en los acantilados de Dóver.

También formó allí su familia Ignacio Araujo, aunque su recorrido fue más largo. Viajó al Reino Unido después de la universidad para mejorar su inglés y trabajar en varios empleos no cualificados, hasta que su actual esposa le convenció para dejarlo y «dar el salto al servicio público». Empezó en el Ministerio de Defensa, y de ahí se fue con ella a Nueva York tres años hasta volver de nuevo a Londres. «Ya con niños y una hipoteca, la intención es quedarnos por bastante años. No hace mucho nos planteamos volver a Galicia, pero las condiciones laborales son peores, sobre todo para mí esposa, que prefiere también lo que la gran ciudad ofrece. Echo de menos muchas cosas de la tierra, sobre todo compartir las experiencias de las familias de mis hermanos y de mis amigos», reconoce Ignacio.

En Nueva York terminó quedándose otro gallego que llegó allí sin conocer el idioma. «Empecé a trabajar en un almacén descargando camiones que venían del puerto con comida española y, al salir de ese trabajo, me duchaba rápido e iba a clases de inglés a la noche», comienza. Al año consiguió entrar en un pequeño despacho de abogados en Times Square, se especializó en propiedad intelectual y logró dar el salto a un bufete con 500 empleados. De nuevo, emprendió un nuevo escalón hasta su empleo actual en un despacho con «unos 5.000 empleados y oficinas en todo el mundo».

Sara Tato, cuarta por la derecha, es de A Coruña y trabaja en un hospital alemán.

Sí se plantea regresar Sara Tato, una médico coruñesa que se ha marcado este año como límite para dejar Alemania, donde trabaja en un hospital tras especializarse en ginecología oncológica. Pero, de nuevo, el escenario laboral complica esa vuelta. «He empezado a mirar lo que se ofrece tímidamente, lo que pasa es que cada vez que miro las ofertas que hay en mi campo u oigo el testimonio de las compañeras que trabajan por España se me cae un poco el alma a los pies», lamenta. Las condiciones en el hospital tampoco son desahogadas, con ocho guardias al mes sin libranza al día siguiente y largos turnos, aunque admite que al menos allí hace lo que le gusta. «Puedo operar mucho, tengo un puesto de trabajo indefinido y valoran mucho las aptitudes, formación e interés de la gente a la hora de dejarte progresar y ascender», comenta.

«Son feliz aquí, aínda que a morriña sempre me acompañe. Miña Galicia sempre está comigo, presente en todo o que faga»

De encontrar algo similar en España, afirma que volvería «ipso facto», pero lo ve improbable. «Al mismo tiempo, al haber sacrificado siete años de mi vida para formarme en lo que me gusta en el extranjero, con todas las dificultades añadidas que Alemania representa, me resulta un poco triste conformarme con la primera cosa que me ofrezcan, de modo que tendré que mirar con calma antes de decidirme», confiesa la joven, que regresa unas cuatro veces al año a A Coruña para dar clases en una academia que prepara estudiantes de mir en España. «Irónicamente», sonríe.

Uxía Pérez, pescando en el hielo, trabaja en Finlandia y se formó en Galicia como nutricionista.

Uxía Pérez es otra profesional sanitaria trabajando en el norte de Europa. Se formó como nutricionista y, sin oportunidades laborales, se fue primero a Irlanda por tres años. De allí se mudó a Finlandia, donde lleva ya cuatro «con la vida más o menos hecha». Tiene un trabajo estable, pareja, amigos y «buena calidad de vida». Allí ha terminado un máster y ha solicitado empezar otro en la universidad de Helsinki, por lo que la vuelta a Galicia no entra en sus planes de futuro.

A la izquierda, Jezabel Pelaz, que vive en Coblenza (Alemania). A la derecha, Jorge Orosa, de Valdoviño, lleva desde septiembre en Gante estudiando música.A la izquierda, Jezabel Pelaz, que vive en Coblenza (Alemania). A la derecha, Jorge Orosa, de Valdoviño, lleva desde septiembre en Gante estudiando música.

Tampoco tiene previsto regresar Jezabel, una educadora social residente en Alemania. Llegó con 28 años como au pair, encontró trabajo y al que terminó siendo su marido. «E son feliz aquí, aínda que a morriña sempre me acompañe. Miña Galicia sempre está comigo, presente en todo o que faga e onde vaia», confiesa. La misma morriña que siente Jorge, el joven que encabeza este reportaje. Vive en Gante desde septiembre, cuando se mudó para empezar la carrera de música clásica en la especialidad de violoncelo.

«Una vez aquí, el principio no fue fácil. Fue un cambio muy grande pasar de estar en mi pueblo con mi familia y mi rutina a, al día siguiente, despertarme solo en otro país empezando una vida completamente nueva», cuenta el músico, que contaba ya en Bélgica con un amigo de Ferrol que le fue presentando a su círculo social allí. En esta experiencia lejos de casa, descubrió lo que a tantos les ha pasado después de hacer las maletas: «Conté siempre con el apoyo de mi familia y mis amigos, que, por contradictorio que parezca, con la distancia se fortalecen mucho algunas relaciones». En Gante está conociendo a gente de distintos países y culturas, se le abren puertas a un mundo con oportunidades «casi ilimitadas», pero reconoce que «la puerta que no se cierra nunca es la de la morriña».

Fran Presas, en el centro, trabaja en Australia como técnico de laboratorio.

En 147 países hay al menos un gallego residiendo. Al cuestionario han respondido muchos de lugares poco frecuentes, y todos ellos entendiendo su estancia en el extranjero como una aventura más que como una salida laboral. Uno lo hace con base en Dinamarca, tras estudiar un máster en la universidad de Aarhus, pero trabaja para Médicos Sin Fronteras Dinamarca en Mozambique, Zimbabue y Sudáfrica. Isabel estuvo once años en Pekín, adonde llegó para impartir un curso de verano de español, pero lleva tres meses en Singapur después de que el covid lo cambiase todo: «Estuve casi tres años sin poder ver a mi familia».

Desde el 2019 vive en Australia Francisco Presas, un joven de Trez (Laza). «Chegei aquí coa visa Work and Holiday, que é unha visa para a mocidade, doada de conseguir, e con dereitos de traballo», explica. En Galicia se formó como biólogo, pero fue en Sídney donde terminó asentándose. Trabaja como técnico de un laboratorio médico haciendo PCRs de enfermedades respiratorias y quiere conseguir la residencia permanente australiana «a través de visas para traballadores cualificados ou talento global, pero a cousa esta complicada», admite. Como alternativas en su futuro están Canadá y algún país europeo. Volver a Galicia está siempre en su cabeza, pero matiza que lo haría por un trabajo que valorase su experiencia internacional en los últimos años.

«A beca BEME da Xunta para estudar un máster en Galicia chámame a atención, pero xa fixen un máster en recursos mariños de dous anos nos Países Baixos e prefiro ter máis experiencia profesional. O mundo esta cheo de posibilidades así que seguramente siga viaxando antes de voltar a Galicia permanentemente, aínda que teña morriña todos os días», apunta Francisco.

Estas son también algunas de las historias que han llegado a La Voz desde la diáspora gallega

Manuel, 60 años en Lippstadt (Alemania): «Mi esposa y yo emigramos a principios de los años 60 a Alemania. Llegamos con contratos para trabajar en una empresa de muebles. Nuestra hija de tres años se quedó con la abuela en Santiago. En 1972 nació nuestro hijo y nuestra hija se vino a vivir a Alemania. Tenía 13 años. Con 22 regresó a Galicia y trabaja en Vigo. Nuestro hijo, nacido en Alemania, es presidente de la Asociación de Españoles en nuestra ciudad (Lippstadt). Nunca nos olvidamos de nuestras raíces y de nuestra tierra Galicia. Nuestro nieto tiene 12 años y le encanta todo lo relacionado con España, pero sobre todo le gusta Galicia».

Roberto, ocho años en Inglaterra: «En el 2014 empiezo mi andadura por el extranjero, en Sheffield, donde me paso casi todo el año. En noviembre de ese mismo año me mudo a Southampton, donde trabajo en el Southampton General Hospital durante unos siete años. En plena pandemia toco a las puertas de la ONU y me voy a Sao Tomé y Príncipe, donde voy a ayudar como especialista en pleno brote covid. Seis meses después vuelvo a Inglaterra, donde tras unos meses decido volver esta vez sí a Vigo. Ahora vivo a medio camino entre Alicante (donde estoy estudiando un máster) y Vigo. La idea es volver a trabajar en el extranjero, pero siempre con billete de vuelta en un futuro».

Fernando, desde Luxemburgo: «Desde pequeño he soñado con trabajar en los hoteles, y cuando tuve la oportunidad de participar en el equipo de los hoteles Disney en Paris, no lo dudé. Ahí comenzó mi carrera, que me ha llevado por diversas ciudades de España y a trabajar en otros países como Argelia o Francia, visitar toda Europa, hasta desembarcar en Luxemburgo, hace ya la friolera de doce años. Aquí dirijo dos hoteles de lujo y disfruto de una vida agradable con mi pareja. He tenido muchas experiencias y miles de anécdotas que se suman a unas vivencias increíbles; diferentes culturas que forjan un sin fin de emociones […] Todavía sueño con regresar a Galicia y hacer realidad aquel deseo que desde la infancia guardo en mi interior: dirigir el hotel indiano en la Torre de Los Morenos (Ribadeo). Será cierto que a los gallegos nos gusta cerrar bien los círculos».

Daniel, 16 años fuera: «Marchei para traballar en Panamá porque tiña familia alí e non era bó estudante. Logo fun a Barcelona a estudar dous anos mecánica de motos de carreiras e quedei ali a vivir uns trece anos. O ano pasado marchei a Noruega a estudar cinco meses e agora estou traballando en Alemaña de buzo profesional».

Fabio, siete años en Florida: «Fui expatriado por mi empresa desde Vigo a Fort Lauderdale (Florida), en principio para tres años, aunque al final me quede por siete. Ha sido una de las mejores experiencias vitales y profesionales, hasta el punto de que me planteo la vuelta solo porque el visado de trabajo tiene una duración máxima de esos 7 años. De haber sido posible quedarme por más tiempo, y a la vista del panorama profesional en Galicia, seguramente me habría quedado por más tiempo».

Sara, desde Vancouver: «Tengo la carrera de turismo y debido a la situación del covid me ha sido imposible realizar las prácticas de la carrera en España, por lo tanto busqué países que tuvieran mejor situación que la nuestra a nivel de restricciones al turismo. Eso me llevó a Canadá, donde he empezado a trabajar desde la segunda semana que he llegado y nunca me ha faltado trabajo de lo mío. ¡Hasta puedo elegir, y con cero experiencia! Después de ver las buenas condiciones de trabajo que hay aquí en mi sector y lo bien pagado que está no me planteo volver a España a corto plazo».

María, diez años en Estados Unidos: «Hace diez años tomé rumbo a Estados Unidos a través del programa de profesores visitantes del Ministerio de Educación. En Lexington, Kentucky, encontré una forma de vida que se adaptaba a lo que estaba buscando. Desde entonces allí estoy. Vuelvo a Santiago de Compostela una o dos veces al año».

Desde Eindhoven: «Estudei enxeñería industrial na Uvigo. Chegoume unha oferta de Alemaña dunha consultora que traballaba para Airbus e alí marchei antes de rematar as prácticas. Isto sucedeu xusto cando xurdiu a covid polo que cheguei a Alemaña co inicio dos confinamentos. Dado o impacto que xenerou a pandemia houbo grandes recortes o que supuxo que perdera o traballo unhos poucos meses despois de comezar. Volvín a Lugo, botei ao redor de 300 CVs en España e resto de Europa durante a segunda metade do 2020 pero nin unha entrevista tiven. A aparición das vacinas o final o 2020 foi un punto de inflexión e a partires dese momento comecei a facer bastantes entrevistas. Nese momento tiven unha oferta sobre a mesa para traballar no mantenemento dos AVE de baixo custo (Ouigo) que se estaban a implantar en Madrid. En paralelo xurdiume unha oferta para vir a Países Baixos para traballar no sector dos semiconductores en ASML. As condicións desta última oferta eran sustancialmente mellores que a de Madrid polo aceptei vir ata aquí. Malia que poida parecer que so marchei por ter mellores condición laborais, no meu caso particular tamén procuraba activamente ir o estranxeiro para ampliar os meus horizontes e coñecer novas perspectivas. Isto último coido que é común para máis xente da miña xeración e é unha diferencia relevante respecto a inmigración de xeracións previas».

Desde Canadá: «Comencé a trabajar en mi empresa en Galicia. Cuando el proyecto en el que trabajaba se acabó, me ofrecieron la posibilidad de venir a Canadá y continuar con ellos. Llevo por aquí desde entonces. Estoy casado con una gallega y tenemos dos hijas nacidas aquí. Puntos fuertes de aquí: condiciones laborales, conciliación, nuevas experiencias y aprendizaje de idiomas. Echamos de menos a nuestra familia y amigos, nuestras comidas y costumbres, la playa… De vez en cuando nos preguntamos si deberíamos regresar pero de momento va ganando la opción de seguir en el extranjero. Regresamos al menos una vez al año de vacaciones, excepto durante la pandemia».

Desde Buenos Aires: «Vine voluntariamente y con trabajo desde allá, por lo que fue fácil integrarme. Me encantó la ciudad y decidí quedarme, lo único es la distancia a España y extraño la familia y la comida de Galicia. Actualmente lo que más me preocupa es la inseguridad y la inflación. Aunque sigo considerándome un privilegiado al recibir mi salario en euros. Si fuese en pesos ya hubiera regresado a Galicia».

Desde Caracas: «Me vine por mudanza de mis padres después del colegio y me quedé a estudiar la carrera. Estuve en Estados Unidos y regresé a Caracas, donde me casé y tengo mi familia. La morriña sigue ahí, pendientes de nuestro Dépor, vamos al menos cada dos o tres años. Mis niños adoran miña terra galega. Intento mantenerme al día de lo que pasa en Coruña a través de La Voz, Twitter y de los chats de la familia».

Desde Vaduz, Liechtenstein: «Mis padres trabajaron en Liechtenstein toda la vida. Mi hermano y yo quedamos en Corcubión con mi abuela y mi tía. En el 2012, mi padre tuvo un accidente en el trabajo y quedó inválido. Yo vine para hacerme cargo de él junto con mi madre […]. Ahora estoy trabajando en una empresa de alimentación Hilcona SA como muchos otros gallegos».

Desde Lisboa: «Me fui para seis meses y he estado veinte años. Hace casi tres años lo arreglamos todo para volver a Galicia acompañada de mi marido y mis dos hijos… Cuál fue nuestra sorpresa cuando mis más de veinte años de experiencia profesional en la salud se redujeron hasta unos míseros siete años como máximo a la hora de puntuar y obtener empleo. […] En otra comunidad automáticamente valoraron mi experiencia y me pagaron de acuerdo a esos años de trabajo. Además, obtuvimos una guardería gratuita para ayudarnos en el retorno a España. Morriña y tristeza a partes iguales».

Desde Berlín: «Después de graduarme en Sociología y sin ningún futuro en mi ciudad de origen, decidí emigrar. Con esfuerzo y dedicación he aprendido idiomas y desarrollado profesionalmente, especializándome en el área de comercio internacional. Alemania me ha brindado apoyo y un futuro prometedor».

Fran, desde República Dominicana: «Me casé con una mujer dominicana, y la vida aquí para mí es mejor que en Galicia. Lo tengo todo: mejor clima y vida más económica».

Desde Nueva York: «Sesenta años deambulando por diversos países, al final me asenté en Nueva York. Casado con mujer americana y con dos hijos. Necesitaría tres tomos para contar mi historia. Actualmente estoy retirado y vivo en Long Island NY. Solo quiero enfatizar que, después de tanto tiempo, todavía siento morriña».

47 años en Madrid: «Vuelvo todos los años. Solo falté un año, el de la mili. Paso en Galicia la mayor parte de mis vacaciones. Si no lo hago, el resto del año no funciono igual. Me sacaron de allí de niño y sigo recordando mi vida de entonces. ¿Morriña? Seguro. ¿Volveré a vivir a Galicia? No lo sé. Después de armar una familia aquí, es complicado. Pero en cuanto pueda pasaré grandes temporadas en mi querida comarca da Ulloa. Sin duda».

Desde Dinamarca: «Divorciada, me fui sola con mi hijo de cuatro años a Mánchester para mejorar mi situación económica y personal (mujer maltratada). Me fue bien en el trabajo y allí conocí a Thomas. Tenía 2 hijas de su matrimonio anterior en Dinamarca así que íbamos con cierta frecuencia. Los hijos querían que estuviésemos más tiempo juntos por lo que me mudé con mi hijo a Dinamarca para formar una familia galaico-danesa. En el 2010, mi marido se fue a trabajar a Alemania por lo que no me quedó otra que ser la jefa de la casa, trabajar con éxito en Lego y ser esposa de fin de semana durante quince años. En verano del 2019, con los hijos criados ya, dejé mi trabajo y me fuí a vivir a Hamburgo con mi marido (¡por fin!). Desde entonces trabajo en Maersk, viajo bastante por el mundo, pero vamos con frecuencia a Dinamarca a ver a los hijos, que ya se han independizado. Somos europeos y felices. Me fui para que mi vida mejorase: para sentirme segura y para darle a mi hijo la oportunidad de experimentar otras culturas y otras lenguas desde una edad temprana. Lo he conseguido».

Galicia tiene la mayor comunidad en la diáspora: más de medio millón de gallegos viven en el extranjero
M.VARELA

Por todo el mundo hay repartidos más de medio millón de gallegos, una quinta parte del total de habitantes censados en Galicia. No todos nacieron en la comunidad. De hecho, solo 140.726 lo hicieron, pero cada una de esas 527.449 personas residiendo en otro país tienen aquí su origen. Son segundas e incluso terceras generaciones de emigrantes a Europa y, sobre todo, a América. Según los datos que publicó este jueves el Instituto Nacional de Estadística, Galicia se mantiene como la comunidad con mayor diáspora en el extranjero.

Son casi 200.000 más que andaluces viviendo fuera de España, a pesar de ser la región más poblada del país, con el triple de habitantes censados que Galicia. Lo mismo ocurre frente a Cataluña o Madrid, esta última en segundo lugar pero con 50.000 personas menos en el extranjero. El éxodo de gallegos a lo largo del siglo XX, en un primer momento a Sudamérica y, a partir de los sesenta, más enfocado a Europa, asentó las comunidades más importantes en esa diáspora. Así, en Argentina residen todavía 180.500 personas nacidas en Galicia o descendientes de gallegos. Le sigue Brasil, Cuba, Suiza y Uruguay, todos por encima de los 40.000 habitantes empadronados.

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