Crítica de 'Sin huellas': un wéstern reivindicativo con un punto de humor

Carolina Yuste y Camila Sodi protagonizan esta fallida ficción acerca de dos empleadas del hogar a las que les tienden una trampa en la costa alicantina

Diario Vasco, Iker Cortés Madrid, 16-03-2023

No mentían Carlos de Pando y Sara Antuña, creadores y guionistas de la ficción que este viernes se estrena en Prime Video, cuando decían que ‘Sin huellas’ era un wéstern moderno. Todo en esta serie de ocho episodios, protagonizada por Carolina Yuste (Badajoz, 31 años) y Camila Sodi (Ciudad de México, 36 años), remite a la estética y al código formal que empleaban los clásicos del oeste americano. Ahí están los planos largos, a veces casi contemplativos, rodados en ‘scope’ para recuperar los encuadres de las cintas de vaqueros; los duelos, aunque sea vehículo de cuatro ruedas mediante; la juguetona música de J. J. Luna, o los parajes desérticos, el viento y los desfiladeros alicantinos.

Pero la nueva propuesta de Zeta Studios no solo apunta al wéstern en lo formal, sino también en el contenido. Al fin y al cabo, las protagonistas de ‘Sin huellas’ no dejan de ser dos amigas enfrentadas a fuerzas mucho más poderosas que ellas. Desi (Yuste) y Cata (Sodi) son dos treintañeras que comparten piso y trabajan como empleadas del hogar. Desi es gitana, deslenguada y fiestera; Cata es inmigrante y, sin duda, más responsable, quiza porque está intentando reunierse nuevamente con su hija, que se ha quedado a cargo de la abuela en México. Ambas necesitan dinero para pagar la mensualidad del piso en el que viven, así que cuando la empresa para la que trabajan las despide declarándose insolvente «¿cómo van a ser insolventes con ese cochazo?», se cachondea Desi al ver partir al mandamás de la compañía en mitad de una concentración de kellys furiosas, se ven con el agua al cuello.

Esa noche las dos ahogan sus penas en el alcohol hasta que una inesperada llamada les encarga la limpieza de la mansión de una poderosa familia de Alicante. Lo que inicialmente parece un trabajo rutinario pronto se torna en una pesadilla cuando debajo de una de las camas hallan el cadáver de una mujer y una bolsa repleta de dinero. La alarma de la vivienda se dispara y se ven obligadas a huir.

Es un punto de partida atractivo y sugerente desde el que se desarrolla un wéstern urbano en el que caben el thriller, la denuncia social y, en mayor medida, la comedia. Todos los géneros valen para resolver el misterio, mientras las protagonistas despistan a la Policía y tratan dar respuesta a las preguntas en el aire que deja el hallazgo: ¿Quién ha cometido el asesinato? ¿Por qué? Y, sobre todo, ¿por qué les han tendido esta emboscada a ellas? De esta forma, la ficción permite exponer realidades duras que tocan temas como la lucha de clases o la xenofobia. «Les quieren meter en un marrón porque son unas mujeres absolutamente invisibles para la sociedad y son perfectas para comérselo», explicaba Carolina Yuste durante el rodaje.

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