Violadas, rapadas, asesinadas: la represión a las mujeres durante el franquismo

Esposas, hijas y hermanas de republicanos sufrieron castigos específicos en la Guerra Civil y la dictadura, pero la memoria de ese dolor quedó oculta durante décadas

El País, NATALIA JUNQUERA, 15-03-2023

La memoria es femenina. Han sido sobre todo ellas las que han custodiado las fotografías y las últimas cartas de los desahuciados del franquismo, como subrayó en 2019 el estudio El duelo revelado, del antropólogo Jorge Moreno para el CSIC. Durante muchos años callaron. Para sobrevivir, para proteger a los suyos de un dolor imposible de medir. Cuando, en el año 2000, despertó el movimiento de recuperación de la memoria histórica y España empezó a conocer las vidas truncadas de los miles de fusilados enterrados en fosas y cunetas, muchas mujeres decidieron hablar “de sus maridos, de sus héroes, nunca de su lucha personal”, explica el secretario de Estado de Memoria Democrática, Fernando Martínez. “Se conocen las historias de los nombres célebres y no tanto las de las mujeres de a pie que sufrieron todo tipo de agresiones por el hecho de ser mujeres y rojas. Todo ese sufrimiento quedó sin cuantificar, sin registrar”, añade. La nueva ley de memoria, aprobada el pasado octubre, al igual que el decreto de enseñanzas básicas de bachillerato, de abril de 2022, incorpora la perspectiva de género para conocer sus sacrificios y su contribución democrática. En la semana del día internacional de la mujer, EL PAÍS analiza con víctimas y expertas los diferentes métodos de la represión franquista sobre las mujeres.

Violadas
Maravillas Lamberto pidió acompañar a su padre, Vicente, la madrugada de agosto de 1936 en que un grupo de falangistas fue a buscarlo a su casa, en Larraga (Navarra). A la mañana siguiente, su familia fue a llevarles el desayuno al Ayuntamiento, que entonces se usaba como cárcel, pero ya no estaban allí. “A mi padre lo habían bajado al calabozo, pero a mi hermana la subieron a la secretaría y allí la violaron”, relató Josefina Lamberto a EL PAÍS en 2014, cuando viajó a Madrid desde Pamplona para sumarse, en el consulado argentino, a la causa abierta en Buenos Aires contra los crímenes del franquismo. Los vecinos habían escuchado los gritos de Maravillas, de 14 años. Unos campesinos la encontraron luego muerta, desnuda en un descampado. El cuerpo había sido atacado por los perros “y decidieron echar gasolina sobre los restos y quemarlos”. “Se trataba de un fuego purificador”, afirma la antropóloga e historiadora Lourdes Herrasti. Y añade: “Maravillas, la rosa de Larraga, se ha convertido en un símbolo de la represión”.

Josefina Lamberto, en 2014, en Madrid.
Josefina Lamberto, en 2014, en Madrid.
SAMUEL SÁNCHEZ
Antes de matarla, tres de sus verdugos violaron a Cándida Bueno Iso, maestra, de Castiliscar (Zaragoza). Tenía 23 años. También era maestra Camino Oscoz, de 26, violada reiteradamente antes de que hicieran desaparecer su cuerpo tirándolo por un barranco en Urbasa (Navarra). En Fuentes de Andalucía (Sevilla), cinco mujeres de 16 a 22 años fueron detenidas, violadas y asesinadas en la finca de El Aguaucho… Herrasti ha recopilado muchos de estos casos, documentados también por otros historiadores. En Herencia (Ciudad Real), la madrugada del 2 de febrero de 1945, dos primas de 17 y 19 años y su tía, de 38, fueron detenidas por dedicarse al estraperlo. Se abalanzaron sobre ellas. “Uno de los hombres”, relata la antropóloga María Dolores Martín Consuegra, “se quejó a los demás por la chica que le había tocado y acordaron entre risas que en lo sucesivo tendrían en cuenta sus preferencias. Cuando terminaron, descansaron mientras se fumaban un cigarro. Unas horas más tarde volvieron a violarlas y a apalearlas”. Martín Consuegra es autora del estudio Las manadas de Franco, memorias sobre la feminización de la represión franquista.

No existe un registro del número de violaciones cometidas en esos años. No se denunciaban; no se castigaban. “Muchas veces”, explica Herrasti, “conocemos los casos, como el de Maravillas Lamberto, porque ya se sabía que estaban muertas. Las demás ocultaban esa humillación para sobrevivir”. Martín Consuegra recuerda cómo las ancianas a las que entrevistó para su investigación utilizaban un eufemismo compartido para referirse a aquel tipo de crímenes: “Levantarse el mandil”. O decían cosas como esta: “En el casino de mi pueblo se jugaba a ver quién violaba a quién”. “El franquismo”, añade la antropóloga, “dictó las condiciones de su propio recuerdo”. “Y, cuando llegó la democracia, coincidió con una época de bonanza económica y se asumió el discurso establecido: el del olvido. Es decir, estas víctimas fueron silenciadas por el franquismo y por los demócratas. Y eso tiene consecuencias no solo para ellas, sino para toda la sociedad. Mi abuela guardó silencio y mi madre, y yo, con determinadas agresiones, también lo hemos hecho porque eso es lo que hemos heredado. El cuerpo de las mujeres se convirtió en botín de guerra, en un escenario más de la batalla”.

Asesinadas
Este prendedor del pelo, que conserva aún un mechón de cabello, fue hallado en una fosa abierta en 2003 en Valdediós (Asturias), donde se recuperaron los restos de 11 mujeres.
Este prendedor del pelo, que conserva aún un mechón de cabello, fue hallado en una fosa abierta en 2003 en Valdediós (Asturias), donde se recuperaron los restos de 11 mujeres.
ARANZADI
Entre los miles de huesos rescatados en democracia de fosas y cunetas para entregar a sus familiares los restos de los desaparecidos del franquismo, se han hallado también horquillas, pendientes, moños, ballenas de corsé, sonajeros de bebé. Más de 300 de las cerca de 11.000 víctimas recuperadas son mujeres. Algunas, como María Domínguez, socialista, feminista y alcaldesa de Gallur (Zaragoza), o Aurora Picornell, responsable de la organización femenina del Partido Comunista en Baleares, fueron asesinadas por sus ideas. A otras muchas, como a las 17 rosas de Guillena (Sevilla), de entre 20 y 70 años, las mataron por ser esposas, hermanas o madres de rojos. “Esto se conoce como el delito consorte”, explica Herrasti. “Buscan al hombre y, al no encontrarlo, se las llevan a ellas en sustitución. Como no pueden hacerles daño a ellos, se lo hacen a ellas”. Cientos de mujeres fueron también encarceladas y condenadas a muerte. El pasado domingo, durante 15 minutos, colectivos feministas leyeron los nombres de presas de la cárcel de Ventas fusiladas y enterradas en el cementerio del Este (Madrid). La más joven tenía 18 años. La mayor, 60.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)