COLSON WHITEHEAD, EL AUTÉNTICO COLOSO DE NUEVA YORK

El autor estadounidense, ganador de dos premios Pulitzer consecutivos, tantea la novela criminal con 'El ritmo de Harlem'

ABC, David Morán, 15-03-2023

Primero fue ‘El ferrocarril subterráneo’, novela sobre la esclavitud salpicada de elementos fantásticos y lecturas aterradoramente contemporáneas. Acto seguido, y tirando del hilo de las oscuridades de la historia, llegó ‘Los chicos de la Nickel’, sobrecogedor relato de las torturas y crímenes perpetrados en un reformatorio de Florida en los años 60. Dos novelas y, lo nunca visto, dos premios Pulitzer consecutivos. Sólo Updike, Faulkner y ahora también él. Colson Whitehead. Neoyorquino del 1969 y el autor más joven de la historia en recibir el premio de la Biblioteca del Congreso a una carrera.

Quizá por eso hay quien se sorprende de que, tras un par de libros tan imponentes y connotados, el también autor de ‘El coloso de Nueva York’ se salga ahora por la tangente con ‘El ritmo de Harlem’ (Random House; Periscopi en catalán), una suerte de novela criminal con mafiosos, trapicheos y atracos (casi) perfectos. «Siempre he ido dando saltos de un libro a otro. La novela anterior a ‘El ferrocarril subterráneo’, por ejemplo, era una historia de zombis. Y la anterior, sobre unos chicos creciendo en los años ochenta», relativiza Whitehead. Será que, después de todo, lo que le pedía el cuerpo era «una novela de atracos».

O eso o que muchas ganas de ganar un tercer Pulitzer tampoco debía tener. «El segundo ya fue una locura, así que pensar en el tercero significaría vivir en un mundo irreal y simulado», bromea.

Con ‘El ritmo de Harlem’, Whitehead rebobina hasta finales de los años cincuenta para presentar a Raymond Carney, vendedor de muebles de la calle 125 e hijo de un mafioso local que se ve involucrado en una retorcida trama criminal tras participar en un robo en el hotel Theresa de Harlem. Un thriller de autor con el que Whitehead abre una serie de tres novelas en las que Carney, obsesionado por encontrar el apartamento perfecto para su familia, comparte protagonismo con la ciudad de Nueva York y el barrio de Harlem. «El destino de la ciudad va vinculado al de Ray. Empezamos en Radio Row, un barrio que fue demolido para construir el World Trade Center, y luego vemos ese lugar, el cráter en el que estará el nuevo World Trade Center. Y claro, leemos el libro en 2023 y sabemos qué es lo que sucede en ese espacio. La ciudad siempre ha sido destruida y reconstruida. Y se regenera. Y él también pasa por estos altibajos. Se ve obligado a levantarse después de sus fracasos». explica.

Del jazz al punk-rock
Lector de clásicos del género como James Ellroy, Walter Mosley, Donald E. Westlake y Chester Himes, y apasionado de las películas de detectives, Whitehead recorre los bajos fondos y las trastiendas en las que se vende mercancía robada mientras en el libro suena bebop y sus dedos teclean al ritmo de audaz punk-rock. «Sería bonito que Ray fuera alguien más moderno y en los años setenta saliera por el CBGB’s o tomara coca en el Max Kansas City, pero no puedo cambiarlo tanto», bromea. «Digamos que no sale con la Velvet Underground», añade sobre un personaje que evolucionará en los tres libros al mismo ritmo que la música que suena y atruena por las calles de Harlem. «El hip hop estará ahí, sí, sin duda», avanza.

«Jonathan Franzen es portavoz de los blancos? Bueno, yo creo que sí lo es, pero nadie lo diría»

En ‘El ritmo de Harlem’ también hay racismo, brutalidad policial y disturbios ligados al asesinato de James Powell, adolescente tiroteado por la policía en 1964, pero Whitehead rechaza la etiqueta de portavoz superventas de la comunidad afroamericana. «¿Jonathan Franzen es portavoz de los blancos? Bueno, yo creo que sí lo es, pero nadie lo diría», ironiza. «Tengo un libro de no ficción sobre el póker, y no estoy hablando del póker para negros, sino de póker y punto. Tengo una novela de zombies que habla sobre la supervivencia y la superación del trauma, y la raza no es importante. Será que cuando el 99% de la población está muerta no nos preocupa tanto la raza», añade.

Con todo, sí que reconoce que es uno de los temas sobre los que acaba volviendo una y otra vez. «Es algo me parece contundente, igual que la cultura pop o la ciudad, y a veces sale y a veces no. Y cuando escribo un libro que no tiene nada que decir sobre la raza, estoy haciendo mi propia obra como artista, no satisfaciendo la idea que tiene otra gente sobre lo que debería ser un artista negro», explica.

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