El año de guerra transcurrido desde la invasión rusa de Ucrania está dejando, además de las decenas de miles de muertos –más de 8.000 de ellos, civiles– y la destrucción total o parcial de edificios e infraestructuras, una crisis humanitaria sin precedentes en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) calcula que al menos ocho millones de ucranianos han tenido que huir de su país debido a los constantes ataques rusos y se han registrado e instalado en diferentes zonas a lo largo y ancho del continente. Más de 4.000 de estas personas han recalado en Euskadi, donde han recibido la acogida y solidaridad de la sociedad vasca en su conjunto. Familias, instituciones y asociaciones del tercer sector social han trabajado de manera conjunta, bajo la coordinación del Gobierno Vasco, en ofrecer una respuesta ejemplar al reto que ha supuesto –y seguirá suponiendo, dada la realidad de una cruel guerra que posiblemente se alargará aún más en el tiempo– las múltiples derivadas de la acogida de un número importante de refugiados. Euskadi carece de la competencia en materia de migración y refugio, que corresponde al Estado pero, como subraya el documento Ucrania-Euskadi: memoria de un año de solidaridad, presentado el viernes por el lehendakari con motivo del aniversario de la guerra, la capacidad solidaria de nuestro país y la voluntad política y ética de ofrecer acogida son plenas. No hay que olvidar que la respuesta que hay que ofrecer a las personas refugiadas es multidisciplinar y compleja: vivienda, protección internacional, acompañamiento, salud –1.214 han pedido en Osakidetza la tarjeta sanitaria temporal y 1.887 la TIS–, educación –más de mil menores están matriculados en escuelas vascas–, ayudas económicas, información y orientación laboral… Es obligado reconocer este ejercicio de solidaridad fruto del trabajo en común y del principio ético irrenunciable de “ofrecer lo que necesitaríamos recibir” contenido en el Pacto Social Vasco para la Migración. Ello es posible porque el modelo vasco de acogida y atención a migrantes y refugiados no solo existe desde hace años, sino que funciona como se está comprobando, pese a que haya quienes lo hayan querido poner en duda en los últimos tiempos por motivos que no se corresponden con la realidad.