«No queremos volver, está todo mal allí»
Ocho menores ucranianos escolarizados en Gipuzkoa cuentan para DV a través de dibujos y redacciones cómo han vivido este año lejos de su país
Diario Vasco, , 24-02-2023La guerra en Ucrania irrumpió también en la vida de los más pequeños hace un año. Muchos tuvieron que salir con las mujeres de sus familias: madres, hermanas, abuelas o tías, de manera apresurada y con poco más que lo puesto. Se han tenido que adaptar a un país nuevo, un idioma diferente, convivir con los nervios y las preocupaciones de sus mayores, intentar gestionar sus propios temores, hacer nuevos amigos, y lo que es peor, a saber de sus familiares, especialmente sus padres, vía telefónica «cuando la electricidad allí lo permite».
En Euskadi, a 23 de enero, había matriculados en centros educativos 498 ucranianos, 263 en Gipuzkoa. Este periódico ha querido conocer de primera mano cuál es la mirada de los niños y niñas de la guerra. A través de dibujos, los más pequeños, y de redacciones, los mayores, escritas algunas en inglés, euskera y castellano, según el nivel de aprendizaje del idioma, cuentan cómo supieron de la guerra, cómo salieron de Ucrania, qué echan de menos, qué les gusta de su vida en Gipuzkoa o qué esperan del futuro y dónde lo ven.
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«Algunos niños me preguntan cosas indebidas»
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Los ocho testimonios recogen su fortaleza y capacidad de adaptación. De hecho dicen más en lo que callan que en lo que cuentan, como si se hubieran construido una coraza para poder seguir adelante. Apenas sí dan detalle de los aspectos más duros de sus vivencias, como mucho relatan que salieron «rápidamente». Dicen estar «bien». Evitan, en su mayoría, mencionar a quienes se han quedado en Ucrania. Echan de menos a sus familiares directos, a los amigos de juegos e incluso a sus mascotas quienes las tenían. Algunos manifiestan que su vida está ya fuera de su país de origen.
Yeva Shymanska
4 años
De Khmelnytskyi
Colegio Larramendi
Stanislav Shymanska
8 años
De Khmelnytskyi
Colegio Larramendi
El dibujo de Stanislav Shymanska de su familia en Khmelnystskyi refleja una vida feliz. Con sus padres, su hermana y su gato en un parque. «Mi padre se quedó allí y hablo con él a veces, tengo tablet». De su estancia en Donostia destaca «el cole» en Larramendi, y la playa que pinta en un intenso azul y amarillo. «Me gusta», apunta. Su hermana pequeña, Yeva, ha pintado un corazón rodeado de las banderas de Ucrania y España. Sonríe mucho y mira a su hermano en busca de ayuda ante cualquier pregunta.
Vica Savenok
9 años
Colegio Larramendi
Daniel Gura
12 años
Kamivetz Podlsky
Colegio Larramendi
Arsenii Ushakov
14 años
Zaportozhye
Colegio Larramendi
Sergi Reznichenko
9 años
Altza Eskola
A Vica Savenok le gusta bailar. Tiene 9 años y ha hecho dos dibujos. Uno de cómo se imagina: vestida de lila rodeada de corazones de colores; el otro resume su vida en Donostia, donde ha retratado a sus «mejores amigas» Carla, María y Lucía, con las que juega «al balón» en el colegio Larramendi. «Me gusta y me lo paso bien», cuenta. No se olvida de poner el avión que le trajo hasta aquí y dejar atrás su aldea, Piski, en la provincia de Kiev. Y su bandera, azul y amarilla.
Daniel Gura habla un fluido castellano porque sus abuelos viven aquí desde hace años. En su caso, estudia en el colegio Larramendi. En su redacción lamenta que no le crean cuando cuenta que «cuando empezó todo esto, no fue hace uno o dos años, ya lleva bastante tiempo con amenazas». Desde el momento en que Rusia invadió el país vecino, cuando dice de dónde procede «solo hay un tema de conversación y me suelen preguntar cosas bastante indebidas sobre la guerra».
Está pendiente de lo que sucede en su país. «Cuando ves las noticias no sabes si tus amigos o familiares siguen vivos», describe. «No logro comunicarme con mis amigos ni tíos, solo con mi padre, una vez cada uno o dos meses», relata. «Tus pensamientos malos te comen el cerebro pensando que les ha pasado algo a ellos». Rememora «cuando empezó todo esto» y recuerda que «solo quería que no viniera una invasión masiva». Ahora, visto cómo están las cosas, pide «que no se haga una guerra demasiado larga».
Arsenii Ushakov tiene el gesto serio y reconoce que «antes echaba de menos todo, pero ahora no quiero volver porque todo está mal allí». Su nueva vida le ha traído buenas cosas, «mis notas son mejores aquí y hay más amigos». Llegó de Zaporozhye a España «en una semana». Su viaje no fue «como una experiencia traumática, sino más bien interesante», aunque «casi no dormí y probé mucha comida extranjera». Vino con su tía y su prioridad fue aprender español. «En Larramendi mejoré a un nivel elemental». No echa la vista atrás. «Realmente no pienso en lo que tenía allá» pero lamenta que se quedara su perro, que «definitivamente está mal. No insistí en llevarlo conmigo».
Sergi Reznichenko llegó en abril a Donostia. Es desde entonces alumno del Colegio Público de Altza S.J.C. donde ha hecho nuevos amigos. «En la escuela al principio fue difícil porque no sabía el idioma. Los profesores y los compañeros me han ayudado», reconoce. «Desde el principio aquí me he sentido bien». En su redacción cuenta cómo cuando su madre le dijo que se iban del país y su ciudad, Krivi Rig, «fue todo muy rápido y en ese momento no pensé nada». No sabía a dónde iba, «solo» que sería a España. Recuerda que el viaje «fue largo y cansado. Primero fuimos a la estación de autobuses y no había billetes». Finalmente cogieron el tren a otra ciudad de Ucrania y de allí a Polonia. «Después de diez kilómetros andando, llegamos a la frontera con Polonia». Cuenta que estuvo «tres días» en una casa polaca tras recogerles «unos voluntarios en coche». Su siguiente destino fue Barcelona, adonde llegó en autobús. «El viaje duró dos días y de allí, a Donostia». Sergi vive con su madre, abuela y tía en el barrio donostiarra de Altza. «Ahora mismo estoy bien pero tengo pena de que no cogí mis cosas personales. No me gustaría volver a vivir en Ucrania pero quiero ir de vacaciones allí».
Sasha Khomenko
12 años
Kiev
Donostiako Jesuitak
Dima Kovalevskyi
Santo Tomas Lizeoa
Sasha Khomenko escribe en inglés porque todavía no se maneja con el castellano. Va al colegio San Ignacio de Donostia y ha hecho amigos, pero le está costando. Echa mucho de menos a su madre, ya que a San Sebastián llegó con su abuela. Tiene grabado cómo fue el inicio de la guerra. «Escribí a un amigo y me dijo que había oído bombardeos. Me entró miedo y empecé a hacer maletas. Mi madre me dijo que nos íbamos a casa de unos amigos». El 25 de febrero fue aún peor. «Estaba viendo la televisión y escuché unos estallidos muy grandes. Empecé a temblar. Tuvimos que apagar las luces de casa para que nadie nos viera y no vinieran», relata. Fueron a Lviv. «Tuve que dejar a mi perro y mis aitonas en el pueblo. Dormía. De pronto me despertó mi madre, había habido una explosión. Hacia las siete salimos con las maletas de camino a España». Polonia, Madrid, Bilbao y Donostia. Un periplo de ciudades desconocidas, voluntarios y alojamientos; el último, una pensión en la que comparte habitación con su abuela y donde desea el final de la guerra.
Dima Kovalevskyi conocía Donostia de sus visitas con una familia de acogida de Chernobil Elkartea. Al mes de estallar la guerra, su madre pidió a su familia de acogida que sacaran a sus hijos del país. Nekane, su ama aquí, no lo dudó. Él y su hermana viven en el barrio del Antiguo y estudian en el Lizeo Santo Tomás. Se maneja mejor en euskera que en castellano. «Donostira apirilak 19 gauan etorri nintzen Shasarekin autobusez», cuenta. Se encuentra a gusto pero quiere volver a casa. «Irakasleak eta lagunak oso jatorrak dira bainan nik naidet egon Ucranian nere familiarekin». Habla todos los días con su madre por teléfono, «bainan falta botatzen asko», escribe. «NIK NAIDET GERRA BUKATZEA», exclama con mayúsculas.
Créditos
Vídeo Estrella Vallejo
Fotografías José Usoz
Narrativa Beatriz Campuzano e Izania Ollo
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