Primer año de la Guerra de Ucrania «Soy rusa y he acogido a ucranianos que huyen de la Guerra»

Olga Tshysevska, una mujer de padre ruso y madre ucraniana afincada en San Sebastián, abrió las puertas de su casa a una familia de Koprovinitski

Diario Vasco, Mikel Calvo, 20-02-2023

Cuando estalló la guerra de Ucrania, el 24 de febrero de 2022, un escalofrío recorrió el cuerpo de Olga Tshysevska. No se lo podía creer. Este viernes se cumplirá el primer año del inicio de la invasión rusa, pero a Olga aún le recorre el escalofrío del primer día. «Ucrania y Rusia son como dos hermanos, siempre han estado muy unidos», dice como quien defiende una verdad que hoy resulta difícil comprender. Olga no habla por hablar. Su padre es ruso y su madre ucraniana. Nació en Rusia, pero con seis años migró al país fronterizo y, ahora, vive y trabaja en el barrio del Antiguo de Donostia. En septiembre de 2022 Olga recibió una inesperada llamada de uno de sus viejos amigos ucranianos. La mujer e hijo de este necesitaban un refugio y Olga no dudó en abrirles las puertas de su casa. En octubre, Olga Tshysevska, una mujer de origen ruso afincada en Donostia, acogía a una familia ucraniana que huía de la guerra.

La mujer e hijo de diez años de su amigo vivían en Kropivinitski, una céntrica ciudad de Ucrania de 200.000 habitantes. Lo cierto es que Koprovinitski no está entre las ciudades más castigadas del país. Su posición más o menos privilegiada –a 350 kilómetros del frente del sur y a 400 del este– le escuda ante los posibles ataques rusos. Pero eso no significa que la guerra no se note allí. Ni mucho menos. Desde que prácticamente comenzó la invasión rusa, la ciudad ha estado a oscuras por los bombardeos a los centros de electricidad ucranianos. Sin luz, sin calefacción, con el ruido de la aviación y las sirenas de alarma, la vida allí, explica Olga, «es muy dura. Estaban ella y su crío constantemente con miedo y estresados. Sin poder dormir. No podían aguantar más».

La mujer de su amigo, que también se llama Olga, dejaba atrás a un hijo de 20 años, llamado a filas para defender la ciudad, y su hogar para emprender su viaje hacia Gipuzkoa. «Su hijo mayor cumplió años en diciembre y no pudo estar con él para celebrarlo. Eso, para una madre, es muy duro», explica Tshysevska. Pero por otra parte, prosigue, «para el hijo es mejor porque sabe que su madre y hermano estarán a salvo en un lugar seguro». Aunque la mujer de su amigo no quería «abandonar» a su otro hijo mayor, al final su marido le convenció de que quedarse en Kropivinitski no era seguro ni para ella ni para su otro niño de diez años.

Sacar la mente de la Guerra
Olga explica que cuando comenzó la Guerra estaba constantemente pendiente de lo que sucedía a través de los canales de Telegram habilitados. Y cuando se encontró con la mujer e hijo de su amigo observó que estaban «igual» que ella. «A mí la guerra me quitaba demasiada energía y decidí no consumir tanta información como lo hacía al principio para seguir adelante. Por eso, a ellos les decía que lo mejor que podían hacer ahora era intentar desconectarse un poco para crear una atmósfera sana».

Según Naciones Unidas, la Guerra en Ucrania ha obligado a 8 millones de refugiados a huir del país
Pocos días después de que ella y su hijo aterrizaran en Donostia, una de las primeras cosas que hizo Olga para que se quitaran el sonido de la guerra de la cabeza, fue llevar a los recién llegados a Igeldo. «Les encantó y se quedaron impresionados con la ciudad. Lo hacíamos mucho. Cuando tenía un mal día le obligaba a dar un paseo por La Concha y eso le ayudaba mucho a relajarse», asegura.

Olga Tshysevska también tiene un familiar en la guerra. El primo de su hijo, de 25 años, se encuentra en una de las peores zonas del frente del este luchando por Ucrania. Sólo de pensar en que su hijo también podría estar allí si no fuera porque vino a Donostia se estremece. «Para mí», continúa Olga, «la guerra de Ucrania es como un divorcio. Hay veces que a los hijos se les ponen en una posición en la que tienen que elegir con quién vivir, con el padre o la madre. ¿Por qué tengo que elegir? La guerra no tiene razón de existir », asiente.

Ayuda externa
A día de hoy, la mujer y el hijo de diez años que Olga acogió viven en un hotel de Vitoria. La organización para la ayuda al refugiado en Euskadi, Zehar, les ofreció allí un sitio donde dormir ya que Olga no se podía hacer cargo ella sola de todos los gastos. «Ella comparte habitación con otra madre e hijo ucranios. Por una parte me dicen que están contentos porque tienen calefacción, techo y comida. Pero lo de la comida también es otra historia, les dan siempre arroz, no les dan otra cosa. De comida y de cena. Incluso el día de Navidad y Nochevieja les dieron arroz», confiesa.

Pese a todo, Olga afirma que nota «mucho mejor» a su amiga. «Aunque habla constantemente con su hijo que está en Koprovinitski, psicológicamente ha conseguido apartar un poco la mirada de la guerra, lo ha aceptado y ha empezado a mirar hacia delante con mayor esperanza».

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