Guardianes de la convivencia
La Razón, 28-07-2006Madrid – La convivencia nunca ha sido fácil, ni tan siquiera en el ámbito
familiar. Y si los rifirrafes surgen en el mismo hogar, no es raro que se
multipliquen cuando los ciudadanos salen de su portal y se dan de bruces
con gente desconocida con la que está condenada a compartir espacios
comunes. La desconfianza se ha ido apoderando poco a poco de los barrios,
sobre todo desde la irrupción en la vida cotidiana de inmigrantes, algunos
de los cuales no comparten ni tan siquiera un idioma común al de la
población autóctona. En ambas partes hay recelos. También perplejidad ante
costumbres que parecen cuanto menos extravagantes y a veces incluso
molestas. Todos tienen que poner de su parte y ceder. La meta bien merece
la pena: la armonía del barrio. Pero no siempre es fácil, y por ello,
desde hace un par de años, casi una veintena de profesionales del
Ayuntamiento de Madrid patean los barrios más problemáticos para buscar
soluciones y resolver los problemas del día a día. Se trata de
dinamizadores y mediadores de conflictos que, además de resolver problemas
de este tipo, tienen encomendada la labor de fomentar actividades en las
que todos los colectivos participen en pos de la integración. Y es que,
como señala la coordinadora del servicio, Silvia Rodríguez, «muchos de los
conflictos surgen del desconocimiento». El objetivo es que todos se
sientan partícipes del barrio en el que viven, que no se sientan extraños.
Para ello es indispensable que cualquiera de los proyectos en este sentido
tenga en cuenta a los oriundos: «Muchas políticas han fracasado porque no
se tenía en cuenta a los autóctonos», asegura Rodríguez. Actividades de
ocio y tiempo libre, fiestas, exposiciones, cuentacuentos, conciertos
interculturales… Es sólo una pequeña muestra de este tipo de
actividades: «Se hace todo lo posible para evitar futuros conflictos o que
no se magnifiquen los que ya puedan existir». Uno de los mayores problemas
es el de la ocupación de espacios comunes por parte de determinados
colectivos: «Los vecinos denuncian muchas veces por el simple hecho de que
ven a mucha gente reunida en los parques». En otros casos, por contra, sí
que es cierto que determinados grupos se «adueñan» de estos espacios y sí
que existe problema». Otra fuente de conflicto son los ruidos: «Hay pisos
en los que hay mucho ruido por la cantidad de gente que vive en ellos».
Por suerte, cuando se acercan las partes, el trato cambia. Y es que el
punto de partida no es ni mucho menos fácil: «La población autóctona ve
que de buenas a primeras les cambia todo, las tiendas, los vecinos…
Sobre todo para la gente mayor es más complicado, creen que son los demás
los que tienen que cambiar». Lo mismo ocurre con determinados colectivos
de inmigrantes, concretamente «las culturas que se cierran en sí mismas».
Pero el asunto es aún más complejo, ya que surgen conflictos incluso entre
los propios inmigrantes, o entre la población autóctona que no quiere o no
sabe adaptarse. También hay personas que ponen sobre la mesa conflictos
que no dejan de ser meras anécdotas: «Hay gente que nos llama
constantemente, probablemente con algún tipo de enfermedad mental no
diagnosticada». Laura es la dinamizadora de Valdebernardo. Su rutina
diaria consiste en reunirse con los vecinos que tienen problemas, visitar
al resto para darse a conocer, coordinarse con el resto de agentes que
trabajan en la zona… Los conflictos con los que tiene que lidiar cada
jornada son muy diversos, pero nunca entra cuando puede haber indicio de
delito, como por ejemplo los casos de violencia doméstica: «En estos casos
sólo podemos derivar a las víctimas a otros recursos». Una de las claves
para cumplir eficazmente su labor es la «neutralidad» y la «continuidad».
Y es que, según Rodríguez, hasta hace poco los vecinos estaban cansados de
que «viniénsemos sólo para seis meses, y cuando se estaba soluciando todo
nos marchábamos». Ruido en el piso. Ahora se trata de un proyecto a largo
plazo y que, a lo largo de su andadura ha dado pie a alguna que otra
anécdota. Como el caso de un vecino «obsesionado por los ruidos y que
tenía detectores en todas las habitaciones de su vivienda. Vivía para
detectar los ruidos de los vecinos». También están los ciudadanos que por
el simple hecho de ver a jóvenes con pantalones anchos y gorras ya dan por
sentado que se tratan de latin king y que expresan su miedo a estos
mediadores. También tienen cabida los grandes logros, como aquel grupo de
ciudadanos ecuatorianos que de apoderarse en exclusiva de un parque y no
respetar las instalaciones, han pasado a convertirse en los garantes de
que todo el mundo tenga allí cabida y que el entorno permanezca en
perfecto estado.
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