El asesino del Año Nuevo Chino parece que buscaba a su exesposa en la sala de la masacre

Familiares y amigos le describen como alguien de mal genio y poca paciencia, pero sostienen que nunca fue violento

Diario Vasco, MERCEDES GALLEGO CORRESPONSAL. NUEVA YORK, 24-01-2023

Todo el mundo quiere saber por qué un hombre de 72 años que nunca había sido violento se convirtió el sábado en la persona de más edad en protagonizar un tiroteo masivo en Estados Unidos, según la organización Violence Project. Los expertos apuntaban a que a esa edad lo más probable es que se tratase de una disputa doméstica, y las entrevistas de CNN con su exmujer y la hermana de ésta apuntan en esa misma dirección.

Huu Can Tran, un inmigrante chino, conocía perfectamente la sala de baile Star Ballroom Dance Studio, de Monterey Park, a las afueras de Los Angeles, donde el sábado a las 22.20 hora local entró a tiros matando a diez personas e hiriendo a otras tantas, de las cuales siete siguen hospitalizadas, algunas de ellas en estado crítico.

Era el mismo lugar en el que conoció a su esposa, en la pista de baile. Al principio fue amable y gentil, la enseñó a bailar, como hizo con tantas otras personas en ese mismo local, pero en esta ocasión aceleró el paso y se casaron al poco tiempo. La mujer pronto descubrió que tenía mal carácter y poca paciencia. Se enfadaba si se saltaba algún paso, decía que le hacía quedar mal en la pista. Con todo, asegura que no era violento, solo muy irritable y parece tener mejor opinión de él que algunos de sus amigos.

Con el paso del tiempo se cansó de su mal humor y la falta de atención. Concluyó que había perdido el interés en ella e inició el proceso de divorcio en 2005. ¿La buscaba ocho años después para matarla? Nadie lo sabe. La Policía sigue hurgando en la vida y muerte de Tran para establecer con fidelidad el motivo de otra masacre sin sentido.

Ni siquiera esa posible venganza doméstica explica por qué, si no encontró a la mujer que buscaba, descargó la pistola semiautomática por igual entre los hombres y mujeres que bailaban en la pista. No se le podrá preguntar, porque Tran se pegó un tiro al día siguiente cuando la Policía le acorraló en un aparcamiento con tres vehículos blindados.

Suicidio
Se oyó un disparo y desde lejos le vieron inclinar la cabeza sobre el volante. Los agentes no se acercaron a comprobar lo que se intuía como un suicidio hasta que llegaron los artificieros por si había alguna trampa explosiva. En estos casos el pistolero suele querer llevarse a gente por delante incluso después de muerto.

De hecho, Tran fue de una sala de baile a otra, pero en Lai Lai Ballroom & Studio se encontró con un joven de 26 años que cambió la vida de cuantos quedaban en el local, tras la primera celebración del año nuevo chino. «Sabía que si no le arrebataba el arma podría matarnos a todos los que estábamos allí», contó ayer al programa ‘Good Morning America’, de la cadena ABC, Brandon Tsay, el héroe de la masacre.

Sintió la puerta, giró la cabeza y le vio «buscando a alguien con la pistola». En una milésima de segundo los tomó la decisión crucial. «Pensé que si no hacía algo íbamos a morir todos». Así que se abalanzó contra él y trató de arrebatarle la pistola. Tuvo que pelear, Tran no se dejó fácilmente. Le golpeó en la cara y la nuca, pero al final el joven consiguió arrancársela y tomar cierta distancia para apuntarla contra él.

«¡Lárgate de aquí o disparo, lo digo en serio!». Le vio huir en una furgoneta blanca, la misma que describió a la Policía en cuestión de minutos. La cacería había comenzado. Pronto todos los agentes del condado de Los Ángeles tenían la descripción y el número de una matrícula que resultó ser falsa. Trun sabía lo que hacía esa noche, la última de su vida. Ahora falta que el resto del mundo lo entienda.

Las dos primeras víctimas identificadas son mujeres asiáticas, My Nhan, de 65 años, y Lilan Li, de 63, que murieron esa noche haciendo lo que más les gustaba, bailar. El resto, ha advertido el sheriff del condado, Robert Luna, son también personas maduras en los 50, 60 y 70 años.

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