El legado vivo de Martín Markiegi

El centro de acogida de refugiados prepara un encuentro con los vecinos en Abanto

El Correo, SERGIO LLAMAS, 21-12-2022

El 9 de febrero se cumplirán cuatro años desde la muerte de Martín Markiegi, pero la casa que habitó en el barrio de Santa Juliana de Abanto está ahora más viva que nunca. Sus herederos cedieron la vivienda a la Fundación Mundubat, que la convirtió en un punto de acogida para refugiados por el que han pasado 27 personas. Los primeros inquilinos, una familia magrebí que llegó a Euskadi con tres niños pequeños y que acaba de tener otros dos recientemente, siguen residiendo en el inmueble donde hay proyectadas unas obras para habilitar nuevos pisos. La necesidad de crecer es imperiosa «porque las peticiones de ayuda no cesan», apunta una de las voluntarias, Ameli Ortiz.

«Las demandas de nuevas acogidas son casi diarias», advierte Chepe, uno de los usuarios que llegó a Abanto procedente de Colombia hace cerca de un año, «aunque a veces me parece que hayan transcurrido diez», afirma. Él acudirá mañana a un acto organizado en la Ekoetxea, a las 19.00 horas, para dar a conocer su labor a los vecinos. En el acto las mujeres de Artea representarán una obra teatral por el Día de las Personas Migrantes.

Cada usuario viene de una situación diferente, aunque las del propio Chepe, de 41 años, y la de Samanta, de 26, son similares. Ambos tuvieron que partir de su país por distintas situaciones. «Cuando me fui de allí hubo 16 detenidos. Si no me hubiera marchado habrían sido 17», se duele Chepe. Samanta, por su parte, recuerda que era frecuente que una furgoneta blanca pasara disparando por el local en el que desarrollaban su labor.

Ahora, en Abanto, los dos aprovechan su formación para actuar también como voluntarios en la entidad y en su país de origen a través de Internet. Chepe, que ejercía como profesional docente de Psicología Social en Colombia y que aquí se forma a través de Lanbide en un curso de inglés aplicado a la logística, intenta poner en marcha un aula con 10 ordenadores en su ciudad natal. En ella dará clases Samanta, que estudió Administración de Empresas y ahora prepara un Máster en Desarrollo Comunitario. Su labor social es sólo una parte de las funciones que realizan, a la que se une el mantenimiento de las instalaciones para los refugiados, incluyendo la huerta de la que disponen y el corral con gallinas.

Zanjar mitos

La charla de mañana, en la que también participará la asociación baracaldesa Agharas, quiere servir para acabar con algunos mitos. «Hay gente que se piensa que por estar aquí ya tiene la vida resuelta», se duele la voluntaria, quien remarca que ni siquiera los dos críos que han nacido recientemente en la vivienda tienen su situación legal resuelta.

«Las gallinas que hay en la casa tienen más papeles que nosotros», lamenta Chepe. No es broma. Hace poco regularizaron la situación del corral, alejándolo de la vivienda. Ortiz subraya la necesidad de ayudas, y recuerda que hace poco tuvieron quebraderos de cabeza para afrontar los 70 euros de una vacuna para uno de los bebés.

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