TRIBUNA ABIERTA

Algún día será por Palestina

¿Será posible que la sensibilidad europea frente a la ocupación de territorios de Ucrania por la salvaje invasión rusa termine fijando su mirada en la ocupación israelí de Palestina que dura ya 60 años? Los jóvenes magrebíes de mi barrio no se lo creen y yo no puedo consolarles. Solamente pude decirles al despedirme, “algún día será por Palestina”.

Deia, , 13-12-2022

ESCRIBO este artículo al tiempo que escucho por la radio noticias internacionales. Pronto, una voz radiofónica anuncia que el ejército israelí ha matado a tres jóvenes palestinos en Yenin. “Son ya 216 en lo que llevamos de año”, dice la voz. No es extraño que coincida mi escritura con la noticia. Es más que una casualidad. Todos los días, a todas horas, suceden violaciones de los derechos humanos, sea en Cisjordania, en Jerusalén o en Gaza. El sionismo no para en su afán de borrar la presencia palestina.

Algún día será por Palestina
Algún día será por Palestina

Desde que comenzó la ocupación en junio de 1967, las implacables políticas israelíes de confiscación de tierras, construcción de colonias ilegales, derribo de miles de viviendas y otras propiedades palestinas, avance del apartheid y de la discriminación generalizada, han infligido un sufrimiento inmenso a la población palestina que está siendo despojada de sus derechos fundamentales.

En el barrio donde vivo hay unas pocas familias marroquíes con algunos de cuyos integrantes intercambiamos saludos, hablamos, en estos días incluso de fútbol con los más jóvenes. Sienten orgullo de su selección, una alegría sana y pacífica que contagia. Esta pequeña comunidad sufre con la opresión del pueblo palestino. La distancia no aminora su dolor y su rabia. Pues bien, días pasados dos chicas de unos veinte años me preguntaron por qué con Ucrania si hay preocupación y solidaridad de las instituciones, y Palestina ha quedado olvidada.

¿Será posible que la sensibilidad europea frente a la ocupación de territorios de Ucrania por la salvaje invasión rusa, termine fijando su mirada en la ocupación israelí de Palestina que dura ya 60 años? Los jóvenes magrebíes de mi barrio no se lo creen y yo no puedo consolarles. Solamente pude decirles al despedirme, “algún día será por Palestina”. Es un hecho que el tratamiento de occidente de los dos conflictos es inmoralmente discriminatorio. Si yo estuviera en la piel de mis amigas del barrio lo viviría también como una ofensa, una hipocresía. Sólo es cuestión de ponerse en su lugar.

Seis décadas de ocupación en un territorio minado de controles israelíes, de acoso permanente a municipios rodeados de muros y alambradas, de incursiones armadas de colonos radicales. Sesenta años practicando ejecuciones extrajudiciales, muchas veces contra menores de edad, son ya demasiados. Gaza, esa pequeña franja de 41 kilómetro de largo por 10 de ancho, acoge una población de más de dos millones de personas amontonadas. Sobreviven en una especie de campo de concentración a cielo abierto, por donde llegan aviones y bombas. No hablo de oídas, puedo asegurarlo. Gaza es la zona ocupada con la que el sionismo practica sus venganzas: un colono muerto en un enfrentamiento esporádico puede significar tres o cuatro días de bombardeos sobre una población que no puede escapar.

Si la invasión de Ucrania es condenable que lo es, la que viene sufriendo Palestina con tanta o más razón. El trato asimétrico desde occidente no tiene un pase democrático.

El conflicto israelo-palestino es en realidad la historia de una ocupación. Una ocupación que impulsa y extiende la colonización con el objetivo de sustituir a un pueblo por otro. Una colonización que pretende la inversión forzada de la demografía a través de la deportación de centenares de miles de palestinos, mediante ataques armados, confiscaciones de tierras, viviendas y propiedades y acciones punitivas de castigo –ya hay cuatro millones fuera de su tierra, en el exilio–; las expulsiones se completan con la negación a su retorno y la importación de judíos verdaderos y falsos de todas partes del mundo. Son ya más de 200 los asentamientos de colonos sionistas ilegales, la inmensa mayoría en la región de Cisjordania (5.227.000 habitantes).

Pero el relato europeo intenta hacer ver que se trata de una disputa de territorios entre fuerzas iguales. Se manipula la realidad para ocultar que se trata de una agresión colonialista y hacer creer que las dos partes, pueblos y gobiernos, son responsables de manera similar por la violencia que los enfrenta y de los fracasos en las negociaciones de paz. El relato europeo deja el mensaje de “que se arreglen ellos” lo que es mentira pues en realidad Europa, como Estados Unidos, apoya a Israel y a su proyecto dominante.

Muchas veces me han preguntado: ¿Por qué los sionistas actúan de esta manera brutal, cuando ellos mismos sufrieron el holocausto? ¿Por qué el ejército israelí destruye sus bienes a seres humanos comunes y corrientes por el solo hecho de ser palestinos? Tantos seres humanos enterrados en fosas comunes, tantos cientos de desaparecidos, tantos niños huérfanos a la intemperie entre las ruinas. Y me preguntan, ¿cómo es posible que las víctimas de los nazis alemanes constituidos ahora en verdugos apliquen castigos colectivos, mostrando una conducta racista propia de quien cree ser un pueblo elegido, superior, que no obedece a leyes terrenales? La sionista Golda Meir en 1967, respondió así a una pregunta de un periodista del Sunday Times: “¿Palestino? Qué es eso. El pueblo palestino no existe”. Ellos no existen. La cuestión es tan grave como sencilla: el terror israelí no persigue sólo matar, desea también destruir todo aquello que pueda constituir la base de un futuro Estado palestino: destruir su sociedad, sus infraestructuras (carreteras, torres eléctricas, cableado telefónico, bombas de agua) sus autoridades, sus símbolos. Su terror humilla y ataca permanentemente a la identidad palestina. Es un terror que se autoproclama inocente por méritos del holocausto sufrido.

He visto lo suficiente como para afirmar que los sionistas, no todos los judíos, utilizan métodos que los nazis desplegaron contra ellos: quemar libros árabes en las calles, pintar marcas en los brazos de palestinos y en las puertas de sus viviendas, redadas indiscriminadas, destruir las viviendas familiares de resistentes a la ocupación. El victimismo israelí sólo habla consigo mismo. Ha construido un relato para su consumo y venderlo a sus aliados. El sufrimiento de los otros no cuenta, según Golda Meir.

¿Tienen razón las dos jóvenes árabes cuando critican las dos varas de medir? Veamos: Los apoyos económicos de Estados Unidos y la Unión Europea a Ucrania alcanzan 20.000 millones de dólares y 12.000 millones de euros respectivamente. En ayuda militar directa, en junio pasado la ayuda norteamericana alcanzaba 19.000 de euros y parece ser que subirá hasta 35.000 millones, siendo constantes los paquetes da ayuda, los datos hay que actualizarlos permanentemente. Por su parte la ayuda de EE.UU. a Palestina que estaba suspendida con Donald Trump se ha reanudado a hora con 119 millones de dólares. Ayuda militar ninguna, cero.

La ayuda a Ucrania se despliega asimismo en las sanciones europeas y norteamericanas a Rusia, algo que no se da en el caso de Israel. De hecho, en algunos países como Alemania se persiguen las actividades de boicot a productos producidos en las colonias ilegales, al contemplarlas como delito antisemita.

En el campo diplomático el apoyo a Ucrania es total, al igual que lo es a Israel en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Palestina, en cambio, colecciona declaraciones pusilánimes de llamamientos a la paz. Los salvajes bombardeos sobre Gaza, las ejecuciones extrajudiciales, los disparos mortales a menores, nada de eso es motivo de condena con consecuencias penales. Para más escarnio, Israel no juzga y condena a quienes cometen crímenes de guerra. Si hablamos de refugiados, el trato a la población ucraniana es mucho más fuerte que el que se da a refugiados palestino. Lo que aprovecho para decir que la ayuda a refugiados y población ucraniana debería ser mucho mayor y mejor organizada. Aquí no se trata de hacer comparaciones para la confrontación, tan sólo para explicar por qué occidente trata de manera diferente a quienes padecen el mismo sufrimiento de haber sido invadidos, y en ambos casos haber visto robadas sus tierras.

Israel camina de un gobierno autocrático a otro teocrático. Benjamín Netanyahu, encargado oficialmente de formar un nuevo gobierno en Israel lo podrá hacer si no acuerda con la extrema derecha religiosa. En otro lugar del planeta un gobierno así tendría enormes dificultades para unas relaciones internacionales normalizadas. Pero se trata de Israel, un Estado protegido por Estados Unidos que a su vez tiene dependencias de lobbies sionistas norteamericanos.

Llego al final. Tengo fresca en la memoria la negación de algunos periodistas y políticos de las críticas que ponen el dedo en la discriminación que hacemos en Europa entre los casos de Ucrania y Palestina. Les molesta sentirse señalados. Pero ellos saben que es verdad: saben de nuestro seguidismo de EE.UU. en política internacional; de nuestro olvido ya casi normalizado del drama palestino. Saben que hacemos trampa cuando negamos la cuota de responsabilidad que podemos tener.

Politólogo especialista en Relaciones Internacionales y Cooperación al Desarrollo

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