Editorial
Los refugiados como arma
A los ucranianos que huyen hay que acogerlos, y no porque sean europeos, sino porque la resistencia de Ucrania protege al resto del continente, situado en el punto de mira de Rusia
ABC, , 12-12-2022Los datos que revela hoy ABC sobre la llegada a Europa de refugiados procedentes de Ucrania son más que preocupantes. En lo que va de año, Alemania ha recibido la mayor oleada de demandantes de asilo de su historia, hasta rebasar las cifras de 2015, que entonces provocaron una grave crisis política y social, no solo en aquel país, sino en toda la UE. No es necesario ahondar en la reflexión para prever que este fenómeno siga aumentando con la llegada del invierno y como consecuencia de la ofensiva de Putin, que utiliza sistemáticamente a los refugiados como arma de guerra, precisamente con el objetivo de sembrar la cizaña en el seno de la UE y debilitar así la voluntad de las sociedades de apoyar a Kiev en una guerra injusta cuyo único responsable es el Kremlin. Ante la creciente eficiencia de los ucranianos, reforzados con armamento occidental, el nuevo enfoque estratégico de los militares rusos es ahora la defensa de sus posiciones y los bombardeos contra infraestructuras energéticas y objetivos civiles, lo que sin duda forzará a miles de personas más a huir hacia Europa occidental.
A los ucranianos que huyen hay que acogerlos, y no porque sean europeos, sino porque la resistencia de Ucrania protege también al resto del continente, situado en el punto de mira de Rusia. Que las sociedades europeas hayan recibido hasta ahora con cierta naturalidad la llegada de los ucranianos se explica porque en varios de los países miembros de la Europa oriental prácticamente se pueden escuchar los cañonazos rusos. Allí sienten que, de algún modo, su sacrificio nos está defendiendo de la amenaza de un tirano con armas nucleares.
Sin embargo, no se puede ignorar que, además de los ucranianos, y como resultado de una crisis global, aún más severa en los países pobres, a Europa siguen llegando inmigrantes sin papeles desde otras partes del mundo, hasta colapsar los centros de acogida del continente. En muchas ciudades, empezando por Bruselas, las estaciones de Metro se están convirtiendo en improvisados dormitorios para miles de personas de las que los poderes públicos no pueden ocuparse. No es el mejor momento del año ni la mejor época para la UE, hablando en términos económicos, con un grave episodio inflacionario y los problemas energéticos derivados de los efectos indirectos de la guerra de Ucrania. Pero nada de eso lo ha elegido Europa, sino que le ha venido impuesto por diferentes factores, el más relevante de los cuales –que no el único– es una guerra de Ucrania cuyo desenlace no parece próximo.
Resulta vital y urgente que los dirigentes europeos dejen de recriminarse unos a otros la falta de acuerdo y unan sus esfuerzos para pactar una reforma realista y eficiente de la política migratoria común, más allá de la coyuntura ucraniana. La situación es lo bastante grave como para tomar conciencia de que no se puede aplazar una respuesta clara, quizás impopular, a este problema. Hace falta poner orden en este fenómeno cuanto antes, empezando por agilizar los mecanismos administrativos para ingresar legalmente en Europa, lo que permitiría luchar más eficazmente contra las redes clandestinas. También resulta obligado encuadrar la actividad de las organizaciones humanitarias que actúan de forma espontánea en el mar sin coordinarse con las autoridades, y establecer un reparto de las labores de acogida para que no siempre recaiga en los mismos países, sin abandonar la idea de que se pueda repatriar a aquellos que no cumplan las condiciones para ser acogidos, por su propio bienestar y por la seguridad de una Europa desbordada.
(Puede haber caducado)