UNA MIRADA A LA GUERRA DE UCRANIA

«Iñigo vivía solo y nos ha acogido en su casa de Errenteria»

Liubov dejó Leópolis en marzo. Llegó a Gipuzkoa con su madre y sus dos hijos y ahora busca trabajo en el territorio

Diario Vasco, MACARENA TEJADA, 05-12-2022

Liubov Syniauska llegó a Errenteria junto a sus dos hijos, de 10 y 6 años, y su madre el pasado 8 de marzo. Unos meses después, concretamente el 7 de mayo, Iñigo Fontán le abrió las puertas de su casa. «Nos ha acogido en su casa y estamos muy agradecidos», asegura esta mujer ucraniana, natural de Leópolis, que se vio obligada a dejar su país tras la invasión rusa. «Al principio pensábamos que iba a ser cosa de unas semanas, pero cuando una base militar cercana a Leópolis fue atacada fui consciente del peligro que corríamos. Quería que mis hijos estuvieran a salvo. Cogí las maletas y nos fuimos», asegura.

Su hijo mayor es alérgico al moho, por lo que esconderse en un búnker era «impensable» para ellos. «Cada día me quedaba en casa pensando que una bomba podía caer sobra nuestras cabezas». ‘¿Será hoy?’, pensaba. Llegaron a Gipuzkoa a través de una compañera de trabajo de Liubov, que ejercía de profesora en la universidad en Ucrania. Y se encontraron con la «solidaridad» de Iñigo y el apoyo del programa ‘Azken Sarea Indartzen’ del Gobierno Vasco y gestionado por Cáritas. Gracias a esta iniciativa, «las familias ucranianas que son acogidas en hogares vascos reciben una ayuda económica para sus necesidades básicas, como la alimentación», explica la trabajadora social de Cáritas, Leyre Gómez, que ha acompañado a Liubov e Iñigo en este proceso de adaptación. A fin de cuentas, hasta mayo Iñigo vívía «solo. Y de repente hemos pasado a ser cinco personas en casa. Tenía una habitación libre, pero sin camas ni muebles, y enseguida encontré voluntarios que me ayudaron a adaptarla», dice él.

El traductor
En cuanto estalló la guerra, Iñigo supo que «tenía que hacer algo». Ha viajado «mucho» por el mundo, sobre todo por Latinoamérica, donde fue acogido en diferentes ocasiones. «Eso se nota. Nos ha entendido muy bien en todo momento. Ha sabido cómo nos sentíamos o qué necesitábamos», matiza Liubov, que al principio –«y también ahora a veces»– se comunicaba con su acogedor «a través del traductor», ríe. «Pero no hemos tenido ningún problema para entendernos». Iñigo ha «mejorado» su inglés y Liubov cada vez habla un castellano más fluido. Incluso sus hijos, que ya han empezado a ir a la escuela en Errenteria, a veces se dirigen a ella en castellano. «Es gracioso, pero se han adaptado perfectamente».

Precisamente por eso, ella confía en encontrar un trabajo en Errenteria o alrededores y poder empezar una nueva vida. «En Ucrania el conflicto sigue y no sabemos hasta cuándo va a durar. En verano parecía que los bombardeos se habían reducido, pero las últimas noticias hablan de que han vuelto a ir a más», reflexiona Liubov. Y cuando piensa en ello le empiezan a salir manchas en la piel. El médico le ha dicho que es el «estrés» que le produce la guerra en su país. «Aquí estoy bien, la ansiedad va a menos y los problemas de alergia de mi hijo mayor han mejorado mucho. Puede que en un futuro volvamos, pero de momento velo por nuestra seguridad».

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