Obispos e inmigración

Si se quiere estar en misa y repicando, hay que hilar muy fino

Canarias 7, FRANCISCO SUÁREZ ÁLAMO, 28-11-2022

Estoy convencido de que iban cargados de buenas intenciones pero también creo que equivocaron el tiro. Me refiero a los dos obispos de Canarias, que se fueron a la península a advertir sobre la situación que se vive en las islas por la inmigración irregular. Se les fue la mano en esa advertencia de que, ¡oh alarma!, saldrán a la calle en enero un millar de menores de los centros de acogida.

En estos asuntos hay que tener mucho cuidado porque todo lo que se diga será utilizado por el contrario con un fin no precisamente cristiano. Y los obispos deberían saberlo. Su advertencia insisto, cargada de buenas intenciones da alas al discurso que presenta la inmigración como un problema per se y como la antesala de la delincuencia. Cuando esa mecha se prende, da igual que aparezcan los mandos policiales y las estadísticas oficiales a poner las cosas en su sitio, señalando que buena parte de esos hechos delictivos que se atribuye a los foráneos, se produce por obra y gracia de los nativos. Incluso el menudeo del que tanto se habla tiene como clientes a los residentes en esta tierra desde que nacieron, de manera que el problema está tanto en quien vende como en quien compra, y si estos segundos no existieran, los primeros se dedicarían a otros menesteres.

Quizás los obispos podían haber hecho algo más:compartir con sus colegas de la península la situación que padece las islas y convencerles para que en toda parroquia de la península se animase a compartir la acogida cristiana de inmigrantes que llegan, con un reparto proporcional. Y eso, que Canarias lleva tanto tiempo reclamando, vale igual para los que arriban a Baleares, Murcia, las costas andaluza o donde sea. En esa España vaciada de la que tanto hemos oído hablar en estos últimos años, sería más que bienvenida una población que, evidentemente, precisa de un sustento. Es más, ya están realizando algunas experiencias en pueblos casi vacíos de la península y con resultados más que positivos.

Tampoco estaría de más que la Iglesia católica fuera menos indulgente con los que alimentan discursos insolidarios, xenófobos e incluso violentos. Me quedé con ganas de escuchar a los obispos cuando se publicaron, por ejemplo, vallas que identifican la atención a un menor inmigrante no acompañado con un gasto innecesario, una partida de dinero que se detraía ese era el planteamiento de atender a nuestros ancianos.

Resumiendo, que si se quiere estar en misa y repicando hay que hilar muy fino el discurso. Y no dar argumento al enemigo.

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