Una mirada a la guerra de Ucrania

«La acogida de refugiados es más que dar un abrazo»

También se trata de que construyan su «proyecto vital», y en ese camino están los entes sociales

Diario Vasco, MARÍA REGO, 28-11-2022

La ‘crisis de los cayucos’ hace más de una década o la guerra en Siria y la toma de Afganistán por los talibanes años después habían dejado múltiples experiencias en la acogida de personas. Auténticas lecciones. «No empezábamos de cero», reconocen desde las entidades sociales. Así que cuando Ucrania se vio atrapada en un conflicto bélico ‘sólo’ hubo que «poner en marcha la maquinaria que ya estaba encendida». Las organizaciones, sin embargo, se encontraron con una salida a borbotones de ucranianos de su país, un éxodo «sin fronteras» dentro de Europa, y una respuesta solidaria masiva. Un enorme y delicadísimo reto que hoy, con algunas diferencias, no ha terminado.

Cruz Roja, Zehar-Errefuxiatuekin, Fundación Ellacuría y cooperativa Agintzari son cuatro de esos pilares que desde hace meses, y con la ayuda de los fondos Isuri del Gobierno Vasco, sostienen la integración de centenares de ucranianos en Euskadi. «Sin el trabajo en red sería imposible esta labor de acompañamiento», coinciden. Acompañar, sí, porque «acoger es muy diferente a recibir, una cosa es que alguien te dé un abrazo y te acoja y otra, el proyecto vital», explica Aran-tza Chacón, directora de Zehar-Errefuxiatuekin, que asumió la gestión del teléfono y el buzón ‘online’ que canalizan todos los ofrecimientos de ayuda. En este tiempo ha recibido más de 5.500 emails y ha servido también para atender dudas de los propios refugiados, que atraviesan «procesos muy duros» en su lugar de llegada.

El primer contacto para muchos es Cruz Roja, que da información y orientación sobre diversas cuestiones –sus voluntarios se han acercado a unos cuantos de esos autobuses que traían a ucranianos– y hoy mantiene sus clases de castellano a este colectivo. «Son también un lugar de socialización», admite Nahia Díaz de Corcuera, responsable del programa de asilo y atención humanitaria de esta ONG. Ella observa «un instinto solidario» pero insiste en la necesidad de «un acompañamiento personalizado» para que los refugiados no sientan «que les derivan a un número de teléfono o de una entidad a otra».

«No somos conscientes de nuestro impacto, de lo que supone una mirada o un ’hola’», agrega Maite Zabala, una de las psicólogas de la cooperativa Agintzari, convencida del poder de la sociedad de acogida en el «proceso de reparación» de estas personas.

Desde esta entidad, con las iniciativas ‘Berritze’ y ‘Aukerak suspertzen’, se da apoyo psicoeducativo a ucranianos de diferentes edades. El objetivo, cuenta la experta, es que «comprendan lo que les está sucediendo, ponerle palabras». Bernat Oró, de Fundación Ellacuría, comparte que a veces no basta con «un techo y un plato en la mesa». Él coordina el programa ‘Loturak’ que, además de apoyar a hogares con ucranianos, intenta tejer redes, una especie de colchón social, para los refugiados a través de grupos locales de acogida –17 con 110 voluntarios por ahora– cuyos miembros comparten sus contactos. «Las relaciones sociales, de vecindario, son claves», analiza, satisfecho con que el País Vasco haya podido dar «cauce» a la «ola de solidaridad» que generó esta guerra.

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