¿Pasó en España? Pasó por España

La sociedad española ha quedado en manos de una minoría populosa y ruidosa, capaz de hacer que tengamos más miedo a cien negros entrando en Melilla que a otros muchos problemas

El País, ÁLVARO ZAMARREÑO, 24-11-2022

El debate sobre la situación vivida en la frontera de Melilla vuelve a estar centrado en si las violaciones de derechos humanos, con muertos y heridos, se produjeron o no en suelo soberano español. Las autoridades (desde los agentes de la Guardia Civil a la delegación del Gobierno, y de ahí hasta el Ministerio de Interior y el Consejo de Ministros), se centran en ese detalle meramente geográfico.

Pero supongamos que, en efecto, según la tesis oficial, nada de lo que grabaron las cámaras sucedió en territorio español, sino marroquí, y por agentes marroquíes. ¿Acaba ahí el problema? ¿No hay caso si no lo hay para la Fiscalía? ¿Es un caso marroquí?

Ese es el centro del debate, pero curiosamente aquello de lo que no se habla casi nunca. Pase o no en suelo español, pasa por España. No por el Gobierno español, ni siquiera por el Estado español; pasa por España y los españoles. Pasa porque la sociedad española ha quedado en manos de una minoría populosa y ruidosa, capaz de hacer que tengamos más miedo a cien negros entrando en Melilla que a otros muchos problemas.

La mayor parte de los flujos migratorios residenciales, sean regulares o no, entran a España por nuestros aeropuertos. España ha recibido a varios millones de migrantes en los últimos años. Lo ha hecho bien, con una buena dosis de humanidad, con una parte muy importante de la sociedad a favor de recibir y convivir. No vamos a exagerar las bondades de la acogida que han tenido, pero en esencia no ha sido mala.

Pero el miedo a un puñado de negros está destrozando la humanidad de nuestra sociedad. Lo de Melilla no pasa por Marlaska. No pasa por la Guardia Civil y un supuesto desapego por los derechos humanos en ese cuerpo. No pasa por el Gobierno, ni el Estado. Pasa porque la sociedad española así lo quiere. Lo quiere por defecto. Es decir, no le gusta que eso pase, pero está dispuesta a pagar el precio, a cambio de que no entre un puñado de negros. En el camino, no solo dejamos nuestra humanidad y nuestra legitimidad, sino que nos abrimos al chantaje de una dictadura, como la que somete a la sociedad marroquí. Hemos vendido nuestros valores por el miedo a un puñado de negros.

Lo que ha sucedido en Melilla puede costarle el puesto a un ministro porque, al final, la manera de funcionar de la política institucional hace que esa sea la vía de soltar presión: salvamos al sistema rompiendo una cara.

Pero Marlaska somos todos: Marlaska es una UE obsesionada con el miedo al migrante; Marlaska es una extrema derecha enfervorecida; Marlaska es una sociedad ridícula, temerosa de un puñado de hombres convertidos en despojo sin derechos. Marlaska es mucha España. Y todo eso sí que pasa en nuestro suelo

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