SOCIEDAD. Se refugiaba en los baños de Barajas

El colombiano que durmió una semana en el aeropuerto de Barajas tras quedarse sin dinero: "Decían que al llegar a España tu vida cambiaba al instante"

Daniel Valencia, que se quedó sin recursos a los cuatro días de aterrizar en Madrid, se hizo viral y vio cómo "cientos de personas" querían ayudarle

El Mundo, Daniel Somolinos, 24-11-2022

“Muchos decían que era fácil: que era llegar a España y encontrar trabajo. Que nada más aterrizar la vida te cambiaba al instante. Pero no es como lo pintan, la realidad es muy distinta… Al principio te toca sufrir y llorar”.

Si Mehran Karimi Nasseri, el refugiado iraní que inspiró la película La Terminal tras vivir más de 18 años en el Charles de Gaulle de París, encontró la semana pasada la muerte en la Terminal 1 de ese aeropuerto, el colombiano Daniel Valencia (26 años) halló una nueva vida en la T1 de Barajas, en Madrid, cuando ya se estaba acostumbrando a dormir en ella.

Este joven llegó a la capital el martes 25 de octubre con un objetivo: ayudar económicamente a su madre y tres hermanos, “de clase baja”, a distancia. Se había gastado todos sus ahorros en el billete de avión (ida y vuelta para poder entrar en territorio español), sobrándole poco más de 400 euros para su estancia en la capital. “Planifiqué gastarme 100 euros al día, entre comida, transporte y hostal. Había calculado que en esos cuatro días encontraría un trabajo”.

Pero no. Recorrió bares, tiendas y se postuló como peón de construcción, y en todos obtenía una negativa por respuesta, sintiéndose “humillado” algunas veces por la forma en que le despachaban. En un abrir y cerrar de ojos se vio sin dinero, sin techo y con un océano que le separaba de sus seres queridos.

Su primera noche sin alojamiento se la pasó subiendo y bajando la Gran Vía, maleta en mano, al no poder dormir por el frío. La segunda, viendo que adquiría el mismo matiz, optó por acudir al aeropuerto, de los pocos lugares que conocía y donde, pensó, al menos no se quedaría congelado.

Baño de Barajas donde dormía Daniel V.E. M.

Durante una semana estuvo alternando entre la T1, T2 y T3, buscando los baños menos solicitados para cobijarse y dormir algo. “Como la luz era automática me metía en un hueco bajo los lavabos. Cada vez que entraban las chicas de la limpieza me tocaba salir, una de ellas hasta se enfadó conmigo”. Y agrega: “Comía una vez al día, las máquinas del aeropuerto son muy caras. Pero después del segundo día me tranquilicé bastante. Creo mucho en Dios y sabía que en algún momento cambiaría mi suerte”.

Y cambió. La noche del sábado 5 de noviembre, un compatriota colombiano acudió hasta Barajas y le hizo un vídeo que colgó en Facebook. Se hizo viral y, sin que le diera tiempo a asimilar dicha repercusión, vio cómo su móvil no paraba de sonar. Una oleada de “cientos y cientos” de llamadas y whatsapps brindándole cama, comida y aseo que le pilló totalmente “por sorpresa”.

OLEADA DE SOLIDARIDAD
“No sabía qué iba a ser de mi vida. Y, de repente, personas que no conocía de nada me querían ayudar, muchos de ellos habían pasado por lo mismo. Y no sólo de Madrid, también me escribían de Barcelona, Valencia, Italia, Suiza… Una mujer que trabajaba en la T4 me dijo que me acercara hasta ella a su terminal. Allí pude ducharme y comer. Hasta me dio algo de dinero para coger el Metro”.

Aquella misma noche ya durmió en una casa del barrio de Opañel. La siguiente, en Plaza Elíptica. Y el resto, donde reside actualmente, en un piso del barrio de Canillas, “donde me dejan quedarme sin pagar hasta final de mes”.

En él comparte alojamiento con seis personas más. Pero, una vez solventado el tema de dormir caliente, sigue buscando desesperadamente trabajo. “Voy mejorando poco a poco, y me gusta mucho Madrid. Sólo he trabajado dos veces, por horas. Una, lavando una cocina; la otra, descargando camiones. Aunque me gustaría algo más estable, como camarero o entrenador de gimnasio, para poder subsistir por mi cuenta”.

La falta de papeles, asume, no se lo pondrá fácil, pero no pierde la esperanza. “No me arrepiento de haber llegado aquí, quiero cumplir la meta de ayudar a mi familia”, dice, tras haber conocido la cara y la cruz de viajar solo a un país en el que empezar de cero. “Lo más duro ha sido la soledad, el no tener cerca alguien que te dé consejos. Lloro todos los días, ya casi no salen ni las lágrimas”, describe este joven colombiano, para concluir: “Me he dado cuenta de la cantidad de personas que viven en la calle… Son muy fuertes y cada uno tiene su historia, pero no es nada fácil aguantar día tras día el hambre y el frío”.

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